Críticas

De soledades y complicidades

Adam

Adam. Maryam Touzani. Marruecos, 2019.

AdamCartelCasablanca, año indefinido (¿quizás en los 90 del siglo pasado?). Una mujer embarazada, Samia, llega a la ciudad. En avanzado estado de gestación, carga con una bolsa de pertenencias. Busca empleo y un lugar en el que alojarse, aunque no parece disponer de medios económicos. El destino y la caridad hacen que termine residiendo en casa de Abla. Esta última es una mujer viuda que vive con su hija pequeña, Warda, y sale adelante elaborando y vendiendo pasteles. Muy reticente, en principio, a acoger en su hogar a Samia, termina accediendo ante la presión de su hija y sus propios impulsos. 

Con esta historia mínima, no precisamente trivial, la directora marroquí Maryam Touzani se estrena en el largometraje. Con Adam, se recreará en trasladar al espectador la cotidianidad que se irá formando en la existencia de las dos mujeres protagonistas. Fijará su interés en mostrar el modo en que consiguen salir adelante y sobre todo, en dibujar la evolución en su relación, un camino que hará caer entre las mismas y frente al mundo demasiadas barreras. Todo plasmado con  una fotografía muy atractiva y certera, envolviendo la atmósfera con visos de fábula. Mientras tanto, las imágenes se detienen con parsimonia en los instantes de sosiego; por el contrario, cuando recorren las calles de la urbe se enloquecen empatizadas por los sofocos a la búsqueda o en desorientación.

La obra nos ha llenado en su primera parte. Aquella centrada en la desolación de una mujer embarazada, en huida, sin sitio en el que dormir, deambulando por las calles de una ciudad marroquí sin rumbo. También las escenas que exhiben los primeros escarceos, porque no se pueden llamar de otra manera, entre Samia y Warda. El pasado de la primera, las circunstancias de su repudiación o desamparo jamás se narran o exhiben en el filme. Tampoco resultaba necesario. Por el contrario, sí que seremos conocedores del ayer de la segunda. Warda se perfila como una mujer de enorme carácter y resolución. Interpretada de forma destacada por la actriz Lubna Azabal, se va erigiendo como una fémina cuyo presente se circunscribe a luchar con valentía por el desarrollo y educación de su pequeña. Sin sonrisas ni alegría. Arisca, huraña y desposeída de interés alguno por iniciar cualquier relación social. Una actuación que destaca tanto por su austera ejecución en los inicios del largometraje, como por su progresiva evolución conforme avanza la trama. Tampoco se queda atrás, por cierto, la interpretación de Nisrine Erradi como Samia, imprescindible para conformar el particular vínculo que se establece entre ambas.

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Ya decíamos que la película contaba con un guion sobrio, pero en absoluto banal. La autoría del mismo es compartida entre Maryam Touzani y su compañero, Nabil Ayouch, director de la extraordinaria obra Los caballos de DiosLes Chevaux de Dieu, Marruecos, 2012). Si bien el argumento de base de Adam nos podría resultar en Occidente ya desfasado, perteneciente a épocas remotas, afortunadamente casi olvidadas, hay que tener presente que la obra de Maryam Touzani se desarrolla en Marruecos, en una época que no hemos sabido fijar con los datos extrapolados del filme. No obstante, estamos en territorios en los que la religión imperante es interpretada por varones a su conveniencia y la falta de libertad de las mujeres es una de sus señas de identidad. Por desgracia, ya nos acercábamos  a ese lacerante panorama en una crítica de este mismo número de la revista, en el largometraje Papicha, sueños de libertad, de la realizadora Mounia Meddour (Argelia, 2019). Ambos filmes, cada uno en su respectivo ámbito y circunstancias (quizás coinciden en la situación temporal), en los dos, decíamos, se produce el retrato de comunidades en las que la sumisión de las mujeres al padre, al esposo o al hermano no deja resquicios para ningún tipo de regocijo. Y por supuesto, ya metidos en Adam y en la configuración patriarcal que nos muestra la directora de su país, la libertad sexual de las féminas ni se conoce. Un embarazo fuera del matrimonio es un estigma, una vergüenza para la familia de la “afectada” y una condena a cadena perpetua para esta última. Desprecio y repudiación de la sociedad en su conjunto que en el largometraje de Maryam Touzani se palpa en el denso ambiente que rodea a Samia en su recorrido por Casablanca. Miradas despreciativas, burlescas, acusatorias… Sin comida y sin techo, la joven debe soportar, además, el destierro social.

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Metidos ya en las postrimerías del filme, consideramos que va desbarrando con tendencia a alargar escenas y momentos, rematándose la obra con un final abierto que creemos que no satisfará a la mayoría. Además de incluirse ciertas secuencias de contenido altamente sospechoso por reprobables, como la supuesta necesidad de buscar y/o encontrar a un compañero para la plenitud femenina, las escenas con bebé a cuestas se alargan hasta atacar la paciencia. No vemos necesario dar el pecho dos veces, ni ver al recién nacido por delante y por detrás, desde todos los ángulos y desde todos sus miembros. Resulta cansino y redundante. No obstante, nos asemejan altamente interesantes los argumentos esgrimidos para justificar una supuesta adopción. Un sacrificio inmenso para la madre, que hace primar el interés del menor al suyo propio. Hay que correr demasiados velos para contemplar esta traumática decisión desde la dignificación de la progenitora. Un drama en la vida de cualquiera, generalmente incomprendido, al juzgarse desde la placidez y la comodidad de muchos y muchas, aquellos que en circunstancias similares y por causas diversas contarán, sin duda, con apoyos familiares y sociales. Además, tampoco queremos pasar de largo la tristeza que nos embarga, cuando observamos que todavía existen latitudes en las que a las mujeres les roban hasta la muerte. No la propia, no, claro que no. Pero sí la de los seres más cercanos.

Entre todos los componentes de la obra, nos quedamos con esa puesta en escena en la que destaca una notable fotografía y la recreación de un encuadre de parábola. El colorido, los olores y el cariño puesto en las tareas que se acometen impregnan al espectador. Se huele a frutos y se baila con esa canción local que suena en un radiocasete de forma diegética, uno de los mejores momentos del largometraje, en el que emociones afloran y las relaciones entre nuestras heroínas se acercan hasta conseguir anudar el lazo muy fuerte. En definitiva, estamos ante una obra que va dejando un tanto de lado los prejuicios sociales para centrarse en la especial conexión que se despliega  entre Abla y Samia. Mientras tanto, al tiempo que se continúa con las ancestrales dominaciones machistas, qué mejor que recuperar otras tradiciones ya casi perdidas y pertenecientes al ámbito culinario.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Adam (Adam),  Marruecos, 2019.

Dirección: Maryam Touzani
Duración: 98 minutos
Guion: Maryam Touzani, Nabil Ayouch
Producción: Coproducción Marruecos-Francia-Bélgica; Ali n' Productions / Les films du nouveau monde / Artemis Films
Fotografía: Virginie Surdej
Reparto: Lubna Azabal, Nisrine Erradi, Douae Belkhaouda, Aziz Hattab, Hasnaa Tamtaoui

4 respuestas a «Adam»

  1. Veo que la niña es excluida totalmente por todos hasta de las críticas que le hacen a la película,será un tema cultural?

  2. A mi me parece una gran película, muy pura, y de alto cine.
    la imagen con una interpretación excelente, lo cuenta todo.
    Palabras, las justas. cuentan sobre todo los hechos.
    La niña es una belleza y una esperanza sobre el futuro de las mujeres árabes.
    Y la sororidad que transita en toda la película me parece un valor de humanidad muy hermoso.
    El niño, la maternidad las dudas terribles sobre qué hacer, me causaron una emoción muy profunda.
    Es una película que recomiendo y que he regalado a mi hija de 25 años.
    La danza con la masa me parece algo muy ancestral , genuino y simbólico. Al mover la masa , también se mueven las emociones. Todo un rico mundo de mujeres que dan vida y alimentan lo mejor para los que las rodean en su día a día-
    Si el ritmo puede resultar lento para occidentales corroídos por la prisa en el viaje a ninguna parte…también me parece un acierto.
    Hay que dar tiempo para percibir con el corazón y en lo profundo, lo que acontece…mirar solo con los ojos, atestados de imágenes rápidas y saturantes, no es la mejor manera de VER.
    Y en esta película se muestran muchas cosas fundamentales.
    O así lo veo yo.
    Tengo 67 años vividos, y sigo buscando belleza y humanidad en un mundo demasiado sucio e hipócrita, la mayoría de las veces.
    Esta película me parece una piedra preciosa llena de luz.
    ¡Disfruténla!

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