El árbol rojo

La solitaria y rutinaria vida de Eliécer (Carlos Vergara) se ve interrumpida por la noticia de la muerte de su padre, Nolasco Méndez, un maestro gaitero de avanzada edad. Con la noticia del fallecimiento llega también Esperanza (Shaday Velásquez), su media hermana de ocho años, quien ha quedado totalmente desamparada. Eliécer no tiene más opción que hacer la voluntad de su padre y buscar a la mujer que abandonó a la pequeña al nacer. Emprenden así una travesía llena de encuentros y reconciliaciones, en la que despertarán sentimientos que se creían enterrados en el olvido.

El árbol rojo es una película cautivadora que exalta la paternidad, los lazos familiares y las relaciones que se tejen en torno a la figura del padre protector y el hombre comprometido con el bienestar de sus seres queridos y de quienes lo rodean. La ópera prima del director Joan Gómez Endara es una conmovedora road movie, en la que hace un bello retrato de los sentimientos, la solidaridad y la empatía de los hombres en la protección de propios y ajenos que se encuentran en situación de vulnerabilidad.

Ambientada en Los Montes de María, subregión del Caribe colombiano, la película tiene una carga simbólica vinculada a la cultura y tradiciones locales que enriquecen el relato, entre ellos se destaca la música como elemento que dibuja el camino en una geografía de contrastes, que acompaña la narrativa en un tono poético y que es el hilo conductor que une los diferentes pasajes y situaciones que enfrentan los viajeros. Una historia sencilla de narrativa lineal, en la que el director lleva al espectador a través de un viaje que inicia en el cálido clima de Sucre, transita las montañas de Santander hasta el altiplano cundiboyacense para llega a la fría Bogotá, travesía que resalta las diferencias culturales y pone en primer plano las relaciones familiares.

El director utiliza la música como recurso simbólico de identidad, Eliécer y Esperanza llevan su propio ritmo, la música de gaitas corre por sus venas y conecta con lo más profundo de su ser como un árbol de sangre. La gaita, instrumento de origen indígena de tradición oral, se convierte en compañera inseparable de viaje manteniendo vivo el espíritu del padre como un recordatorio del origen y el arraigo. El uso de este recurso no se da por azar; las gaitas colombianas se componen de una hembra que aporta la melodía y un macho que marca el ritmo, son hechas al tiempo, de la misma madera y por el mismo artesano. Gómez parte de este conocimiento del folclore y desarrolla una bella analogía de la hermandad y las relaciones fraternales.

La historia se desarrolla a finales de la década de los noventa y, aunque aborda el conflicto armado en Colombia, el director lo expone en la medida justa sin desviar el sentido de la trama ni cae en politización. Aproximación que se agradece en la narrativa, pues permite transitar esa realidad sin desconocer la situación sociopolítica de la época. Gómez sobrepone las diferentes situaciones de hostilidad con actos de bondad y empatía, pero lejos de una simplificación maniquea; aunque el filme sí presenta una clara intención del sentido esperanzador, evita el excesivo sentimentalismo y logra destacar la solidaridad como un valor que trasciende a la propia película.

Al viaje de los hermanos Méndez se une Toño, un joven pescador que sueña con ser boxeador profesional -una referencia que Gómez Endara hace de Kid Pambelé, figura icónica y referente cultural de San Basilio de Palenque-. Toño es un personaje que corta la brecha generacional entre Eliécer y Esperanza, permitiendo la mediación y aproximación al sentido de la complicidad entre hermanos. En El árbol rojo se destaca el papel de los hombres, aunque las mujeres están presentes, son ellos los protagonistas desde los diferentes roles y siempre enfocados en la paternidad, en esa medida, Esperanza es el centro y sentido de la unión familiar. Estos personajes masculinos que están al lado del camino van tejiendo en Eliécer la reconciliación y el perdón con la memoria de su padre al encontrar diferentes formas de la paternidad, especialmente a través de fotografías mínimas que retratan las familias.

En esta película de carretera que recorre algo más de novecientos kilómetros, el paisaje deja de ser solo un recurso para convertirse en personaje. Un viaje que resalta la diversidad climática pero que, bajo las circunstancias de los protagonistas, se tornan en ambientes hostiles transformando los paisajes en auténticos antagonistas. Estos aspectos son bien logrados gracias a la fotografía de Mateo Guzmán al usar una paleta de colores que es funcional para el argumento, pero que también guarda coherencia con los imaginarios de las regiones. La dirección de arte logra marcar con fuerza la distinción entre los entornos rural y urbano, enfatizando en la calidez y protección que brinda el espacio privado frente a la incertidumbre y vulnerabilidad del espacio público, aspectos que son asociados al arraigo, a la identidad y al territorio.

El árbol rojo es un film que se aleja de las historias del realismo mágico tan asociadas a la costa caribe colombiana y se aproxima a la realidad cotidiana universal, aunque Gómez Endara muestra gran interés por la tradición asociada a la música, también es un llamado a redescubrir un territorio estigmatizado por la historia reciente del conflicto armado en Colombia, pero que tiene otras historias por contar. Es una película que de principio a fin toca fibras profundas con músicas que resuenan en el corazón y celebran la vida.

El film tuvo su estreno en 2021 en el Black Nights Tallinn Film Festival en Estonia y en el Festival Internacional de Goa, desde entonces ha hecho un largo recorrido por más de catorce festivales, obteniendo varios reconocimientos, como el Premio Rail d´Oc Cinélatino Reencontres de Toulouse, Francia, 2022, Premio Andes a Mejor Guion en el Festival Internacional de Cine de la Alturas, en Jujuy, Argentina, 2022, y Premio Ciudad de Milán, Festival de Cine de África, Asia y Latinoamérica, Italia, 2022.

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