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Black Mirror (temporada 5)

Parecía poco probable que, dados los tiempos que corren, la fórmula que siempre ha alentado Black Mirror, una serie distópica sobre un futuro inminente, de capítulos autoconclusivos pero interconectados, pudiera agotarse, pero es la sensación que da después de ver los tres episodios de la quinta temporada, tan esperados en Netflix como ignorados después de su estreno, en junio de 2019. Incluso Black Mirror: Bandersnatch, el especial de las pasadas Navidades, tuvo mejor recepción, a pesar de que supo a muy poco a los aficionados a los videojuegos, que tienen una percepción de la interactividad y la toma de decisiones mucho más avanzada que la planteada en la película, sobre la que ya escribió Sebastián Sáez Burgos en esta misma revista.

El principal problema de esta quinta temporada es que sus episodios tratan temas que, de alguna manera, ya han aparecido en otros títulos de esta serie, creada por Charlie Brooker en 2011. Y lo cierto es que se trata de tres buenos capítulos, pero, al contrario de lo que ocurría con sus antecesores, ya no nos inquietan tanto, ya no nos sorprenden tanto. Hasta ahora, era una serie de culto, si bien la cuarta temporada ya hacía ciertas concesiones al gran público. Esta última temporada parece directamente concebida para el gran público, y eso explica, por ejemplo, la presencia de Miley Cyrus en uno de los episodios (sin duda, uno de los grandes aciertos de toda la temporada).

Los nuevos episodios ya no tienen mucho que ver con algunos de los momentos clásicos de la serie, como «El himno nacional» («The National Anthem») o «Toda tu historia» («The Entire History of You»), y, al menos en parte, eso ocurre porque ha perdido su tono distópico. La característica principal de la serie era que exploraba los peligros de las nuevas tecnologías en un mundo inminente, pero que todavía no había llegado. En los episodios de la quinta temporada, ese futuro ya ha llegado y, por tanto, ha perdido su carácter de distopía. Hasta ahora, teníamos la idea de que lo que se planteaba era posible tecnológicamente, pero todavía no lo era desde otras perspectivas (legales, económicas…). Pues bien, lo que vemos en los nuevos episodios es perfectamente verosímil en nuestra sociedad.

Aunque una temporada de tres episodios parece devolvernos a los primeros momentos de la serie, en concreto, a las dos primeras temporadas, lo cierto es que el tono es ya muy distinto. Ha perdido parte de la abstracción moral y filosófica en favor del relato, y eso, en general, debería haber servido para que la serie fuera más generalista, pero parece que, por un lado, no ha conseguido atraer nuevo público, y, por otro, ha perdido parte del que sí tenía, que acudía a ella en busca de una lectura moral sobre las tecnologías.

No sé si esta será la última temporada de Black Mirror, lo que está claro es que, necesariamente, ha planteado un alto en el camino, ya que los episodios de esta temporada se han convertido casi en una pequeña antología de todo lo anterior: el primero se centra en los videojuegos y la realidad aumentada, el segundo en las redes sociales y el tercero en los juguetes dotados de inteligencia artificial.

El primero, «Striking Vipers», que es el nombe de un videojuego, se centra en las relaciones personales y cómo estas pueden verse afectadas por los videojuegos y la realidad aumentada. De una hora de duración, lo dirige Owen Harris (responsable, por ejemplo, de un episodio anterior antológico, «San Junípero») y lo protagonizan Anthony Mackie, Yahya Abdul-Mateen II y Nicole Beharie.

El segundo, «Añicos» («Smithereens»), tiene una duración de 70 minutos y lo dirige James Hawes (que ya había dirigido «Odio nacional»). Es, desce luego, el único que mantiene el espíritu original de la serie, si bien, precisamente por eso, es el que parece que ya hemos visto: Chris Gillhaney (Andrew Scott), un conductor de VTC, hará todo lo posible para hablar con Billy Bauer (Topher Grace), el creador de Smithereen, una importante red social.

Y, por último, «Rachel, Jack y Ashley Too», dirigido por Anne Sewitsky, de 67 minutos de duración, en el que una adolescente, Rachel (Angourie Rice), acaba de adquirir una muñeca robótica inspirada en una famosa cantante pop, Ashley O (una genial Miley Cyrus).

Estas son las tres historias que se despliegan en la quinta temporada de Black Mirror, pero no faltan los guiños y las referencias a episodios anteriores de la serie. Confiamos en que esta quinta temporada solo haya supuesto un punto y seguido en la serie, y no un punto y final. Las amenazas de la tecnología siguen ahí fuera y necesitamos a alguien que nos prevenga.

Tráiler:

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