Fast & Furious: Hobbs & Shaw

El cine cumple muchas funciones y esta es una de sus maravillosas cualidades. Una de tales funciones es permitirnos pasar un buen rato y recorrer el mundo, cómodamente sentados en nuestras butacas, disfrutando de las veloces hazañas de dos famosos actores, curtidos en los roles de sufridos luchadores que se enfrentan a fuerzas malignas, en continuo peligro de muerte, trabajando en pareja, sin que realmente estén a gusto con las misiones que reciben y sin que disfruten el uno del otro, al menos en apariencia.

El desafío de los realizadores se hace cada vez más exigente con cada episodio de la exitosa saga que ha dado origen a esta película. La creatividad se expande exponencialmente en cada escena, explorando ambientes, formas de persecución y estilos de lucha más y más atrevidos, increíbles y desafiantes: Una loca travesía motorizada por las calles de la antigua y concurrida Londres, en la cual perseguidores y perseguidos se escabullen, literalmente, por las estrechas rendijas que dejan entrever las relatividades del tiempo y del espacio; una aventurada y peligrosa visita a las cavernosas profundidades de las enormes torres de enfriamiento de una abandonada planta térmica en Ucrania; y lo que es el colmo del diseño fantástico, una imposible carrera de obstáculos entre un helicóptero y una tropa de carros encadenados, arrastrados por este pájaro volador, que tercamente insiste y persiste en llevarlos, en una loca carrera hacia el desastre inminente, por las playas y acantilados de la exótica Samoa.

En verdad el espectáculo es hechizante y admirable, forjado a base de extrañas situaciones. ¿Cómo pueden unos mecánicos de carros en Samoa, tener las habilidades para reparar una curiosa y secreta máquina, un denominado dispositivo de extracción que se había dañado y que es capaz de evitar que un maligno virus se reproduzca sin límites por un mundo que no está preparado para salir de las plagas de una muerte anunciada para todos los vivientes? ¿Cómo puede una bella mujer, de atractiva apariencia, moverse a gran velocidad por el mundo y servir de arriesgado instrumento para transportar el virus mortal, manteniendo a la vez su belleza, mientras lucha a base de astutas patadas e increíbles escapes por donde quiera que vaya? ¿Y qué puede hacer una banda de corpulentos samoanos y samoanas para vencer, armada con instrumentos tradicionales, a un batallón de enemigos, repleto hasta los dientes con ametralladoras y balas? Eso y bastante más pasa ante nuestros ojos, en constante y veloz desfile que no cesa.

Como corresponde a casi toda epopeya del cine de héroes salvadores de la humanidad, la lucha es contra un enemigo que tiene invencibles estratagemas, dotado de poderes y de resistencia sin igual, pero que tiene como punto débil la soberbia y la burlona confianza en sí mismo que le pierde y le traiciona en cada batalla. Pero, como una malvada ave fénix, renace de las cenizas de su destrucción para despertar más atrevido y más peligroso. No habría luchadores heroicos si no existieran malvados invencibles y persistentes, siempre dispuestos, en cada ciclo de sus vidas interminables, a acabar con la humanidad.

Como ya se va volviendo costumbre en los filmes de Dwayne Johnson, este gigantón y divertido actor aparece como un amante y tierno hombre de familia, con alguna joven niña a su cuidado, atemperando sus atrevidas violencias, con la ternura de sus sonrisas infantiles. De contrastes como este, se nutren las tramas del cine de aventuras, para crear pequeños espacios que dan condimento y sabor al nutritivo plato de carreras y combates que se nos sirve.

Con rapidez y realmente sin mucha furia o rabia personal, nos presenta esta agradable película a Hobbs y a Shaw, quienes en realidad se divierten y nos divierten, recorriendo el mundo a base de golpes y dejándonos ver la magia que puede hacer el diseño en el cine de aventuras.

Trailer: