Críticas

Memento vivere

Ruido de fondo

White Noise. Noah Baumbach. Reino Unido, EUA, 2022.

A la muerte hay gente que le tiene miedo. Personalmente, dicen, el hecho de dejar de existir les abre una sensación de vacío (existencial, por supuesto) en el pecho que no saben como colmar. También entre los religiosos, entre los que afirman creer, la muerte no es algo de carácter a lo Blake (el poeta inglés cantaba himnos para su mujer quien, muerta, ya estaba en la gloria de lo divino) sino más bien a lo Adams (nos referimos aquí a un personaje del Joseph Andrews de Fielding quien aconsejaba no dejarse llevar por el dolor ante la muerte para después echar a llorar por el fallecimiento –aparente– de su hijo en un río). Si bien no es algo de lo que podamos hablar con seguridad, por lo menos si seguimos el discurso filosófico sobre lo cierto y lo incierto, fallecer, dejar de vivir, desaparecer en tanto elemento pensante es algo que nos espera a todos, así como algo de lo que hay que discutir (y, obviamente, nunca discutimos de esto, como es posible ver en la necesidad de gozar a que nos alienta nuestra sociedad y nuestra cultura, no solo occidental, sino, si controlamos bien, de toda etnia).

Esta sensación de muerte, de necesidad de terminar nuestra vida por razones no nuestras, es la que se inserta en el discurso satírico de esta película basada en un libro del escritor estadounidense Don DeLillo (la obra es de 1985, un detalle que el director no ha dejado en segundo plano, sumergiendo sus personajes en estos años de nueva guerra fría). Morir, entonces, es la clave que permite acercarse a la narración, mientras intentamos no dejarnos ahogar por el murmullo casi insostenible de algunas escenas, un murmullo intencional, por supuesto, que nos presenta a una familia de aquella middle y en parte upper-class a través de la cual podemos entrar en sintonía con un mundo académico, en el que trabaja el personaje principal de esta narración –como profesor–, obviamente, punto de partida para una serie de diálogos y de escenas que juegan con lo postmoderno y lo alta e indescrifrablemente universitario.

Efectivamente, la película es de por sí tanto un juego postmoderno como un juego anti-postmoderno. Se aceptan las reglas pero se las critica también, como si, de hecho, el acto de usar los personajes dentro de un marco teórico preciso llevara a la superficie la necesidad de preguntarnos si, más o menos, el mensaje final es de verdad así profundo o, a lo mejor, inútil –una inutilidad que se crea (y re-crea) en sí misma a través de un cuento que, en su valor paródico, nos lleva a pensar si efectivamente todo esto tiene razón de existir (“esto” no se refiere al filme –o, ¿sí?–, sino a la vida, a los actos repetidos como el acercar la cuchara a la boca, ir de compras, charlar, hacer sexo, etc.; en otras palabras, “vivir”). Parodia de una parodia, entonces, ya que la vida no tiene sentido (universalmente, por lo menos, mientras que, dejando por un lado el nihilismo, las cosas podrían cambiar si tenemos en cuenta la relatividad de lo personal), la película logra capturar el espíritu de lo tranquilamente caótico que solo un ruido silencioso nos puede dar.

Esta sensación de pérdida de un sentido preciso, ya que la narración no permite seguir un hilo claro (lógico, sí, obvio, no), se reverbera en un uso casi enfermizo de unas voces que se superponen entre ellas para hablar de cosas (esta palabra no se usa con facilidad, ya que de stuff se trata) que, más allá de un disfraz de carácter sublime (académico, profundo, hiper-racional), revelan su esencia de nulidad, de vacío lleno de vacío, a su vez, lleno de vacuidad inexistente. Más que una simple carcajada, entonces, se hace necesaria la voluntad de aceptar que la narración siga sus mismas reglas y que nos permita aceptarlas en tanto momento de recuperación de un discurso que sigue vigente desde siempre: más allá de la muerte, más allá del olvido, ¿tiene valor la vida? Una respuesta, la de esta parodia (parodia también del concepto mismo de parodia) con su humor negro y su crisis existencialista, que, en el marco de unos ochenta pop y consumistas, no permite pensar que, efectivamente, la narración de nuestras vidas es, ante lo universal, así de importante. Vamos al supermercado, entonces.

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Ficha técnica:

Ruido de fondo (White Noise),  Reino Unido, EUA, 2022.

Dirección: Noah Baumbach
Duración: 136 minutos
Guion: Noah Baumbach
Producción: Noah Baumbach, David Heyman, Uri Singer
Fotografía: Lol Crawley
Música: Danny Elfman
Reparto: Adam Driver, Greta Gerwig, Don Cheadle, Lars Eidinger

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