Críticas

Hats (and fingers) off

Almas en pena de Inisherin

Otros títulos: Los espíritus de la isla.

The Banshees of Inisherin. Martin McDonagh. Irlanda, Reino Unido, EUA, 2022.

En el juego de los microcosmos y de los macrocosmos se establece, a veces, una correlación de carácter pragmático cuyo objetivo sería subrayar cómo lo inmensamente grande puede verse reflejado en lo sumamente pequeño. A través de lo que es, efectivamente, una serie de vértigos, se nos abriría ante los ojos aquella realidad mecánica que reproduce lo universal gracias a lo particular, saliendo así de los bordes no solo geográficos (todo ser humano sigue teniendo las mismas necesidades, los mismos deseos y terrores) sino también temporales, más allá de las singularidades que dividen al hombre y a la mujer en mónadas incapaces de comunicarse entre ellas. Todo lo contrario, entonces, ya que la reproductibilidad de cada ser humano se inserta en la repetición de unos patrones genéticos y culturales que, en su simbiosis perfecta, nos llevan a reiterar unas acciones que, como todo narrador o toda narradora sabe, gozan del aplauso del público (a lo mejor porque, al fin y al cabo, nos gusta que nos repitan algo que fundamentalmente ya conocemos desde nuestro mismo nacimiento).

Este juego entre el microcosmos y el macrocosmos, dentro del marco de una Irlanda que lucha por su independencia, es lo que se desarrolla en la isla de Inisherin con sus habitantes tan absurdos como, efectivamente, reconocibles en nuestro mismo contexto social (y hasta familiar, de aquella familiaridad que se aleja, si bien solo levemente, de las conexiones genéticas y se expande hacia lo que llamamos amistad). Un mundo, efectivamente, cerrado en sí mismo, capaz de actuar en tanto relación con la experiencia que tenemos de lo que el ser humano puede ser, hasta llegar a actos que de por sí hay que clasificar de locuras. Actos, hay que repetir, que se insertan en un discurso más profundo sobre la inutilidad de nuestra vidas ya que, en lo macro y micro que hemos mencionado, la infinitud del tiempo y del espacio, más allá de lo simple e inútilmente humano, se convierte en la certeza de que somos, para usar palabras poéticas, silenciosos pasajeros que se amontonan en su futilidad ante un viaje del que no logramos (ni podemos) entender el significado.

Los personajes de la isla, atados a ella sin saber por qué (más allá del hecho de haber nacido allí y de tener allí, entonces, sus raíces), se conectan y desconectan según patrones teóricamente casuales, sin que las explicaciones tengan sentido a menos que aceptemos el valor de inutilidad de las acciones mismas. Se nos presenta así el macabro humor tan negro como ligero, cubierto por una cáscara diáfana de tragedia que, en sí, se aleja de lo épico para resaltar el carácter mítico de la normalidad de la vida, en una incompatibilidad interna que, en realidad, nos ayuda a mejor entender el valor efectivo (nulo y pesado al mismo tiempo) que cada una de nuestras vidas, como las de los habitantes de Inisherin, tiene. Superficialidad de lo profundo que, al fin y al cabo, desarrolla su valor en la presencia de un vacío cósmico con (y en) el cual toda persona nace y al que se ve llevada por la mano del tiempo.

No es imposible pensar, entonces, que estamos ante una obra maestra, no solo por el valor estético con el cual se estructuran las imágenes, sino también por la arquitectura discursiva de la que se viste y del diálogo que abre con el público. Se mezclan así los momentos de llanto con los de risa, abriendo paso a una pesadez inesperada que se derrite en la superficialidad de una existencia sin sentido a la que, efectivamente, queremos darle un valor universal. Más allá del dolor cósmico, el vacío de la vida de los protagonistas se llena de una voluntad de dialogar, de charlar y de dejarse llevar por el silencio, incapaces, todos, de hablar entre sí para de esta forma mejor conocerse (a sí mismos, por supuesto, como a los otros). En el juego de abrir y cerrar puertas, o sea el acto centrífugo y centrípeto del que se carga la isla, elemento este en el cual se protagoniza la presencia de la existencia humana (más allá, repetimos, de los bordes geográficos y temporales), el resultado final es una narración que no puede sino formar parte de la historia no solo del cine, sino del (inútil) arte humano.

Comparte este contenido:

Ficha técnica:

Almas en pena de Inisherin  / Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin),  Irlanda, Reino Unido, EUA, 2022.

Dirección: Martin McDonagh
Duración: 114 minutos
Guion: Martin McDonagh
Producción: Graham Broadbent, Peter Czernin, Martin McDonagh
Fotografía: Ben Davis
Música: Carter Burwell
Reparto: Colin Farrell, Brendan Gleeson, Kerry Condon, Barry Keoghan

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.