Críticas

Relámpagos apagados

¡Shazam! La furia de los dioses

Shazam! Fury of the Gods. David F. Sandberg. EUA, 2023.

Es posible afirmar (y, de hecho, aquí se afirma) que el número de acciones que un personaje puede hacer es limitado. No hay un sinfín de situaciones o, mejor dicho, no muchas son las estructuras generales en las que podemos situar a nuestros personajes. Un ejemplo muy simple es el de la comedia de amor, en la que solo hay dos posibilidades: la chica se casa (o lo que sea) con el chico, la chica no se casa (repetimos, o lo que sea) con el chico. Sí se puede jugar con las variaciones, con cambiar el nombre de los personajes, con insertar una lectura de género, con subvertir las cuestiones de los roles mujer-hombre en la sociedad, y hasta se puede insertar la acción en un marco histórico (el aquí, el después, el antes), sin embargo la arquitectura narrativa, despojada de sus trajes superficiales, sigue siendo la misma. O se casan o no se casan. Terrible, entonces, es cuando las posibilidades se reducen aun más, ya que el marco en el cual queremos insertar el arco narrativo tiene ya, de por sí, unas reglas precisas, como la falta de violencia, de sexo o tan solo de temas más adultos; mínimo común denominador del cine, a veces lo que se nos ofrece es algo que tiene que poder ser utilizado (tragado, digerido) por todas las edades.

Resulta, primero, necesario preguntarse si esta segunda entrega tiene cierto valor en cuanto una de las últimas del “viejo” universo DC, antes de la llegada del reboot que abrirá el camino de James Gunn y de sus ideas salvíficas. Lo que se nos presenta, de hecho, es un producto del que no sabemos si tendrá un futuro y, por esta razón, ya deja una sensación de incapacidad de insertarlo en el conjunto global de este universo cinematográfico (y, sí, efectivamente esta película nos entrega una serie de elementos con los que se pone de manifiesto su ser parte de algo más grande). Hay que analizarla, sí, en relación con sus mismos puntos de fuerza y puntos débiles, ya que dejarse llevar por una consideración de carácter estructural (nos referimos aquí a la estructura del DCEU) no bastaría y crearía una serie de problemáticas que no permitirían acercarse al producto en sí. Unas problemáticas, de todas formas, que resultan necesarias, ya que el producto quiere demostrar su pertenencia al universo comiquero del que forma, efectivamente, parte.

La cuestión real, sin embargo, no es tanto si este va a ser un producto necesario o menos en la arquitectura del universo DC. Lo que nos interesa es saber si la película vale la pena, o sea, si en las dos horas de visión es posible sentir aquella sensación de bienestar que las obras artísticas intentan regalarnos; y, dicho sea no de paso, las dos horas de esta película parecen no querer ir a ninguna parte y nos hacen pensar que, efectivamente, es como si el tiempo no pasara nunca y nos viéramos obligados a preguntarnos por cuál razón el director no ha decido reducir los minutos totales. Y, efectivamente, el problema es que detrás de las imágenes, de los diálogos a veces demasiado cursis, demasiado kitsch, de unas antagonistas muy unidimensionales, se esconde una pequeña película que, sí, nos hubiera podido ayudar a disfrutar de nuestro tiempo muy limitado que tenemos en esta tierra. Más que una película en cuanto producto final, esta secuela se presenta más como un work in progress, como si le faltara aquel último momento de control, de análisis, para que el resultado final sea perfecto (o, por lo menos, suficiente).

No estamos ante un producto completamente negativo, incapaz de hacernos sumergir en la narración. Simplemente, llegar al final puede ser un esfuerzo mental, y lo obvia que resulta ser la arquitectura del cuento disminuye el impacto de la película y aumenta nuestra sensación de frustración. Quizás sea porque el mundo de los superhéroes solo tiene una serie de elementos fijos, un par de arquitecturas que se disfrazan y que, sin embargo, siguen siendo las mismas (los buenos ganan, los malos pierden), lo cual provoca cierta náusea, ya que el plato que nos sirven es el mismo. Es la saciedad negativa, la voluntad de querer encontrar algo nuevo, diferente, o tan solo más adulto. Y, efectivamente, no es una cuestión de no amar los filmes para las familias (y esta secuela lo es), sino que en la primera entrega había sido posible vislumbrar también una pizca de inteligencia, de (auto)ironía, que aquí falta en buena medida y que nos lleva a controlar el paso del tiempo sobre nuestra muñeca, pensando que, sí, ya sabemos cómo todo va a acabar.

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Ficha técnica:

¡Shazam! La furia de los dioses (Shazam! Fury of the Gods),  EUA, 2023.

Dirección: David F. Sandberg
Duración: 130 minutos
Guion: Henry Gayden, Chris Morgan
Producción: Peter Safran
Fotografía: Gyula Pados
Música: Christophe Beck
Reparto: Zachary Levi, Asher Angel, Jack Dylan Grazer, Rachel Zegler, Adam Brody, Ross Butler, Meagan Good, Lucy Liu, Djimon Hounsou, Helen Mirren

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