Festivales 

Festival Internacional de Cine Documental de la República Dominicana y el Caribe

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A inicios del pasado mes, del 10 al 17 de marzo, se celebró en Santo Domingo la 3ra. edición del Festival Internacional de Cine Documental de la República Dominicana y el Caribe. Luego de tres años de inaugurado, este evento dirigido por Ana Paola van Dalen y con el apoyo de la Cinemateca Nacional, se ha consolidado como un espacio fundamental para difundir y promocionar el documental del Caribe y América Latina en el país. Para esta edición la programación del evento contó con 34 películas -20 largometrajes y 14 cortometrajes- de 17 países y una sección no competitiva de estreno denominada Rights & Docs.

RDOC es el único evento dedicado exclusivamente al documental, género que se presenta actualmente, como unos de los más creativos y temáticamente interesantes de la filmografía dominicana. En el panorama de los festivales nacionales destaca por la calidad de las obras seleccionadas, la organización y puntualidad de sus proyecciones y sus sólidos criterios de selección, a la vez que ofrece una oportunidad de visualización a piezas de directores aún en formación o ya consolidados, que practican un género profundamente olvidado por los circuitos de exhibición nacional.

En la presente edición todas las películas nacionales y algunas extranjeras fueron acompañadas por sus directores, actores o parte de los equipos de realización, estableciéndose un interesante debate con el público. Se desarrollaron eventos paralelos, como la noche especial de proyección al aire libre en el patio de La Alpargatería, el taller de formación El documental no conoce fronteras: ¿Cómo dirigir y producir documentales de autor?, impartido por Raúl de la Fuente y las proyecciones especiales de Rights & Docs.

Fotograma de NanaUno de los aspectos mas interesantes del RDOC es su función de termómetro de la escuela documental dominicana, denotando en esta última edición que la maquinaria de producción del documental es un trabajo quijotesco, en el cual muchas buenas ideas perecen, en la fragua destinada de los oficios cinematográficos. Haciendo los gestores, la más de las veces de directores, guionistas, fotógrafos, sonidistas, etc., el gran problema de muchos de los documentales nacionales presentados es que, en uno o varios de los aspectos que configuran el lenguaje cinematográfico, fallan. Así podemos ver Nana, de Tatiana Fernández Geara, que aborda desde un punto de vista documental el mismo tema del reconocido filme La segunda madre, de la brasilera Anna Muylaert, que el pasado año tuvo un exitoso peregrinar. Una idea potente, de gran valor emotivo e interés social, que se ve opacada por una pésima fotografía sobrexpuesta y carente de manejo profesional, un sonido, o más bien la ausencia de un sonido planificado y coherente, la división en capítulos que no presentan ningún tipo de relación ni de ruptura, ni de continuidad, ya que la historia no continúa ni rompe, sino que es un mosaico de entrevistas y situaciones entrañables, en ocasiones inconexas.

En un caso similar esta Goayza, de Milton Sánchez, documental sobre la presencia aborigen en la isla de Santo Domingo que presume de una maravillosa fotografía y una excelente visualidad. El problema de Goayza es que en realidad no dice nada. Una pieza de este tipo que intenta hacer una búsqueda indigenista en las raíces étnicas del pueblo dominicano no puede estar sustentada sobre fuentes menores o literatura gris. No mencionar a estudiosos nacionales como Fradique Lizardo o remitirse a la amplia red de bibliografía sobre el tema en el área del Caribe. No darnos un paneo, al menos por los orígenes de esa población, mencionar la vinculación lingüística –y por tanto, étnica- con la familia arawaka de Suramericana, la carencia de elementos concretos de identificación y el exceso de elementos mágico-religiosos de origen popular sin verdaderos fundamentos etnográficos, hacen de este pieza una obra de pura retórica visual.

Otro elemento clave del la escuela documental dominicana que se pudo observar en el Festival es lo que le sucede a Como antes, de Leo Pérez. Una pieza atractiva que, al igual que las antes mencionadas, peca de cierta digresión dramática. Nana, Goayza y Como antes, comienzan con un planteamiento concreto, pero a medida que avanzan se van disgregando y por tanto el conflicto inicial que se plantea, en vez de verse reforzado, va en cada plano ampliándose y desdibujando. Como antes, pretende ser la historia de Chepo, sin embargo, terminando siendo un llamado a la recuperación de modos de vida que antaño funcionaban en ciertas regiones rurales de la República Dominicana.

Como muestra del documental de otras islas del Caribe se presentó el filme cubano Afuera, de Laurentia Genske, una pieza interesante que vuelve a hurgar en el socorrido tema de la emigración generada por la situación social y política de la Isla. Por otro lado, el mexicano Parque Lenin, dirigido por Itziar Leemans y Carlos Mignon, también aborda el tema de la migración de los cubanos, pero esta vez desde el punto de vista de una familia escindida por la muerte de la madre.

Fotograma de Trans itEntre los documentales latinoamericanos destacan Damiana Kriigy, de Alejandro Fernández Mouján, realizado sobre una investigación del director y la antropóloga Susana Margulies. Un pieza de corte etnológico que sigue la lucha del pueblo Aché por recuperar los restos de la joven Damiana, una niña que luego de sobrevivir una matanza perpetrada a su pueblo a finales del siglo diecinueve, es recogida por sus captores y criada por hombre blancos. Utilizada como servicio, que era el trabajo que típicamente se le asignaba a los nativos, Damiana termina siendo utilizada como objeto de estudio por el antropólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche. El filme es un magnífico relato y exquisita pieza documental con una excelente fotografía que recuerda la escuela que ha establecido la obra de Patricio Guzmán. A través de largos travellings y minuciosos encuadres se desenvuelve la triste historia de Damiana.

El documental en Latinoamericana continua en esa función que antaño le otorgaran las vanguardias fílmicas de la región: de darle voz a los que no la tienen y tocar puntos sensibles de las sociedades americanas. Es el caso de El cuarto de los huesos, un crudo documental que narra la realidad social que se vive en El Salvador, país que luego de más de 15 años de guerra civil, continua sufriendo la violencia desmedida, esta vez producto de la corrupción y el auge de las bandas violentas como las maras salvatruchas, frente a la mirada cómplice de las fuerzas del orden.

El 17 de marzo cerró el Festival de Documental entregando las premiaciones en un evento musical en el Centro de Cooperación Española de Santo Domingo. En la categoría Mejor Documental de República Dominicana ganó Nana, de Tatiana Fernández Geara; como Mejor Largometraje Latinoamericano ganó la cinta uruguaya Tus padres volverán, de Pablo Martínez Pessi; la cubana Afuera, de Laurentia Genske ganó en la sección cintas centroamericanas y caribeñas, y en las dos secciones oficiales de cortos, premiaron el filme dominicano El sueño elevado, de Ingrid Cruz, MJ Luciano, Julio Pérez, Leandro Rosario y Cheloman el Dollar, y el argentino El infierno de Beatriz, de Marcos Migliavacca. El documental Trans’It, de Carlos Rodríguez
 fue premiado con una mención especial.

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