Entrevistas
Entrevista a Marilia Rocha, directora de Where I Grow Old
Marilia Rocha (1978, Brasil) tiene un máster en Comunicación Social. Es co-fundadora de la Teia Colectiva (de donde que fue miembro hasta 2013). Sus trabajos han sido seleccionados y premiados en numerosos festivales de cine y en museos como el MoMA y el New Museum (EUA) o el Museo de Etnografía de Neuchâtel (Suiza).
Where I Grow Old es su cuarta película y supone el desembarco de su directora en el territorio de la ficción, ya que hasta la fecha había realizado únicamente documentales. En ella, Marilia Rocha nos cuenta la historia de Teresa y Francisca, a partir del momento en que la primera llega a Belo Horizonte (Brasil), desde Portugal, para instalarse en la casa de su amiga Francisca y buscar nuevas oportunidades. El (re)encuentro entre las dos es el (re)encuentro también de dos modos diferentes de mirar la vida. Lo cerebral y calculador frente a la vitalidad y la pasión. Belo Horizonte como telón de fondo y unos personajes que se mueven entre la necesidad irremediable de crecer y la añoranza de su tierra de origen, lo que no las deja exentos de intentar averiguar cuál es el mejor lugar para hacerlo. Ambas tendrán que decidir si volver o seguir en Brasil, lejos de su tierra. El peso del pasado de documentalista de Marilia se aprecia en la película, que respira fugaces destellos de este registro. EL ESPECTADOR IMAGINARIO ha hablado con ella y así nos lo cuenta.
Raúl Liébana (RL): Where I Grow Old es su cuarta película y supone el paso del documental a la ficción, ¿Qué significa para usted este cambio?
Marilia Rocha (MR): Esta última película, además de ser un gran cambio, fue también una continuación. Por un lado, hizo que me enfrentase con situaciones nuevas y me exigió más tiempo de preparación que las películas anteriores: localizaciones, vestuario, guion. Por otro, supuso un paso adelante con respecto al trabajo que comencé en la película anterior, La falta que me hace. Esta película termina con una escena que creamos con uno de los personajes, a partir de algo muy presente en sus vidas, el deseo de partir. Esta escena final, que para los personajes era «el verdadero cine», fue una situación que nunca existió en realidad, pero que concretizaba, a partir de sus sentimientos y de los míos, algo que podría haber ocurrido. Fue con ese tiempo verbal con el que trabajé la nueva película. Cada personaje ficticio es alguien que la persona real que lo encarna podría haber sido. Aunque estuviese trabajando con una propuesta ficticia, mantuve el rigor y una buena dosis de descontrol que se dan en los procesos documentales de trabajo. Y solo fue posible hacer esto metiendo a todo el equipo y a todos los actores en este juego.
RL: La película ha sido seleccionada entre las ocho que competían por el premio Hivos Tiger Award en Rotterdam. ¿Qué impresión le queda del festival ?
MR: Me gusta mucho el tamaño del festival y la relación próxima y directa con el público. Sin contar con los más de 800 voluntarios que trabajan para llevar a cabo todo aquello y que están deseosos de asistir a todas las películas que puedan en sus horas libres. Nunca había vivido algo así. En cuanto a la programación, el festival sufrió cambios este año y creo que aún está intentando consolidar su nuevo rumbo.
RL: Decía antes que usted ya ha rodado varios documentales. ¿Qué ha heredado o aprovechado de esos trabajos de cara a la realización de esta película?
MR:- Considero que, en este caso, la ficción fue prácticamente una estrategia para trabajar el documental de otro modo, o para vencer algunos de los límites que este me imponía. Las personas no siempre quieren que las filmen actuando como ellas mismas, por lo que la oportunidad de ser «otras», o de aparentar ser otras, les daba la opción de ser ellas mismas, sin preocuparse tanto por ello. Sin contar con que esto también me daba más libertad para proponer situaciones y para colocarme subjetivamente en la película, sin que estuviese nunca físicamente presente.
RL: También ha trabajado con actores no profesionales. ¿Cómo fue la experiencia?
MR: Me encantó trabajar con los actores de la película, no solo con las dos protagonistas, que son personas con un talento inmenso, sino también con el resto del elenco. Con ellas, el trabajo fue más largo e intenso y lo más importante era tener una relación de confianza entre nosotros, aunque no hubiese ninguna garantía de que fuera a ser así. Apenas nos conocíamos, nunca habíamos trabajado juntas y yo necesitaba que ambas se entregasen incondicionalmente, y lo hicieron. En cuanto al resto, el mayor desafío era crear un ambiente para que las personas se sintiesen con ganas de vivir una situación o contexto que no siempre les pertenecía, teniendo al equipo, cámara y sonido a su alrededor.
RL: ¿Cómo surgió la idea de rodar esta película?
MR: Al principio, lo que me motivaba era un sentimiento muy presente en los corazones de los portugueses y que sobrepasa generaciones, que es un deseo incontrolable de partir, conviviendo simultáneamente con la añoranza y la nostalgia de casa. Esa fue la chispa inicial de la película. Ahí fue cuando conocí a Francisca Manuel, que encarna el personaje de Francisca y que estaba viviendo los últimos días de una estancia en Belo Horizonte, antes de decidir regresar a Lisboa. Después de esto fue necesario crear el resto de la historia y encontrar a las demás personas para recrearla.
RL: En la película, dos chicas portuguesas se han trasladado, desde Portugal, a vivir en Brasil. El tema de la inmigración está presente en la película. ¿Qué le interesaba mostrar acerca de este tema?
MR: Portugal ha vivido históricamente muchos periodos de intensa emigración. Las causas no se limitan a factores económicos, aunque pueden dar forma a determinados movimientos migratorios. El auge de la reciente crisis financiera que atraviesa el país desembocó en un tipo específico de emigración que me interesaba y que arrojaba luz sobre la relación entre Brasil y Portugal. Fue una desbandada de la juventud de la clase media, que se vio sin perspectivas de trabajo y que sentía un agotamiento vital en su propio país. Durante unos años, ese movimiento llegó a invertir la tendencia de abandonar América Latina con destino a Europa. A esta circunstancia se le une un momento en el que la juventud llega a su fin, una voluntad de ir más allá, de sentirse libre, de apasionarse y verse renovado fuera del ambiente familiar, donde se tiene la sensación de que las relaciones y la ciudad en la que se vive son demasiado conocidas y conllevan un desgaste. En las entrevistas y casting para encontrar a Teresa, conocí a decenas de jóvenes portuguesas que estaban viviendo ese conflicto.
RL: Asistimos entonces al intento de dos chicas de arraigarse en una nueva ciudad. Teresa llega a Belo Horizonte al inicio de la película. Es el intento de construir una nueva vida, pero también nuevas decisiones importantes que tomamos en la vida. ¿Hay algo autobiográfico en todo esto?
MR: Claro, siempre lo hay, ¿no?
RL: En la película se muestra de una manera fantástica los polos opuestos que son los dos personajes. Ambas entienden la vida de diferente manera…
MR: Lo que yo quería era encontrarme con dos personalidades diferentes, pero que tuviesen una gran afinidad potencial entre ellas. En el fondo, ellas son mucho más parecidas de lo que sospechamos en un principio. Muchas de las características que una esconde en su personalidad, aparecen o se ven complementadas por la otra. En fin, tenía que ser un encuentro inesperadamente perfecto.
RL: La escena que define a Teresa está rodada con gran naturalidad. Es el momento en que Francisca le dice que quiere volverse. Teresa se levanta con espontaneidad y es ese modo en que toca las paredes con los cubiertos, como si tocase música, lo que pone de manifiesto la vitalidad del personaje. ¿Cómo rodó esta escena?
MR: Nuestro trabajo siempre consistía en entender juntas a dónde queríamos llegar, cuáles eran las motivaciones y la dirección de cada escena. A partir de ahí, íbamos trabajando cada escena conforme esta tenía lugar, con cuidado de que los actores se sintieran amparados aunque libres, sin condicionar nunca sus movimientos ni diálogos. Mi papel consistía en dirigir la fuerza motora de cada personaje y garantizar la atmósfera de la escena y del equipo. La suya era concretar esa fuerza bruta en palabras y actos, muchas veces de forma poco domable, como es el caso de la escena que ha citado.
RL: La espontaneidad de esta escena es el modo en que está rodada la película, es el tono de la película, llena de naturalidad, de momentos cotidianos, de escenas sencillas en las que la cámara filma con lo que ocurre a través de planos medios. ¿Cómo intentó captar esta realidad?
MR: Considero que eso proviene de un interés genuino por las personas y los lugares que filmo y de un amor por el trabajo documental.
RL: A través de la manera de ser de Francisca, está la idea de la añoranza por la tierra de origen. En este sentido, juega un papel importante la música. Ese tono nostálgico por el recuerdo de la tierra lo pone Caetano Veloso, ¿Por qué eligió su música?
MR: En realidad, la música es de Jards Macalé. En la película, Francisca busca un disco de Caetano y el vendedor le recomienda este otro músico brasileño excepcional, que también está presente en la película con otra canción. En ambas escenas, lo que me apasiona de Macalé es la combinación de unas letras y música geniales. Un rock sin miedo a ser simple, directo, irónico y algo «hortera», sin nunca dejar de ser serio. Las dos canciones otorgan una nueva capa de significado a las respectivas escenas, las acarician musicalmente a la vez que proporcionan una especie de sorpresa, aportando un tono humorístico y serio al mismo tiempo. Es una pena para quien no hable portugués, porque son letras difíciles de traducir… pero creo que lo voy a intentar.
RL: Usted muestra una gran sensibilidad a la hora de representar la ciudad de Belo Horizonte, ¿cómo quería que apareciese en la película?
MR: Belo Horizonte es una ciudad que cautiva a las personas por razones de lo más particulares. Es una ciudad enorme, fea y sin atractivos aparentes. Pero aquel que conoce sus patios, la acogida natural con la que se recibe a quien es de afuera, las pequeñas ciudades interiores que conviven dentro de la metrópolis, cierta tendencia a las amistades duraderas, acaba enamorándose del lugar. Son percepciones sutiles, que de alguna manera intenté plasmar en la película. Quería citar a un escritor mineiro amigo mío, Marcílio França Castro. Él define Belo Horizonte tal y como yo querría mostrarla, pero que aún no he conseguido: «Si tuviese que trazar un mapa afectivo de Belo Horizonte, no comenzaría precisamente por una dirección ni por un barrio, sino por algo como una sensación geográfica, que me acompaña desde siempre: aquella calle arbolada, tranquila, con un rumor de fondo; dos o tres casas descoloridas, los edificios apelmazados; una ciudad ordenada, disciplinada, medio humilde, desanimada –pero sutilmente alerta, esperando que ocurra algo. Belo Horizonte me parece una ciudad melancólica, una ciudad que se resiste a las novedades, a la perturbación. Una ciudad que espera, pero que al mismo tiempo rechaza, el acontecimiento».