Libros: 

El documental humano

Título: El documental humano

Autor/es: Mario Handler

Editorial: Universidad de la República.

Año: 2017

Libro de Mario Handler

Si no filmáramos el presente, nunca habría un pasado en el futuro.

Mario Handler

Mario Handler es un documentalista uruguayo de gran actividad artística y política en su país y en América latina, debido a una carrera iniciada en los duros e idealistas años 60 y 70, con obras como Carlos, cine-retrato de un caminante  en Montevideo (1965), donde sigue con la cámara a un hombre al que la ciudad ha abandonado; Elecciones (1967), codirigida con Ugo Ulive, sobre la vida de un caudillo político; Me gustan los estudiantes (1968), registro de la protesta estudiantil ante la Reunión de Jefes de Estado Americanos en Punta del Este; Liber Arce, liberarse (1969), codirigido con Mario Jacob, sobre un joven estudiante asesinado por la represión estatal… Estos títulos son parte del bagaje que lo acompañó en los primeros encuentros de cineastas de la región en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano: en Viña del Mar (Chile, 1967 y 1969) y en Mérida (Venezuela, 1968), donde compartía cartel con Octavio Getino y Fernando Solanas, de la Argentina; Glauber Rocha, de Brasil; Atahualpa Lichy, de Chile; Jorge Sanjinés, de Bolivia; y Santiago Álvarez y Tomás Gutiérrez Alea, de Cuba; entre otros. De allí surge la necesidad de crear, junto a Walter Achúgar, Mario Jacob y otros compañeros, la Cinemateca del Tercer Cine, que se ocupaba de la distribución de cine de estas latitudes por las pantallas iberoamericanas.

En su exilio en Caracas, Handler prosiguió filmando documentales y realizó una incursión en la ficción con la adaptación de una novela de Guillermo Meneses, Mestizo (1989). El tardío retorno a Uruguay le permitió realizar Aparte (2002), un largometraje documental totalmente autoral, ya que asumió todas las responsabilidades, desde la preproducción hasta la posproducción, pasando por el rodaje y la edición. Durante cuatro años y con graves problemas de salud, entró con su cámara de video a un barrio marginal de Montevideo, donde convivió con seres que cada día lo sorprendían e, incluso, tomaban la cámara para plasmar las carencias materiales y afectivas que los rodeaban. Luego le siguió la testimonial Decile a Mario que no venga (2007), una revisión de los años duros de la dictadura, y su última, Columnas quebradas (2015), sobre la clase obrera uruguaya, entre otras. A lo largo de su vida, fue obteniendo el debido reconocimiento en festivales latinoamericanos y europeos.

Mario Handler

Con el regreso a su país hace veinte años, Handler comenzó a dictar clases de Cine y Audiovisual en la carrera de Información y Comunicación, de la Universidad de la República. De ese encuentro entre el experimentado profesor y los ávidos alumnos por asistir a clases de un reconocido y laureado cineasta surge el libro que hoy presentamos: El documental humano. Un libro personal. En breves pero consistentes párrafos, Handler va develando el misterio de su arte, donde reconocemos la vena didáctica y artística del autor. El libro presenta una estructura que va de lo elemental a lo profundo, de lo particular a lo general, develando en un primer estadio las herramientas del cine documental, en el que describe su cámara ideal: “Una cámara pequeña, cada vez más pequeña, como sustituto o ayuda del ojo y de la mente, que permita una mirada selectiva e intencionada”. El ojo y la cámara no son todo, también la relación con el sujeto, así como la preparación del propio cuerpo para que la cámara no delate su nerviosismo o respiración. Los lentes, la perspectiva o cómo aprovechar los ángulos con los objetivos focales no necesariamente forman parte de una receta invariable, lo que les da sustancia creativa es la interposición del  individuo. Y así, desanda Handler su experiencia ante los ojos de los alumnos y del lector, con ejemplos concretos. Acompaña el dato duro con expresiones artísticas consagradas, y coloca al documentalista en un espacio donde el equipo, el sujeto, el ambiente y su propio cuerpo deben cumplir una función en pos de la obra.

Un segundo apartado está dedicado al color y a la luz, no únicamente desde el punto de vista físico, técnico, sino también teniendo en cuenta al espectador. Prosigue con la continuidad, donde el sonido juega importante papel. La dialéctica del montaje está presente en las hojas de este libro, donde las recomendaciones van desde un borrador hasta conseguir el final de la obra, que aparecerá naturalmente. Las últimas treinta páginas, Handler las dedica a aspectos más abstractos: el discurso documental, la ética del documentalista (“Saber mirar con inteligencia y sensibilidad ya es un comienzo ético”) y la libertad para crear.

En sus palabras hay datos técnicos precisos, hay historia del cine, hay ejemplos artísticos, hay una experiencia invaluable y también hay poesía. Si no, qué otra cosa es cuando dice: “Nunca hay que olvidar que el silencio, más que ausencia de algo, es una forma de existencia”.

Estamos ante un libro inspirador. Dan ganas de tomar una cámara y salir a registrar nuestra realidad, la que vemos, la que nos observa.

 

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