Críticas

La memoria del agua

El botón de nácar

Patricio Guzmán. Chile, España, Francia, 2015.

Todos somos arroyo en una misma agua
Raúl Zurita

Cartel de la película El botón de NácarLa primera imagen nos invita a contemplar un cuarzo que alberga una gota de agua de 3000 años de antigüedad. El agua proviene del cosmos y baña la costa chilena que se erige frente al mar. El agua es vida y en ella conviven la memoria y las voces de quienes la habitaron: los pueblos originarios y los desaparecidos. Ambos fueron víctimas del exterminio y la impunidad.

Luego de Nostalgia de Luz (2010), el gran cineasta chileno Patricio Guzmán (La batalla de Chile, 1975) continúa indagando sobre la historia de su país con El Botón de Nácar (2015), un bellísimo y poético documental que, junto con La cordillera de los sueños (2019), formará una trilogía sobre la importancia de la memoria.

Su voz en off, como suele utilizar en su filmografía, guía el relato y acompaña al espectador ena un viaje donde hilvana con nostalgia el pasado y el presente de Chile, al que trata de entender desde que partió al exilio. A través de una estilizada composición visual, el film parte de la cosmología para hacer referencia al agua y a los hielos del Sur donde vivieron las primeras civilizaciones nómades que crecieron allí, como la etnia selknam y kawésqar. Las fotos nos acercan a sus rostros y costumbres, apreciaremos sus creencias y escucharemos el testimonio de los pocos descendientes que quedan, tras ser exterminados por la llegada de los colonos. Guzmán les pide hablar en su lengua original, y mientras oímos ese canto, su idioma se combina con el sonido del agua por donde navegaron en canoas. La fusión sonora que se produce permite enfatizar la voz propia que les fue arrebatada, y que nadie escuchó.Fotograma de El botón de nácar

Guzmán es un gran observador que necesita mirar más de cerca y en profundidad el extenso territorio chileno. Para hacerlo, envió a hacer una gigantografía de su país que van desenrollando a medida que la narración avanza y se descubren los secretos que alberga la Tierra, como los huesos hallados en el desierto de Atacama, y también el océano, donde se arrojaron cuerpos, voces y esperanza.

El movimiento del agua nos salpica nuevamente con otra historia tan dolorosa como la anterior: la del golpe de Estado al presidente Salvador Allende en manos del general Pinochet, quien durante 16 años sumió al pueblo bajo una cruel dictadura. Una parte de la sociedad fue silenciada e invisibilizada por la intolerancia, las prácticas genocidas y la impunidad. Los desaparecidos “fueron víctimas de una violencia que ya conocían los indígenas”, dice uno de los entrevistados.

Llegada la democracia, Guzmán agrupó a algunos detenidas y detenidos políticos que sobrevivieron apresados en la misma isla donde se confinó a las comunidades indígenas. Cuarenta años después, la justicia impulsó la investigación de los restos humanos sumergidos. En el fondo del mar, el hallazgo de un botón de nácar une las historias, y todo se carga de sentido.

Junto a diversos testimonios y la reconstrucción de hechos altamente sensibles e inexplicables por su crueldad, la película invita a reflexionar sobre las verdades que expone un cineasta con voz propia y comprometido con su pasado. En una suerte de ensayo etnográfico, El botón de nácar es un merecido homenaje a las almas que habitan en la inmensidad del océano.

Tráiler:

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Ficha técnica:

El botón de nácar ,  Chile, España, Francia, 2015.

Dirección: Patricio Guzmán
Duración: 82 minutos
Guion: Patricio Guzmán
Fotografía: Katell Djian
Música: Huges Marechal y Miranda & Tobar
Reparto: Documental

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