Críticas

El Oeste más salvaje

Django

Sergio Corbucci. Italia / España, 1966.

django_cartelEn el western europeo –subgénero mundialmente conocido como spaghetti‑western, si bien esa denominación nació con un propósito despectivo–, hay tres grandes Sergios: Leone, Sollima y Corbucci. Leone ha dirigido films clásicos como Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964), La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più, 1965), El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966), Hasta que llegó su hora (C’era una volta il West, 1968) y la crepuscular Érase una vez en América (Once Upon a Time in America, 1984), mientras que Sollima ha estado detrás de títulos tan solventes como El halcón y la presa (La resa dei conti, 1966) o Cara a cara (Faccia a faccia, 1967).

Fotograma_Django02El tercero en discordia es Sergio Corbucci, director prolífico y multigenérico que llegó al western con dos títulos que remedaban la más modesta serie B americana, Massacro al Grande Canyon (1964) y Minnesota Clay (1964), pero que condujo el género hasta el paroxismo, explorando sus límites más insospechados y atávicos, a partir precisamente de Django, título al que siguieron propuestas como Los despiadados (I crudeli, 1967), Salario para matar (Il Mercenario, 1968), El gran silencio (Il grande silenzio, 1968) o El especialista (Gli specialisti, 1969), antes de llegar a las comedias del oeste Vamos a matar, compañeros (1970) o la insólita El blanco, el amarillo y el negro (Il bianco il giallo il nero, 1975). Al final de su carrera, llegó a dirigir algunas cintas protagonizadas por la inefable pareja formada por Bud Spencer y Terence Hill.

Fotograma_Django03El propio Quentin Tarantino, que es admirador confeso de Sergio Corbucci, ha reconocido que su Django desencadenado (Django Unchained, 2012) no tiene mucho que ver con el largometraje de Corbucci, pero sí con la manera salvaje de rodar que tenía el director romano, que filmó una tragedia salvaje en pleno oeste fronterizo, repleta de zooms, reencuadres y alguna toma subjetiva. Al contrario de lo que cabría esperar de un territorio de frontera, el polvo ha sido sustituido por un lodo permanente, que se convierte en uno de los elementos distintivos de la película. Los personajes no muerden el polvo, sino que acaban enfangados permanentemente (sin duda, una de las mejores escenas es la lucha de las prostitutas en el barro). Ya en la primera imagen, con los acordes del tema principal de fondo, compuesto por Luis Enríquez Bacalov y recuperado por Tarantino en el arranque de Django desencadenado, vemos cómo un misterioso hombre arrastra por el suelo un mugriento ataúd.

Fotograma_Django04En cierto modo, en ese ataúd viaja el pasado de Django (Franco Nero, un habitual del eurowestern, visto también en otras películas de Corbucci y en una de las obras maestras del género: Keoma, de Enzo G. Castellari), pero también su futuro. Django es, por una parte, una historia de venganza (la de aquel que regresa a su pueblo tras la guerra para vengar la muerte de su mujer), pero, por otra, también es una historia de redención (el encuentro con una segunda mujer le da una nueva oportunidad al personaje). Ahora bien, lo único que hay en el ataúd es una ametralladora Gatling, que va a usar para aniquilar a las dos bandas que controlan la zona y enfrentarlas entre sí.

Y es que, no en vano, el argumento de Django guarda bastantes similitudes con el de Por un puñado de dólares, tomado este, a su vez, del de Yojimbo (Akira Kurosawa, 1961): dos bandas enfrentadas y un hombre que regresa para acabar con todos. Por un lado, ha de enfrentarse a los sudistas xenófobos comandados por el Mayor Jackson (Eduardo Fajardo), que se pueden distinguir claramente por sus capuchas y bufandas rojas, que destacan entre los colores pardos predominantes; por otro, se encuentran los revolucionarios guerrilleros del General Hugo Rodríguez (un magnífico José Bódalo), que quieren regresar a México e iniciar una revolución.

Fotograma_Django05El nombre del protagonista es, en realidad, un homenaje al célebre músico de jazz Jean‑Baptiste “Django” Reinhardt, pero se ha hecho muy famoso gracias a la treintena de secuelas apócrifas que se hicieron de la película. El propio Franco Nero protagonizó una de ellas, Django 2. Il grande ritorno (Nello Rossati, 1987). Ahora bien, si hay algo que distingue este eurowestern de Corbucci de otras propuestas coetáneas es la importancia que adquiere el personaje femenino, María (Loredana Nusciak); eso y cierto regusto sádico, salvaje y muy primitivo. En los primeros minutos del metraje se suceden varias matanzas, y al personaje del Mayor Jackson lo presentan cazando mexicanos como si estuviera tirando al plato. Efectivamente, nunca el Oeste fue más salvaje que en Django, ni más sucio. Y, gracias a Tarantino, el spaghetti‑western vuelve a estar de moda. Gracias, Quentin.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Django ,  Italia / España, 1966.

Dirección: Sergio Corbucci
Guion: Sergio Corbucci, Bruno Corbucci, José Gutiérrez Maesso, Piero Vivarelli y Franco Rossetti
Producción: Manolo Bolognini, Sergio Corbucci y Bruno Frascà
Fotografía: Enzo Barboni
Música: Luis Enríquez Bacalov
Reparto: Franco Nero, José Bódalo, Loredana Nusciak, Eduardo Fajardo, Ángel Álvarez, Gino Pernice, Simón Arriaga, Giovanni Ivan Scratuglia, Remo De Angelis, Rafael Albaicín, José Canalejas

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