Críticas

Dese(rt)o

Desierto particular

Deserto particular. Aly Muritiba. Brasil, 2021.

Escondido entre las reverberaciones de una realidad diáfana, el deseo es un elemento que se apoya en la voluntad de querer tener (y ser) lo que está fuera de nuestro alcance directo. Se supone, de hecho, que el acto de anhelar es un punto de partida para una lectura psicológica de lo que somos, un proceso de descubierta que, al ser llevado hacia la superficie, nos permite tener una mejor visión de nuestros mecanismos mentales. No siempre, obviamente, el concepto de deseo resulta simple de descodificar, y el análisis global de lo que podría parecer algo efímero se inserta en una necesidad de controlar no solo lo que consideramos “anhelo”, sino también las implicaciones de este elemento tan humano, capaz de traspasar los bordes de nuestra raza y de brotar con su presencia en todo el mundo animal (del que, obviamente, formamos parte). Los deseos, entonces, se esconden también detrás de lo social, de lo civilizado, y se refugian en aquellas partes más instintivas por las que, a veces, logramos hacernos atrapar. Se presenta, en otras palabras, la posibilidad de un choque entre lo natural y lo reprimido por parte de unos elementos sociales que nos imponen determinadas costumbres, algo que, de por sí, no es ni malo ni bueno, sino que depende, obviamente, del contexto.

La presencia del deseo en tanto parte de una voluntad de crear una relación sentimental es el elemento fundamental sobre el cual se basa la película brasilera de Muritiba. Es un deseo que nace en dos personas que se conocen solo a través de la protección de las pantallas de sus móviles, una sensación, esta, de cercanía y de alejamiento que pone en marcha la presencia de un ansia por el contacto físico. Pero, en su distancia real (e irreal), la perfección de esta relación se suma a una fisicidad frustrada que se inserta en un discurso mental ya que, efectivamente, el deseo se instaura en el área de lo imaginario, de lo vivido en tanto elemento abstracto. Lo que vemos entre los dos personajes principales se transforma así en una cohabitación entre dos psiques que buscan una liberación de un mundo en el que no logran encontrar su descanso físico y mental; el intercambio de mensajes, la creación de un elemento dialógico entre los dos, crea unas repercusiones en sus vidas gracias a las cuales el mundo logra descargarse de la presencia de sus crisis, de sus frustraciones, de sus incompatibilidades entre lo esperado y lo concreto.

La cuestión del deseo pone de manifiesto, obviamente, el valor del yo en tanto liberación de los mecanismos reales que subyacen en una persona. El elemento LGBTQ+ en el que está sumergido el texto narrativo nos propone así un análisis discursivo que nos ayuda a tener una visión más compleja de la propuesta fílmica. El factor “no heterosexual”, en todas sus vertientes, se viste de una serie de discursos interseccionales que logran superar el simple apodo de “cine gay” (y mucho más). La lectura de la película se puede transformar en un discurso abierto a todo tipo de persona que sea capaz de dejarse llevar por una voluntad de profundizar el discurso del deseo, sí, como también de la liberación del propio yo y del choque entre una limitación innatural de la manifestación de la persona en tanto parte de un discurso social más correcto, más abierto y, cosa más importante, atado a una cuestión de no quererle hacer daño a persona alguna. La libertad, entonces, se basa en el dejarse liberar por un reconocimiento de la inocencia del acto mismo, ya que no existe ninguna víctima en su contexto de aceptación.

Profundo en su manera de jugar con los colores, el filme se apoya sobre un uso inteligente del ojo de la cámara y, en la maestría de las actuaciones (todas, desde las de los actores principales hasta los de los roles más pequeños), el resultado final es un mosaico de imágenes y sonidos capaces de hacer reverberar unos elementos narrativos secundarios en el lienzo discursivo global. La decisión de seguir un camino lento se traduce en una ulterior componente textual, dejando así que el fluir de la introspección se abra en el interior fascinado del espectador. Este movimiento silencioso, que se nos presentaen los títulos iniciales pasados los veinte minutos, es también una invitación al análisis fílmico y psicológico, al ensimismarse, al poner en marcha una lectura que, más allá de la profundidad, nos pide mucha atención en lo que al elemento discursivo se refiere. Quedamos, así, fascinados, la mirada ante una pantalla que cobra forma gracias a un punto de vista estético en las tomas de las imágenes, y, si bien algunas escenas podrían resultar demasiado cargadas de un erotismo al que no estamos acostumbrados, el resultado final nos otorgará un cuento sobre el valor del deseo en tanto voluntad de seguir nuestra naturaleza mientras no le hagamos daño a nadie.

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Ficha técnica:

Desierto particular (Deserto particular),  Brasil, 2021.

Dirección: Aly Muritiba
Duración: 121 minutos
Guion: Henrique Dos Santos, Aly Muritiba
Producción: Antonio Gonçalves Junior, Luís Galvao Teles, Gonçalo Galvão Teles, Aly Muritiba
Fotografía: Luis Armando Arteaga
Música: Felipe Ayres
Reparto: Antonio Saboia, Pedro Fasanaro, Thomas Aquino

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