Festivales 

BAFICI 2013

BAFICI-cabecera

Bafici no sólo es un festival que ya se ha consolidado como la alternativa que esperamos cada año para ver ese cine que se da a conocer en grandes festivales, vedados para la mayoría de los que vivimos alejados de las grandes ciudades que los celebran. Es también para quienes formamos parte de EL ESPECTADOR IMAGINARIO un punto de encuentro, teniendo en cuenta que los que colaboramos con la revista vivimos en distintos países y que, generalmente, “competimos”, en el buen sentido de la palabra, por ver este o aquel estreno.

Bafici-1Entre la función de apertura, donde se proyectó la chilena No (Pablo Larraín) en homenaje al país invitado y la clausura con la francesa Au bout du conte (Agnes Jaoui) pasaron más de cuatrocientas películas: muchas argentinas, muchas reposiciones de festivales pasados, pero gran cantidad de propuestas que nos han impresionado ampliamente, como podrán comprobar al leer nuestras reseñas y críticas. Todas ellas eran presentadas con los cortos institucionales rodados por Pablo Trapero, tres filminutos que tienen en común el descaro de la cámara para incursionar más allá de lo convencional, de meterse en el medio de la escena para develar la fantasía: Mar, en una onda familiar, tiene que ver con la iniciación y el descubrimiento; Tierra, donde el hombre debe entendérselas con el ganado, una serie de inquietantes imágenes sobre la tarea brutal del campesino; y, finalmente, Cielo, realizada con imágenes de archivo del backstage de Gatica el Mono, la película de Leonardo Favio, cineasta sobresaliente del cine argentino que, en esta oportunidad es homenajeado por Trapero con imágenes del mundo del boxeo. Su homenaje a un director tan genuino y reconocido cierra con Favio en un momento de descanso, mientras se oyen merecidos aplausos que, finalmente, terminarán confundiéndose con los del público de la sala.

Para los argentinos Bafici es desde hace años una puesta al día de lo que no llega a las pantallas comerciales. Pero también este año ha sido el encuentro virtual y real entre cuatro de nosotros, en la intención de tratar de encontrar una mirada polifacética de un festival que ha ido satisfaciendo año a año nuestra pulsión cinéfila.

Quince años cumple Bafici, y no es poco. Se merece, por tanto, traer a colación la Introducción al Festival que realizó Pablo Castriota en 2011, porque ilustra sobre una experiencia subjetiva pero ampliamente compartida. A continuación, Pablo Gamba describe, desde su asistencia como acreditado de un diario venezolano, qué impresión le ha dado participar por segunda vez de su celebración. Finalmente, Marcela Barbaro hace un recorrido por los quince años del Bafici para rescatar su impronta en el crecimiento del cine argentino.

Les ofrecemos varias miradas sobre esta especie de sobredosis cinematográfica, que siempre nos deja con una cierta impotencia por querer abarcarlo en su totalidad. Que lo disfruten.

 

Liliana Sáez


 

Bafici 2013: la difícil búsqueda de lo nuevo

Por Pablo Gamba

Terminó el Bafici y toca la tarea de comentar un festival de cine que sigue siendo sin igual en América Latina en lo que respecta a la ambición, aunque no posea la categoría A de Mar del Plata, también en Argentina, ni el “independiente” del nombre tenga un significado por sí mismo tan evidente como el “nuevo cine latinoamericano” del Festival de La Habana, ni tenga los más de cincuenta años de trayectoria del Festival de Cartagena, en Colombia, por ejemplo.

Bafici-3La meta del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, tal como fue expresada en el catálogo de este año, es buscar “lo mejor, lo más arriesgado, lo más fresco en la nueva producción cinematográfica global”. Pero además el Bafici se enorgullece de haber tenido una asistencia de Maracaná, con un cálculo oficial de 370.000 espectadores. Eso indica que también hay un equilibrio entre lo arriesgado y lo atractivo para el público.

Un festival que apunta tan alto y también aspira a ser masivo no puede escapar de una similarmente estricta evaluación de la crítica, más aun cuando para 2013 se produjo un relevo que llevó a Marcelo Panozzo a la dirección artística en sustitución de Sergio Wolf. Los criterios para juzgarlo fueron esbozados en el propio Bafici, en la mesa redonda “¿Cómo Pensar una Crítica para el Cine Contemporáneo?”, cuya discusión derivó hacia el problema de cómo distinguir lo falso de lo auténtico al buscar lo novedoso en la programación y cómo evitar la circularidad que hace que las mismas películas se repitan de festival en festival. La cuestión se complica, además, cuando hay abundancia de títulos, con 15 filmes en la Competencia Argentina, 20 en la Internacional y 24 en Vanguardia y Género en el Bafici.

Trasladando eso al palmarés, el principal acierto de 2013 sería el Gran Premio a Arraianos de Eloy Enciso (España, 2012), con el que Vanguardia y Género trató de ser continuadora de la sección anterior: Cine del Futuro. Pero en sentido estricto no fue una película descubierta por el festival de Buenos Aires, puesto que se estrenó en Locarno en 2012. Algo similar puede decirse de las otras dos galardonadas en la misma sección. El cortometraje A Story for the Modlins de Sergio Oskman (2012) ganó el Premio Goya en su país, España, y fue el mejor documental de menos de treinta minutos en Karlovy Vary, mientras que el largometraje Joven y alocada de Marialy Rivas (2012) fue premiado por el guión en el Festival de Sundance. Si formaba parte del homenaje a Chile como invitado de honor, la importancia del cine de ese país en el panorama latinoameriano actual es algo absolutamente obvio.

Lo que hizo el Bafici este año en Vanguardia y Género, en síntesis, fue dar un espaldarazo a lo valioso, pero no a lo desconocido. No obstante, a los programadores de esa sección debe reconocérsele la irreverencia de haber seleccionado filmes como El Santos vs la Tetona Mendoza de Alejandro Lozano (México, 2012), Animals de Marcal Fores (España, 2012), Mujer lobo de Tamae Garateguy (Argentina, 2012) y Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta de Ernesto Díaz Espinoza (Chile, 2012), que es un tipo de cine que los críticos conservadores desdeñan. Otros, en cambio, encuentran en eso una razón para amar al Bafici.

En la Competencia Internacional se fue aún más hacia lo seguro, al premiar como mejor película a Berberian Sound Studio de Peter Strickland, que también estuvo en Locarno el año pasado y venía de recibir cuatro galardones del cine independiente del Reino Unido.

A la ganadora en la competencia de cine argentino, La Paz de Santiago Loza (2013), podría elogiársela por diversas razones, pero no porque sea un filme innovador en el cine de su país. Los dos títulos más destacados que iban en la dirección de aportar cosas nuevas, paradójicamente, no compitieron en el renglón del cine nacional: Leones de Jazmín López (2012), ganador del premio especial del jurado en la competencia internacional y que fue estrenado en el Festival de Venecia, y Viola de Matías Piñeiro (2012), distinguido en la misma sección por el trabajo de las actrices, y que llegó al Bafici luego de estar en los festivales de Toronto y Berlín, y en New Directors/New Films, en Nueva York. Incluso el aparentemente audaz premio a la mejor dirección que se le otorgó a Raúl Perrone por P3nd3jo5 (2013) fue a las manos de un cineasta que es figura de culto en Argentina.

En lo que respecta al resto de la programación, se destacaron especialmente la retrospectiva dedicada a la vanguardia austríaca, así como los focos dedicados al cineasta español Lois Patiño y la agencia británica Lux. Pero la abundancia de películas en competencia, que exigía ver cinco filmes diarios para poder abarcarla por completo, obligaba a los críticos a hacer dolorosos sacrificios al planificar lo que van a ver en el festival. Junto con esas películas, además, estaba un homenaje a Adolfo Aristarain que da la impresión de ser redundante en Argentina, y un programa dedicado a la serie francesa Cineastas de Nuestro Tiempo que tenía un aire de recopilación de materiales complementarios de DVD.

Lamentablemente el que iba a ser el principal homenajeado del Bafici no asistió al festival: el cineasta de Corea del Sur Hong Sang-soo, a quien se dedicó una retrospectiva. Vinieron el brasileño Júlio Bressane y el chileno Díaz Espinoza, que como suele ocurrir con los cineastas de América Latina son conocidos en sus respectivos países pero ignorados en el resto de la región, que se entera de que existen cuando les hacen homenajes en Europa o en Estados Unidos. Es de celebrar, sin embargo, la publicación de sendos libros sobre Hong y Bressane, con los que el Bafici hace un aporte a la bibliografía sobre el cine en español.

En la programación de la sección Panorama, de más de cien títulos, se percibió el afán de complacer al público con una serie de filmes atractivos por la reputación que ellos y sus realizadores han venido construyendo en otros festivales. Entre ellos estuvieron el documental palestino-israelí nominado al Oscar 5 Broken Cameras de Emad Burnat y Guy Davidi, The ABCs of Death de varios realizadores (Estados Unidos-Nueva Zelanda, 2012), Closed Curtain de Jafar Panahi (Irán, 2013), Gebo et l’ombre de Manoel de Oliveira (Portugal-Francia, 2012), Outrage Beyond de Takeshi Kitano (Japón, 2012), y Post Tenebras Lux de Carlos Reygadas (México-Francia-Alemania-Holanda, 2012). Pero esas películas estuvieron allí por conocidas, no porque sean lo nuevo hacia lo que la brújula debería apuntar.

Hay que insistir: en América Latina no hay otro festival como el Bafici, tanto en lo que respecta a sus aspiraciones como a sus logros. Si lo que proclaman los textos de presentación fijan metas que parecen imposibles de alcanzar, y hay un público de la ciudad que tiene interés en ver películas de las que ha escuchado hablar, el festival por lo menos logró alinearse este año con el criterio de lo que en el ámbito internacional se considera novedoso. La crítica de fondo consistiría en haber reincidido en el tipo de consenso que se cuestionó en la mesa redonda citada, lo cual fue especialmente evidente en la competencia de cine nacional. Pero que el debate pueda plantearse en esos términos es de por sí una muestra del nivel del Bafici.


 

El cine argentino en el 15º BAFICI

Por Marcela Barbaro

El Bafici cumplió quince años de trayectoria. Fuimos parte de los festejos. Aún es joven y,  por esa razón, tiene mucho potencial para dar y un camino largo por consolidar, aunando, como siempre hace, ese lugar de encuentro en que se da cita el cine independiente de Argentina y del resto del mundo, principalmente.

¿Qué pasó hace quince años? Esos años significan quince años de cine argentino. De un nuevo cine que surgió como bisagra en relación a una cinematografía anquilosada,  comercial, poco incentivada, con falta de recursos económicos, sin contar con una buena dirección en el Instituto Nacional de Cine y  Artes Audiovisuales –INCAA- y, por ende,  sin un público cautivo, más bien desinteresado y descreído. A partir del  surgimiento de una nueva generación de jóvenes cineastas egresados de Escuelas o Universidades de Cine que tenían algo para decir, el cine local comenzó a ser tenido en cuenta. Llamaba la atención nuevamente, como otrora despertó aquel cine de los años sesenta de grandes y consagrados realizadores. Hacía falta una renovación estilística y temática, acompañada de un Estado que fomente e incentive la producción de la cinematografía local.

Bafici-2Entre aquellos jóvenes cineastas, Pablo Trapero daba sus primeros pasos en el Bafici debutando con su primer  largometraje Mundo Grúa (1999). A partir de aquella película, su carrera comenzó un rumbo ascendente, consagrándose como uno de los referentes del cine nacional de nuestros días. Como la mayoría de los festivales, el Bafici pasó a ser un lugar que re significa. Una plataforma en la que todo  nuevo cineasta puede apoyarse  y  exponer su talento hacia los espectadores, y hacia los críticos que esperan descubrir nuevos talentos que, de tanto en tanto, la pantalla grande les regala.

De aquel debut  pasaron, como ya mencioné, quince años. A partir de esa instancia, muchos otros directores argentinos exhibieron sus óperas primas en el festival. Hoy, algunos de ellos son reconocidos en el mundo y, eso, nos enorgullece. Por esa razón, y para festejar este juvenil cumpleaños, Pablo Trapero fue invitado a dirigir los tres cortos institucionales de éste año: Mar, Tierra, Cielo. Y como si esto fuera poco, fue exhibida Mundo Grúa junto al resto de su producción de cortometrajes.

Como parte de los festejos, la Federación Internacional de la Prensa Gráfica –FIPRESCI-  tuvo la tarea de seleccionar los quince films argentinos destacados en su paso por los quince años del Festival. Por ese motivo, la oferta de películas nacionales duplicó su apuesta, y en forma paralela a los films participantes de la Competencia Argentina, se exhibieron: Historias Extraordinarias (Mariano Llinás); Süden (Gastón Selnik); Silvia Prieto (Martín Rejtman), Modelo 73 (Rodrigo Moscoso);  El estudiante (Santiago Mitre); El árbol (Gustavo Fontán); Tan de Repente (Diego Lerman), Parapalos (Ana Poliak), Pacto de Silencio (Carlos Echeverría); Los Salvajes (Alejandro Fadel); La libertad (Lisando Alonso); Bonanza (Ulises Rosell) y El Amor –primera parte- (Alejandro Fadel; Martín Mauregui, Santiago Mitre, Juan Schnitman).

Este espacio cedido y ampliado a la cinematografía argentina, se agradece. Porque no hace más que fomentar, incentivar y difundir una nueva concepción de filmar, de producir y de hacer cine dentro de Argentina y en competencia con la oferta cinematográfica de  América Latina. Desde hace quince años los argentinos volvieron a llevar su producción al resto de los Festivales más consagrados, y ese es un lugar ganado a talento y a pulmón, como diría la canción.

Como las oportunidades nunca debieran dejar de agradecerse, desde nuestro pequeño lugar de críticos y Espectadores Imaginarios, reconocemos la generosidad y gentileza de un Festival como el Bafici en su apoyo e incentivo al cine en general, y al cine argentino en particular.

¡Feliz Cumpleaños!

Reseñas

Palmarés

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2 respuestas a «BAFICI 2013»

  1. Muy importante la crónica de Marcela Barbaro. Además de refrescarnos los 15 años del BAFICI -buena oportunidad para celebrarlo a lo Kubrick, con el vals vienés de 2001- nos permite ver uno de los mejores ejemplos de política de Estado en materia cultural que, contra viento y marea se impuso y se proyecta en el tiempo. Un ejemplo gigante para imitar!!!

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