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Tu coño, reformulación del género pornográfico.

El cine pornográfico ha llegado al día de hoy devastado y hundido. Por lo menos, en los términos industriales, de distribución y exhibición que conocíamos. Las nuevas reglas del juego y la cima alcanzada por fenómenos como Internet han sumido al audiovisual clásico de contenido sexual en un ocaso con final infeliz. Sin embargo, la defenestración del género conocido como cine para adultos, hardcore, no significa que ahora mismo no se consuma material de este calibre. Más bien todo lo contrario. La posibilidad de visionar escenas de contenido sexual explícito se ha desbordado. Encontrando en la amplitud de la globoesfera todo tipo de páginas a las que recurrir si surge la necesidad de ver imágenes de erotismo de todo pelaje. Ahora todo vale, incluido la falta de pudor para que aficionados de pose natural expongan una actividad que ya no tiene fronteras y ha perdido su cariz de tabú. El género se ha desenmascarado y se ha hecho viral. Ya no hay cueva que explorar. Se puede decir que la red ha matado a la estrella de la pornografía.

Si echamos la mirada atrás y recordamos los albores fundacionales del cine pornográfico en su época de inicio y camino del esplendor, es obligado traer aquí las barreras sociales que tuvo que superar para ser aceptado como tal. En sus comienzos, con una industria aún sin armar y con canales de distribución todavía en fase de construcción, a la pornografía se la tildaba como algo inmoral, grosero e irrespetuoso. Una aberración sucia y pervertida. Los años 70 fueron claves para unas tentativas en evolución. Toda vez que logró imponerse y abrir un mercado consiguió que muestra a muestra fuera ampliando su progresión.

Para que el cine para adultos funcionara tuvieron que converger varios factores. Entre ellos, la liberación de la actitud del público hacia el sexo, cuya conquista se graduó de mediados a finales de los años 60. Gracias a la desaparición de los prejuicios sobre el sexo y la transformación que se iba produciendo en la sociedad, con la presencia de una mujer más activa en todos los niveles, empuja a los hacedores de pornografía la cuestión de cómo mostrarlo en el cine. Se habían roto bastantes moldes, aparecen terapeutas sexuales y surge un interés por la sexualidad de una manera libre y, poco a poco, desprejuiciada. Además de comportamientos sociológicos con la llegada de una juventud más preocupada por la actividad sexual abierta y placentera.

Por lo tanto, había que encarar el tema del realismo erótico de una forma que llamara la atención y provocara el interés de un determinado público. Evidentemente, la pornografía no iba a ser para todos los estómagos. Había que fijar las convenciones, los recursos y explorar los esquemas narrativos que, en sus primeros pasos, eran poco imaginativos. Las producciones iniciales eran rudimentarias, cutres y contenían un desvaído dispositivo visual. Con el correr del tiempo y gracias a la demanda, el soporte financiero aumentó en algunas películas, al contar con presupuestos más altos, intérpretes profesionales y algo de gusto en la planificación. En la industria se alternaban proyectos sólidos con otros más chapuceros, que evidenciaban su origen doméstico.

La gran deflagración o tormenta perfecta para el género fue Garganta profunda (Deep throat, EUA, 1972), de Gerard Damiano, que puso en órbita la gesta, se convirtió en un éxito y atrajo a una multitud variopinta de espectadores. Ya antes de este hito de proporciones colosales y, prácticamente, desde la puesta en marcha del cinematógrafo, se coqueteó con los desnudos y cada cinematografía tenía sus experiencias en un terreno que era todo furtividad. Para los que tenían acceso a las imágenes prohibidas era un éxtasis en reuniones privadas que anticipaban orgías.

En tiempo presente, el cine pornográfico como tal es historia. ¿Hay mucha pornografía? Sí, a raudales. De toda índole y variedad. Ahora su fervor y muestrario está al alcance de un clic. Y su presencia no hace distinción de edad siempre y cuando el usuario o usuaria tenga a mano un dispositivo electrónico y cobertura wifi. Su amplio catálogo se puede rastrear y contemplar en cualquier equipo. El marco se ha ampliado y su proliferación es brutal. Así las cosas, las pantallas de cine y la televisión son poco menos que reliquias.

El cine pornográfico, como toda ola o movimiento, tuvo su irrupción, su máximo apogeo y su decadencia. Su declive solo hizo transmutar los hábitos y los canales de difusión del material pornográfico. Asumiendo que nada del pasado renacerá, sí ha surgido, sin embargo, una pequeña muestra que recobra parte de la forma de ser de las películas para adultos, pero desde un enfoque y tratamiento singular y original.

Me estoy refiriendo a la curiosa y sorprendente película Tu coño (España, 2023), de Gonzalo García Pelayo. Se trata de una pieza que redefine y reformula la base del cine pornográfico para proponer, desde los caminos de la creación, un aporte personal que no se parece en nada al modelo que conocemos, si no fuera porque la pareja protagónica practica el coito en la casi totalidad de su metraje.

Gonzalo García Pelayo, autor de largometrajes icónicos del cine español, como Manuela (1976) o Frente al mar (1978), se lanza al vacío, sin red, a una aventura cinematográfica pensada para activar su inteligencia intuitiva. Para evitar quedar obsoleto y no dejar que las neuronas aflojen su capacidad elucubradora, lleva a cabo un megaproyecto, consistente en rodar once películas en un año en diferentes localizaciones. Al final, este reto sale adelante, se fragua y se consolida en términos personales y repletos de ideas. El realizador madrileño da a luz a una proteínica propuesta definida bajo el epígrafe 10 (+1).

De esta insólita y multivariada maniobra cargada de sugerencias e inventiva, rodada en varios países, entre ellos España, llama la atención por ser trabajos de verso libre, mínimo equipo técnico y con duraciones entre los 70 y 75 minutos. De los once títulos, hay uno, Tu coño, que suena con una resonancia diferente y muy atrevida. Una vez visto, observo que se trata de una película pornográfica, tal cual, pero con matices que exploran el lenguaje cinematográfico.

La película no se parece a ninguna. Es porno, pero no convencional. Es un ejercicio indagatorio que recurre al apareamiento entre un hombre y una mujer, actores pornográficos, que cogen más como compañeros  para indagar en la función de su cometido, alejándose de ser figuras insensibles y autómatas que fornican como seres lúbricos sin otro objetivo en su misión.

Tu coño es clara y contundente. No se anda por las ramas y afronta su narratología desde el propósito del sexo. El largometraje se abre con el sonido de jadeos, armonía de fluidos y una voz en off que resume el karma de todo el propósito de la no (historia): sexo, sexo y sexo. Se repite como una letanía. ¿Querer más sexo? No es un exceso. Esa voz pone al espectador en situación, apoyada por el plano de la vagina de una mujer penetrada por el miembro viril del hombre; no admite discusión. Los actores (Macarena Lewis y Saúl de la Roca) copulan con calma y escuchamos la voz del director, García Pelayo, que observa que sus intérpretes están entregados y grita ¡acción! Se amplia el contenido del plano, visualmente más elaborado, y te fijas que los personajes van a lo suyo, pero el contenido del dispositivo visual es compuesto por una sutil intertextualidad que le proporciona al filme una dimensión especial y atípica. Motivo por el cual Tu coño se desmarca de los códigos de este género.

La mezcolanza de textos, manejados y alternados en pantalla, desde sobreimpresiones a resortes televisivos, aportan una imaginería sofisticada, más propia de otros corpus fílmicos. La ruptura discursiva y los vuelos narrativos son innovadores como las licencias narrativas. Prueba de ello son sus geniales quebrantos de clichés. De tal manera que la acción sexual de los personajes, Nerea y Adriano, queda invadida por la entrada de otras criaturas, ajenas a la interrelación de la pareja, que actúan como glosadores de las virtudes del sexo.

Adriano y Nerea ponen en ebullición sus cuerpos y se ejercitan como entusiastas practicadores de sexo; su actividad coital es aclamada por la entrada en escena de invitados de paso, que se quedan en el plano e introducen un discurso, a modo de deleite, que dejan una banda sonora compuesta por música, canciones, poesía y disertaciones.

Esta noción de relato todavía da más de sí en la reinterpretación del acto de actuar. Los personajes llevan su roles hasta un límite sugerente y provocador. Gonzalo García Pelayo, siempre con afán de trastocar la forma y explorar la polivalencia, obliga a los intérpretes a leer los diálogos del folio y desnudar (nunca mejor dicho) la actuación. Además, escuchamos las órdenes del director proponiendo a sus actores los recursos que quisiera conseguir de ellos. O la voz del montador de la película, destacando su particular punto de vista, para conferirle a la obra otro cariz o sentido, como la utilización de la pantalla partida.

En la innovadora propuesta de García Pelayo, hay otro tipo de aportes que hacen de Tu coño un ejercicio estilístico sin precedentes. Adriano deja ser ficción y se transforma en Saúl de la Roca y ejerce de entrevistador de Macarena Lewis, que abandona por unos minutos a Nerea. En este tipo de entrevista se abordan temas mundanos y otros más personales y vinculados con el sexo y la profesión de actriz porno. Sobrevuela la sinceridad (la intérprete confiesa sentirse incómoda con el sexo anal) y la película deja ver un montón de capas que hacen de su visión una experiencia fascinante y asombrosa.

Gonzalo García Pelayo se desmarca de lo plausible y trillado y se lanza a un abismo, protegido por una arnés peculiar e imaginativo. Su proyecto 10 (+1) es motivador e inteligente. Su muesca, Tu coño, una barbaridad suculenta y ejemplar desde el punto de vista visual y estético. La grandeza de Macarena Lewis, como Nerea, hablando de su concha, de reducción de labios mayores, de mostrar su pubis en planos detalles a la vez que, en otro instante, Adriano eyacula sobre el folio que lleva escritos los diálogos, mientras se sobreimpresionan los nombres de los guionistas del largometraje, en un enfoque muy bien trabajado. Esta película traspasa el concepto de pornografía y llega a una cota repleta de chispa y audacia.

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