Críticas

La democracia de la publicidad

No

Pablo Larraín. Chile / EUA / Francia, 2012.

Cartel de la película NoNo es la tercera película de Pablo Larraín sobre los años de la dictadura de Augusto Pinochet. Con las tres ha triunfado en el Festival de La Habana: Primer Premio Coral por Tony Manero (2008), Segundo Premio Coral por Post mórtem (2010) y Primer Premio Coral por No (2012), que también estuvo nominada al Oscar a la mejor película en lengua extranjera este año, compitió en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes en 2012 y fue este año el filme de apertura del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici)

La campaña publicitaria de la oposición en los comicios convocados por la dictadura, y que pusieron fin con los votos al régimen de Pinochet, es el tema de No. El filme se destaca, en primer lugar, por la técnica. Fue grabado en U-Matic, el formato de video más usado por la televisión en esa época. Eso le permitió al realizador darle un aspecto homogéneo a lo que grabó para la película y el material de archivo que empleó en abundancia, y que consiste principalmente en las piezas realizadas para los quince minutos diarios que la televisión dispuso para que los partidos a favor del No y el Gobierno transmitieran sus mensajes proselitistas.

A la falta de solución de continuidad visual entre la ficción y la publicidad se añade que, por el montaje, muchos de los diálogos parecen desarrollarse sin interrupciones, aunque los cambios de locación pongan de manifiesto que se trata de un efecto logrado por los editores. Esa evidente manipulación se conjuga con el realismo de un estilo documentalista que saca partido de la movilidad de las cámaras del periodismo televisivo, y la combinación de todo eso indica que la verdadera protagonista de No es una forma de comunicación masiva que hace borrosas las fronteras, no sólo entre la realidad y los relatos audiovisuales verosímiles que se hacen sobre ella, sino también entre ambas cosas y la publicidad. El conflicto político se plantea en la película como cuestión de uso de ese tipo de mensajes.

Fotograma de la película NoPero no se trata solamente de una reflexión acerca de las imágenes. A través del imitador del protagonista de Fiebre del sábado por la noche (Saturday Night Fever, 1977) se lograba una solución de continuidad, en Tony Manero, entre la evasión, a través de películas como la de John Travolta, y la violencia de la dictadura y del crimen, y algo similar ocurre con René Saavedra (Gael García Bernal), el protagonista de No. El principal creativo de la campaña tiene una vida que se parece a los comerciales. Gana lo suficiente para tener una casa y un automóvil del american way of life. Hábitos como el de andar por la calle en patineta y jugar con el tren eléctrico que le compra a su hijo indican que también tiene algo de la edad mental de cinco años que su ex pareja atribuye a los bocetos de la campaña. En ese sentido es como el Tony Manero que quiere ser bailarín.

La faceta de Saavedra que lo ancla en la sociedad, y que se corresponde con la violencia del personaje de ese otro filme de Larraín, es la competitividad. Tiene una rivalidad con uno de los que participan en la realización de la campaña y también con el propietario de la agencia para la que trabaja, que asesora al gobierno y utiliza su poder en la compañía y otros trucos sucios contra el No. Hay un momento en el que el protagonista le dice al empresario que se trata de la campaña de los empleados contra la de los jefes, pero no en referencia a nada parecido al conflicto de proletarios y burgueses del Manifiesto Comunista sino porque es consciente de su cotización en el mercado.

La película profundiza de esa manera en el vínculo entre las pugnas comerciales y las que se libran por los votos y, por ende, en cómo del modelo de sociedad de mercado impuesto por la dictadura surgió la mercadotecnia electoral que condujo al fin del régimen de Pinochet. El filme marca así distancia con respecto a los discursos que ponen énfasis en la participación popular como motor de la conquista de la democracia, lo cual es su aspecto más interesante, pero lo hace al precio de no ahondar en cómo la campaña engranó con la protesta social y el trabajo político que se hacía para lograr el cambio de gobierno.

Imagen de No, de Pablo LarraínEn No también hay un abundante uso de los materiales del Sí, y tampoco hay solución de continuidad entre la brutalidad del spot en la que una aplanadora amenaza con aplastar a un bebé, y la represión salvaje y los métodos parapoliciales de intimidación. Todo eso junto constituye la “milicultura”, como la llaman en una pieza publicitaria del No, y plantea que, si la radio y el cine fueron los medios de comunicación por excelencia del fascismo, la democracia se ve mejor en la TV, incluso como producto comercial, que el intento de maquillar a una dictadura como la chilena. La moraleja pareciera ser, por tanto, como la de un filme célebre sobre los últimos días de otro gorila, King Kong (1933): no fue el pueblo, fue la publicidad por televisión la que acabó con el dictador Augusto Pinochet. Pero a esa moraleja debe anteponérsele el lugar común publicitario “nuevo”. No es un filme más iluminador sobre los problemas de la sociedad democrática que surgió al haber terminado de esa manera la dictadura, que acerca de cómo se puso fin por los votos al régimen militar.

Tráiler:

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Ficha técnica:

No ,  Chile / EUA / Francia, 2012.

Dirección: Pablo Larraín
Guion: Pedro Peirano, basado en la obra “El plebiscito” de Antonio Skármeta
Producción: Pablo Larraín, Juan de Dios Larraín
Fotografía: Sergio Armstrong
Música: Carlos Cabezas
Reparto: Gael García Bernal, Alfredo Castro, Luis Gneco, Néstor Cantillana, Antonia Zegers, Marcial Tagle, Pascal Montero, Jaime Vadell

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