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Machado y Benjamin: el último viaje

“Espero haberles dado la impresión de estar tranquilo también en los momentos difíciles”. Con estas palabras, escritas en una carta, se despedía Walter Benjamin de su amigo Theodor Adorno antes de suicidarse en Portbou, España, en los primeros días del  otoño de 1940. Lo hizo por impotencia, por falta de esperanza, después de un viaje que comenzó en tren desde Marsella a Cerbère y que concluyó con un  trayecto de algo más de ocho kilómetros a pie, cruzando los Pirineos, acompañado por la activista Lisa Fittko, una de las últimas personas que vio con vida al filósofo alemán.

“Estos días azules y este sol de la infancia” son los últimos versos que escribió Antonio Machado unos días antes de morir, por enfermedad y tristeza, tras un duro viaje que le llevó hasta Colliure, el exilio en Francia. Estos versos fueron encontrados en el bolsillo de su gabán. Hablan del presente de entonces, de los días azules que apenas alcanzó a vivir en la costa francesa antes de fallecer y que compara, con nostalgia, con su pasado, su infancia en Sevilla.

En lo personal me llamó poderosamente la atención el hecho de que dos grandes personajes de la historia reciente, coetáneos, compartieran el mismo final tras un viaje no deseado al exilio. A sus muertes les separaban veinte kilómetros de distancia y algo más de un año en el tiempo. El poeta cruzó de España a Francia y el filósofo lo hizo en la dirección contraria, Francia-España. Ambos estuvieron en Portbou y cruzaron los Pirineos. Si nos detenemos en el concepto del alemán sobre el aura, esa peculiaridad que se conforma a veces en un lugar y espacio, es decir, una atmósfera especial que acontece en un espacio y tiempo concretos, diríamos que debió de existir un aura en la frontera franco-española en la que acontecieron los fatídicos acontecimientos que estoy refiriendo. Benjamin lo hubiera explicado de esa manera.

Dos películas documentales, de estilo narrativo muy diferente, nos traen a la memoria estos hechos. En orden cronológico, la primera es Más allá de la frontera (Jenseits der Grenze), filmada en 1990 por Gerd Roscher, con motivo del cincuenta aniversario de la muerte de Benjamin. La segunda, más reciente, es Antonio Machado. Los días azules (Laura Hojman, 2020), producida ochenta años después del fallecimiento del poeta.

Vi estas dos cintas con una diferencia de casi dos años y cuando me percaté de esas coincidencias de tiempo, espacio y circunstancias vitales que se daban todo cobró un sentido mayor. El paralelismo convertía los hechos en dos capítulos de una misma historia que hace presente uno de los momentos más difíciles por los que pasó Europa. España terminaba una guerra civil y el continente europeo comenzaba una guerra mundial. Machado murió el 22 de febrero de 1939, apenas un mes antes de terminar la guerra española. Benjamín el 26 de septiembre de 1940, un año después del comienzo del conflicto internacional.

El cine tiene un papel fundamental en la memoria histórica y los trabajos de Gerard y Hojman contribuye con sus aportaciones a sumar elementos a ese pasado que no debe ser olvidado.

Vuelvo a decir que son dos películas de estilo muy diferente. El documental dirigido por Hojman tiene una estructura en lo formal más académica que la peculiar propuesta de Roscher, pero ambas, en su conjunto, se vuelven un material excelente que ayuda a vivenciar una atmósfera pasada que nos adentra no solo en las historias de ambos protagonistas, sino que nos sumerge en las circunstancias vitales de muchísimas personas que tuvieron que pasar en aquellos años por un viaje obligado al exilio, sintiendo que el mundo en el que creían era invalidado por una ideología política totalitaria.

Antonio Machado. Los días azules, no deja de ser un documental hermoso. Recoge la poesía y mirada de un autor que además de sensibilidad artística rezumaba un gran sentido de justicia social. A través de imágenes de archivo; entrevistas a eruditos de su obra y personajes de la cultura española; animaciones; y una voz en off que va leyendo su poesía, se conforma cronológicamente la vida de Antonio hasta sus últimos días en Colliure, tras cruzar la frontera desde Portbou. Queda constancia de que a Machado abandonar su tierra lo hirió de muerte.

A través de las entrevistas descubrimos cómo su poesía pasó de una narrativa de la tristeza a otra de más acción y militancia, pero la añoranza siempre estuvo subyacente. Su figura se volvió defensora de valores alejados del pensamiento dictatorial que impregnaba parte de la Europa de su tiempo.

Un año antes de morir, en 1938, Machado ya era consciente de que la guerra se iba a perder y que el exilio lo iba a matar. El 22 de enero sale desde Barcelona, con su familia, camino del exilio. El viaje de seis días de duración  fue  realmente duro, además de que las condiciones climáticas de frío y lluvia lo enfermaron. Las carreteras estaban desbordadas de gente que huía. Hojman aporta algunas imágenes de archivo que retratan este momento y que muestran, junto con otras incluidas por  Roscher en Más allá de la frontera, lo que fue aquel éxodo. Una multitud escapando de la muerte. Algunos, no pocos, no lograron salvarse porque había soldados del bando fascista que lo impedían, disparando sus armas sin ningún tipo de escrúpulo. El camino a la frontera francesa se volvió un río de muerte.

Machado, muy delicado de salud, estuvo algo más de tres semanas en Colliure y su muerte generó una  gran conmoción en las filas de la España republicana. En cambio, el suicidio de Benjamin silenció de alguna manera su muerte y hasta años después no se conoció con exactitud su paradero. Si los restos de Machado son un símbolo para las familias republicanas y sus descendientes y su tumba está llena siempre de flores frescas, los de filósofo se perdieron en un osario común. En 2007, en un reconocimiento a su memoria, el camino por el que cruzó los Pirineos pasó a llamarse Camino de Walter Benjamin.

Los documentales del alemán Gerd Roscher han sido definidos como documentales de viajes. Es una obra que incide en la vida de algún personaje concreto del pasado que realizó algún viaje significativo en su biografía. Así Roscher emprende el mismo viaje tratando de ponerse en la piel del protagonista y reviviendo lo que vivió. De algún modo es un método hermenéutico de comprensión del otro, de empatía.

Así, en Más allá de la frontera, Roscher retoma el viaje que Walter Benjamin hizo comenzando en Marsella y terminando en Portbou. Su objetivo, malogrado, era llegar hasta Nueva York donde se encontraba su amigo Adorno. La película incluye imágenes de archivo de los años de la guerra junto con las imágenes del viaje realizado por Roscher, sobre todo el trayecto a pie de Cerbère a Portbou. El de 1990 es un viaje sobre el viaje de 1940. Además escuchamos algunos de los pensamientos de Benjamin y el relato de Lisa, quien hace mención de los modales educados del filósofo, sus movimientos algo extraños,  lo mayor que le parecía a pesar de que sólo tenía 48 años y el hecho de que dosificó sus fuerzas durante esos duros kilómetros debido al cansancio que arrastraba.

Años después, Fittko huyó a Cuba con su marido y terminó viviendo en California como periodista. Fue ahí cuando,  al acudir a una conferencia sobre Benjamin descubrió que para muchos el paradero del filósofo era desconocido, por lo que decidió escribir sus vivencias acompañando a refugiados políticos. No en vano ella vivió el último día de vida del pensador, un relato de un valor importantísimo.

Hay en la película de Roscher, como en los pensamientos de Benjamin, un sentir de vida dañada, de desesperanza hacia el futuro, que es también resultado de aquello que le tocó vivir. El alemán, como judío, fue siempre tratado de extranjero en su país y cuando llegó a Francia se sintió muy solo en París, malviviendo y sin poder compartir con nadie las ideas de su trabajo. No es tan extraño que su posición ante el futuro y la historia fuera de total desánimo. Así cuando llegó a Portbou, muy cansado, y recibió la noticia de que lo iban a devolver a Francia por no contar con el visado necesario, se rindió y esa misma noche se suicidó con morfina.

Una de las características del cine de Roscher es la utilización de la repetición como elemento narrativo. Del mismo modo que en las composiciones musicales, en los que la repetición crea una consistencia, el cineasta vuelve a ciertas imágenes y las convierte en leitmotiv. En Más allá de la frontera vemos como en la edición final de la película juega con la reiteración de varias imágenes de archivo.  Hay  unos personajes que suben una montaña de forma repetida, subrayando así la dificultad física y psicológica del recorrido. Uno de ellos, que lleva un maletín y se queda algo rezagado, acaba convirtiéndose en nuestra mente en Walter Benjamin. También utiliza la repetición de imágenes de archivo de pasaportes,  de gente cruzando los puestos de control de las aduanas o de los soldados heridos como recurso para dejar constancia de aquello por lo que tuvieron que pasar muchas personas, una detrás de otra. Hay una frase que le escribe Benjamin a Adorno en su carta de despedida, que dice: “Me temo que los que se han podido salvar tendrán que ser contados algún día”. El alemán era un personaje desencantado, que además de sufrir el nazismo, había hecho un viaje a la Unión Soviética entre 1927 y 1928 y había visto con sus propios ojos cómo la utopía del comunismo se había diluido con Stalin. Era también muy amigo de Ernst Bloch, pero no compartía con él esa mirada utópica que este reflejó en El principio esperanza, libro que, por cierto, escribió en Nueva York, porque él sí tuvo la suerte de llegar. Tanto Bloch como Adorno estarían entre aquellos que se salvaron y que habrían de ser contados algún día.

En lo que al futuro se refiere, el español y el alemán tenían una visión diferente. Machado, más optimista, creía que la educación, la cultura y el diálogo acabarían convirtiendo a España en un país mejor y más libre. Benjamin, en cambio, vislumbraba el futuro asociado a la idea de progreso, y para el filósofo, progreso no era sino la imposición ideológica de los vencedores.

Vencedores frente a vencidos. Formaban parte de todos aquellos que perdieron luchando contra una ideología de tintes fascistas. El optimismo machadiano dijo al respecto: “Para los estrategas todo está claro, hemos perdido la guerra. Pero humanamente no estoy tan seguro, quizás la hemos ganado”. Benjamin, también dio su perspectiva: “No esperamos que los que nazcan después conmemoren nuestras victorias, sino nuestras derrotas”. Esa es la esperanza última que compartieron ambos: que la historia pusiese las cosas en su sitio. Claro que ellos ya no iban a poder verlo, porque habían emprendido su último viaje.

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2 respuestas a «Machado y Benjamin: el último viaje»

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