Críticas

Cuando el perdedor se cansa

La odisea de los giles

Sebastián Borensztein. Argentina, 2019.

Cartel de La odisea de los gilesFrente a la creciente deuda exterior, en parte como consecuencia del famoso plan de convertibilidad que equiparaba el valor del peso argentino con el dólar, la desconfianza creciente en las políticas económicas estatales y el peligro de una posible fuga masiva de los depósitos bancarios, el 3 de diciembre del año 2001, el gobierno argentino, presidido por De la Rúa, impuso la medida drástica conocida como el corralito, disposición que limitaba a la población el acceso al dinero en efectivo. Con un límite de extracción de 250 pesos semanales, y la eventual conversión de dólares a pesos, los ahorros desaparecieron y la economía se paralizó por completo. Muchos argentinos estarán de acuerdo en que agosto del 2001 no era el momento idóneo para emprender un negocio ni invertir en recuperar La Metódica, una vieja copiadora de granos en un pueblito perdido de la provincia de Buenos Aires. Pero los personajes de La odisea de los giles desconocían, así como la mayor parte de la población, que de un día para otro el gobierno se robaría el dinero de un país entero.

Basado en la novela La noche de la Usina, de Eduardo Sacheri, La odisea de los giles narra la historia de un grupo de vecinos y amigos del pueblo de Alsina, que buscan vengarse de las personas que sí sabían lo que estaba sucediendo, un abogado y el gerente del banco, quienes ante el inminente colapso económico se llevaron los miles de dólares de todos sus clientes. Una escena inicial en plena tormenta presenta a un grupo de hombres, de quienes no tenemos ningún tipo de información aún, que hacen explotar un automóvil y anticipa el destino de sus protagonistas, mientras una narración en off explica la definición de gil, palabra hecha popular en países latinoamericanos como Argentina y Uruguay. Según el narrador, el adjetivo se utiliza para definir a una persona que es ingenua, un tanto zonza, pero honesta y hacendosa, que confía en el banco donde siempre fue cliente, y quizás por esto tan fácil de engañar. Tal como la placa temporal lo anuncia, y tal como la narración lo prevé, los ahorros de los habitantes de Alsina se esfuman, y con ellos el sueño de una cooperativa que incentive la economía local. Pero un año después de la tragedia, la casualidad devela un secreto que pone en marcha un plan de venganza.

Fotograma de La odisea de los giles

El guion está construido sobre la premisa de la revancha imposible que se gesta y se desata a cada momento con una nueva dificultad no prevista. El tono cómico y la viveza del relato asegura la ejecución del plan, así como la empatía suscitada hacia los protagonistas y el repudio que genera el abogado posiciona al espectador, sin lugar a dudas, en el bando de los giles. Aún así, a sabiendas del anticipado final victorioso, la historia se enmarca dentro de las convenciones de un film de atraco que juega con las pequeñas trabas como encrucijadas que se van sumando para arribar al esperado momento climático que estalla con más variables puestas en riesgo.

No resulta para nada engorrosa la identificación con los protagonistas, pues ellos representan a la clase social media y baja que más se vieron afectadas durante la recesión económica de ese momento y el consecuente aumento de la pobreza. Son personas que buscaron sobrevivir pese a las adversidades, entre los cacerolazos y el golpe emocional de la depresión. Pero en La odisea de los giles, los giles no son ladrones, ni se reconocen como tales, pues solo buscan recuperar aquello que les pertenece. Por ende, se sitúan dentro de los límites del comportamiento de una figura arquetípica como Robin Hood (con más desventajas que habilidades, claro está), quien al margen de la ley usurpa la riqueza de la nobleza para distribuirla entre los oprimidos.

Fotograma de La odisea de los giles

Una banda sonora que combina el rock y el country anima el relato, mientras que el uso constante del montaje alterno entre el abogado obsesivo con la seguridad y los perdedores, llevando a cabo el plan, otorga ritmo y dinamismo sin agotarse en sí mismo. En este sentido, a pesar del ya mencionado contexto histórico dramático, la película adopta un tinte fantástico de revancha con un humor ligero que se desprende del carácter de cada uno de los integrantes; los hermanos obsesionados con tener un teléfono móvil, el padre de una familia numerosa que pesca con dinamita o el peronista anarquista son algunas figuras de este peculiar ensamble. Así como ellos representan al pueblo argentino, víctima de los abusos del gobierno, el antagonista encarna al sistema que sin escrúpulos los hundió en la miseria y salió a bailar como si nada. La desesperación del abogado, cuando se entera que perdió sus ahorros, resume esa ira y esa impotencia agobiante que la Argentina vivió en carne y hueso.

Fotograma de La odisea de los giles

El pueblo argentino, desde entonces, siempre atento a la devaluación del dólar, aún sigue arrastrando las consecuencias de esta etapa inestable, incluso emocionalmente, pues el temor de que ocurra un nuevo colapso aún persiste, como un fantasma insuperable que se traduce en esporádicas filas largas frente a los bancos. Resulta claro que la intención directora de Sebastián Borensztein conduce a La odisea de los giles en un viaje divertido, emotivo y un tanto ilusorio, y es aquí donde quizás yace la desventaja de esta ficción, el haberse conformado con una divertida comedia ligera casi escapista que pasa por la superficie de lo que podría haber sido una fuerte crítica social. De igual manera, ver justicia, aunque sea en la ficción, es siempre gratificante, o al menos, soñar con una a través del cine que reivindique a los perdedores y a las víctimas de este mundo mercantilista tan avaro y cruel.

 

Tráiler:

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Ficha técnica:

La odisea de los giles ,  Argentina, 2019.

Dirección: Sebastián Borensztein
Duración: 106 minutos
Guion: Sebastián Borensztein, Eduardo Sacheri (Novela: Eduardo Sacheri)
Producción: Coproducción Argentina-España; K&S Films / Mod Producciones / Kenya Films
Fotografía: Rodrigo Pulpeiro
Música: Federico Jusid
Reparto: Ricardo Darín, Luis Brandoni, Chino Darín, Verónica Llinás, Daniel Aráoz, Carlos Belloso, Rita Cortese, Andrés Parra, Marco Antonio Caponi, Ailín Zaninovich, Alejandro Gigena, Guillermo Jacubowicz, Luciano Cazaux

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