Críticas

Cotidianidad

La mujer que escapó

Otros títulos: The Woman Who Ran.

Domangchin yeoja. Hong Sang-soo. Corea del Sur, 2020.

LamujerqueescapóCartelEl director surcoreano Hong Sang-soo, con el paso de los años (y lleva un cuarto de siglo sin dejar de ofrecer estreno casi anualmente), se va acercando cada vez más a la simplicidad. Así, se ha movido desde el rodaje de auténticos laberintos hasta la recomposición de piezas, para dar un salto hacia la llaneza más pura. Ahora bien, que asemeje sencillo no significa precisamente que toque lo simple. No hay que engañarse pese a las apariencias. Hong Sang-soo siempre ha intentado comunicarse con un lenguaje muy claro, desde su debut con The Day a Pig Fell into the Well (1996) hasta su última película por el momento, concretamente Introduction (2021), posterior a la que nos ocupa y estrenada en el pasado Festival de Berlín. Por mucho que le haya gustado jugar con la estructura narrativa hasta trastocarla y desfigurarla, por mucho que disfrute con líneas de ruptura, por mucho que ame la elipsis, lo que realmente ofrece al espectador es un marco de seres humanos corrientes que respiran y se relacionan. Esto es precisamente lo que degustamos en La mujer que escapó. 

Como es habitual en el autor, en este largometraje nos vuelve a invitar a introducirnos en la vida de sus criaturas con pocos movimientos de cámara, incluso con la misma casi estática o estancada y con el recurso a modificaciones en la distancia de las imágenes. Además, maneja planos alargados y cambios sutiles y fluidos entre los personajes. Al tiempo, nos va exhibiendo diversos cuadros de lo que podríamos denominar cotidianidad; esto es, se limita, y no es poco, a mostrarnos la existencia de unos seres cualquiera, de unas personas que podrían tratarse de ustedes o de nosotros mismos. Humanos que se comportan, que se relacionan, que comen o que dialogan exactamente igual a como lo hacen muchos mortales. Y en eso consiste la grandeza del filme. Despojado de toda pretensión de transcendencia, es capaz de centrarse y desarrollar cuestiones corrientes que se abordan diariamente en todo el planeta. 

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El argumento es mínimo. Nada sorprendente para un director que le importa mucho más la narración en sí que su desarrollo. Una mujer, Gamhee, libre por unas jornadas de la compañía de su esposo, o eso cuenta, se decide a visitar a algunas amigas, ya en sus domicilios o en centros de ocio. La excusa de la ausencia del marido es lo que va contando a quien quiere escucharla para justificar la aventura, inusitada para ella. En el fondo, nos recuerda a Ned Merrill, el protagonista de la película El nadador (The Swimmer, 1968) de Frank Perry, interpretado por un magnífico Burt Lancaster. Dos recorridos de encuentros, que en el caso de Ned se extenderá en atravesar las piscinas del condado con el objetivo de alcanzar su plácido hogar, aquel en el que, según manifiesta, le aguardan su esposa e hijas. Pero ya sabemos que no por más nadar se arriba necesariamente antes a puerto. Pasando al caso de nuestra protagonista, también es posible que por mucho que se insista, no se convierta en verdadera la letanía de la felicidad propia con una pareja que jamás le ha abandonado en cinco años. 

El realizador surcoreano vuelve a apoyarse con La mujer que escapó en estructuras recurrentes. Repeticiones que llevan al espectador a fijarse con atención en los detalles, en aquellos objetos, miradas, movimientos o valoraciones que en caso contrario no percibiríamos. En esta ocasión los encuentros se producen entre mujeres, interrumpidos por la aparición no deseada de personajes masculinos. Si unimos esta estructura al contenido que encierra, a la sustancia que se desprende escena a escena y no olvidamos el nombre del filme, quizás nos empezaremos a introducir en el espíritu primordial de la obra. Y ello probablemente nos lleve a la travesía de una fémina en la búsqueda de su libertad e independencia. 

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Hong Sang-soo coloca su cámara en el lugar más adecuado en cada escena. Sirva como ejemplo la tragicómica del vecino que se queja porque se alimenta a gatos callejeros. Un momento, patético y divertido, que coloca en su centro al protagonista del mismo, como icono o símbolo del rey de la selva callejera: un gato. Cualquier felino podría haber servido para mostrarse orgulloso, erguido y atento ante las reacciones que acarrean su existencia y sus movimientos en los humanos. Y esta misma escena nos puede servir como ejemplo de la forma en que la cámara menosprecia a los seres masculinos, como ya se ha insinuado. Apenas logramos vislumbrar siquiera los rostros de los pocos varones que se asoman por la película.

En el filme de Hong Sang-soo se habla sin contemplaciones, cual largometraje de Éric Rohmer. Pero si con el francés podemos pasar de cosas banales a la más compleja filosofía, en el caso del surcoreano las inquietudes de sus protagonistas asemejan terrenales. Así, haremos una visita por las relaciones de pareja, los encuentros casuales, la conveniencia de tomar carne o el precio de las viviendas. En fin, como insistíamos, una serie de preocupaciones u ocupaciones que copan la vida de cada uno de nosotros, una mirada sobre esas decisiones que hoy tomamos sin mucho meditar y que en un instante pueden hacernos cambiar el eje. Elecciones en apariencia triviales como salir o no a tomar una copa o invitar a casa a un desconocido. 

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Y además de todo ello, también nos toparemos con sentimientos acerca de la envidia, del precio de la fama, de la frustración o de la desorientación. Porque nos parece, a fin de cuentas, que nuestra protagonista se encuentra perdida en un mar de dudas y angustias que es incapaz de saber compartir. Por mucha amistad que se visite, por mucha normalidad que se desprenda, por mucho que las trivialidades imperen. Porque es posible que lo extraordinario, las reales inquietudes, estén sucediendo en el interior de los personajes, mientras son ocultados por el devenir de la existencia, en lo que puede entenderse como relaciones sociales con motivos recurrentes. 

Seguimos siendo afortunados con la política de apoyo que la administración surcoreana mantiene con el cine independiente, al objeto de fomentar a las pequeñas productoras para la realización y distribución de sus filmes, además de incitar su participación en festivales internacionales. Una lucha en el intento de evitar la invasión de superproducciones hollywoodenses que terminen engullendo su propia identidad cultural. Gracias a ello podemos seguir disfrutando, entre otros, de las películas de Hong Sang-soo. Un director único cuyas propuestas siempre resultan estimulantes en sus búsquedas por destinos que se escapan.   

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Ficha técnica:

La mujer que escapó  / The Woman Who Ran (Domangchin yeoja),  Corea del Sur, 2020.

Dirección: Hong Sang-soo
Duración: 77 minutos
Guion: Hong Sang-soo
Producción: Jeonwonsa Film
Fotografía: Kim Sumin
Música: Hong Sang-soo
Reparto: Kim Min-hee, Seo Young-hwa, Song Seon-mi, Kwon Hae-hyo, Lee Eun-mi, Ha Seong-guk

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