Reseñas de festivales 

A Hijacking

a-hijackingUna de las mejores propuestas del Bafici es este film danés que trata del secuestro de un barco holandés por parte de piratas somalíes frente a las costas de Bombay.

Con intertítulos que van indicando el paso del tiempo de cautiverio, se nos narran las peripecias de los 134 días, a través de tres protagonistas claramente identificables. El gerente de la compañía naviera, que se desplaza en los escasos metros de una oficina clara, muy luminosa, y rodeado de sus asistentes y un asesor que le va indicando qué hacer. El interlocutor de los piratas, un intérprete y negociador que sabe cuándo y cómo presionar para lograr obtener el mejor resultado para sus clientes. Y, finalmente, el cocinero del barco, a quien los somalíes han elegido como prueba de vida de la tripulación.

Estos tres personajes son muy diferentes entre sí, también realizan tareas totalmente disímiles. Sin embargo, estarán enlazados a través de la narración y serán definidos por los espacios que habitan y los diálogos que establecen en una comunicación donde más que el riesgo de vida está en juego el valor material del barco.

La oficina es el bunker que el gerente no abandona ni para ir a dormir. Allí se establecen las propuestas de una negociación que irá regateando los valores que cada punta tiene interés de conseguir. Soledad, largos silencios, una mirada centrada en el negocio frío. Estamos en Dinamarca, en espacios donde se posterga a las personas para darle fluidez a los negocios.  Los momentos de tensión solo serán para el espectador, porque el gerente, a pesar de estar bajo una presión absoluta, no la deja transmitir.

El barco es el ámbito donde se mueven el cocinero y el negociador. El cocinero ha aparecido antes del secuestro poniéndose en comunicación con su familia, y a través de su conversación sabemos que en cuanto desembarquen volverá a casa. Un anhelo interrumpido por los piratas. El barco luce desordenado, pero la alegría del cocinero deja ver el espacio como un lugar lleno de vida. En cambio, una vez que lo abordan los piratas, la vida se restringe a los espacios oscuros de la oficina del capitán o a la bodega del barco. Los hombres lucen sucios y temerosos.

El negociador es quien establece conversaciones con los responsables del barco. Los somalíes son una entidad colectiva y armada que atemoriza un poco más allá, cuando el plano se abre a general.

La tensión viene dada por el transcurrir de los días sin que haya una propuesta que calme a los piratas, a la incomunicación por extensas horas y a la restricción de información, hacia el final del film, sobre los tripulantes daneses. Hay una cierta frialdad en el relato de Tobías Lindholm, que se rompe debido al manejo del ritmo narrativo, a la economía de detalles que le da al espectador y, sobre todo, a un desenlace inesperado que supone que la libertad se valora cuando no se tiene y que, si se tiene, no dura para siempre.

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