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BAFICI 2023 – Parte I

BAFICI 2023

Del 19 al 1º mayo se llevó a cabo la 24° edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) con dirección artística de Javier Porta Fouz y organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Durante 13 días, la programación ofreció más de 250 películas, entre cortometrajes y largometrajes, de destacados cineastas nacionales e internacionales que nos permitió acercarnos a las tendencias y estilos heterogéneos que caracterizan al cine independiente actual.

El epicentro del Festival tuvo lugar en 15 sedes del centro porteño, donde pudimos ver óperas primas, premieres mundiales, y las principales competencias que tuvieron lugar tanto de forma presencial como on line, luego de su estreno en sala.

La función de apertura, al igual que el año anterior, estuvo representada por dos películas argentinas que fueron presentadas por sus realizadores junto al director del Festival. El cortometraje Continuum-La playa (2023) de la cineasta tucumana Mariana Bomba, retrata la historia de amor de dos mujeres a comienzos de los 90, formando parte de un colectivo de tantas otras, que proponían un cambio necesario y postergado en relación a la ampliación de derechos, a la libertad sexual, a la igualdad y al goce femenino. Muchas de ellas vinculadas al ambiente artístico y cinematográfico, pudieron abrirse camino en el presente desde distintas expresiones. Compuesta por imágenes en blanco y negro, fotografías y relatos en off, Bomba construye una pequeña historia que da luz a los recuerdos sobre una gesta íntima, amorosa y fundacional.

Último recurso

Junto al cortometraje, se proyectó la premiere mundial de Último recurso (2023) de Matías Sulanski (Juana Banan, Fliper, Astrogauchos) cambio radical en el tono y la temática inicial. En clave de comedia periodística y de aventuras, el epicentro del relato girará en torno a la redacción de una revista deportiva en decadencia, donde irán llegando sobres con datos de un presunto futbolista exitoso que participó en un mundial de 1926, en el cual triunfó la selección Argentina. La investigación sobre ese acontecimiento borrado de la historia oficial, quedará en manos de dos periodistas interpretadas por María Villar y Tamara Leschner que irán tras las pistas en búsqueda de la verdad, con métodos de investigadoras privadas. Desde el humor, la ironía y la cinefilia Szulanksi –en su décimo largometraje en siete años-, logró buenos momentos y el dinamismo necesario para cargar de energía al Festival.

A lo largo de una programación compuesta por cortometrajes y largometrajes de animación, ficción y documental, muchas de las propuestas se inscriben entre los límites imprecisos de los géneros o de las fusiones entre ficción y documental, un rasgo creciente del cine posmoderno, al que también responden las películas enteramente realizados con material de archivo como Time bomb Y2K (2023), de Brian Becker y Marley McDonald.

Exhibido en la sección Políticas del Festival, el documental reflejó la paranoia e histeria colectiva que se vivió en Estados Unidos hacia finales de 1999 por la llegada del milenio, el cual traería el colapso mundial informático y supuesto fin del mundo. Producido por HBO y bajo una estética más de corte televisivo que cinematográfico, sus realizadores se orientaron a mostrar el grado de manipulación psicológica sobre la población que ejercieron los medios masivos, junto a la conveniencia del poder político y de los responsables informáticos ante los fatídicos pronósticos a los que fueron sometidos.

Ejerciendo una autocrítica y parodiando los comportamientos de quienes se abastecen de armamentos, se atrincheraron en bunkers lejos de la ciudad o formaron grupos de autoayuda. El mundo amaneció bajo un nuevo milenio y fue un día más. Frente a los escenarios planteados donde sólo una minoría descreída de la llegada del apocalipsis, la película intenta reflexiona sobre cómo nos encuentra el paso del siglo XX al XXI dando muestras de la vulnerabilidad humana, de los miedos colectivos, de la sumisión al poder -ante sujetos pensados- y de la resiliencia como medio para seguir subsistiendo.

Alejado del formato televisivo, el destacado documental  And, Towards Hhappy Alleys (2023) de la directora india, Sreemoyee Singh, fue  elegido como Mejor Largometraje de la Competencia Internacional del festival. Merecido reconocimiento a una cineasta prometedora.

And, Towards Happy Alleys

Rodada íntegramente en Irán, la película explora el rol de la mujer iraní sometida a las presiones y censuras que ejerce el régimen político religioso sobre ellas y los artistas, entre ellos el conocido caso del cineasta Jafar Panahi, quien participa del documental acompañando a la joven realizadora en su recorrido por diversos lugares de la ciudad. En la visita se acercará hasta la casa de su admirado Abbas Kiarostami, ya por entonces fallecido, entrevistará a la actriz de El globo blanco (Panahi, 1963), a seguidoras de la poeta y visitará a chicas de un colegio secundario, con quienes cantará sus canciones populares -con una voz maravillosa-, ya que las iraníes no pueden cantar en público. Sin duda, su gesto demuestra la forma de solidarizarse con ellas y apoyarlas en una lucha difícil de enfrentar.

Una de las motivaciones que llevaron a Singh a filmar allí, fue su admiración por el cine iraní que cultivó mientras estudiaba, y por la poesía de la poeta y la directora de cine Forough Farrokhzad, desde donde elige iniciar la película, compartiendo uno de sus versos,  y también culminarla.

And, Towards Happy Alleys es un bellísimo homenaje al cine y a la poesía iraní, desde la mirada sensible de una realizadora que seguramente nos deparará mayores sorpresas como cineasta.

Otra personalidad destacada del cine y a quien se rinde un merecido homenaje a su trayectoria, es al lituano Jonas Mekas (1922-2019), padre del cine independiente norteamericano, en la conmovedora película Fragments of Paradise (2023) de KD Davison dentro de la sección Cine sobre cine.

La mirada íntima y el repaso por la historia de un hombre que dejó su país y sus raíces para dedicarse al arte, la poesía y el cine en Estados Unidos, le permitió reflexionar sobre el mundo, la contra cultura -sobre la que fue partícipe- y potenciar la observación de la realidad através una poética maravillosa y singular. La cámara fue una extensión de su cuerpo para narrar en imágenes, volcada en los diarios fílmicos donde registró “esos fragmentos del paraíso” -según sus propias palabras- que regala la vida. Momentos, instantes, recortes efímeros, y el paso del tiempo allí frente a los ojos de quien lo registra asumiendo la oportunidad única de contemplarlo. Para Mekas el cine intentó darle sentido a la vida, y a los seres que habitan en ella a pesar de todo.

El documental cuenta con los testimonios de quienes se nutrieron y acompañaron los pasos en la carrera de los hermanos Mekas: Peter Bogdanovich, John Waters, Martin Scorsese, Maya Deren, entre otros, como también de su vida personal:  su ex esposa, sus hermanas, e hijos, quienes comparten con nostalgia y amor sus vivencias y recuerdos como esposo, padre, hermano y principalmente, como el ser humano extraordinario que fue.

Filmaciones de sus películas, otras más caseras, material inédito y la personalidad de Mekas visto desde muy joven hasta su vejez, donde aún se pregunta y reflexiona sobre qué hizo él de sí mismo frente a cámara, son algunas de las características de una película cargada de emoción, lirismo y del regocijo dentro de esa sala de cine que nos permitió contemplar al maestro, una vez más.

Desde la cinematografía nacional, nuevamente nos encontramos con el director de Rancho (2019) Pedro Speroni, con quien dialogamos en el Festival y compartimos la entrevista. En esta oportunidad, presentó Los Bilbao (2023), película que resultó ganadora del Premio especial del jurado de la Competencia Argentina.

Al igual que en su film anterior, Speroni continúa reflejando historias de vida atravesadas por la adversidad, la falta de libertad y la condena social que enfrentan a diario.  En este caso,  la película inicia con el final de Rancho, justo en el momento en que Ivàn Bilbao de 33 años sale en libertad de una cárcel de máxima seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Un año después, el director volverá sobre la historia de Iván, a fin de acompañar su reinserción social junto a su familia y a un hijo que está en camino.

A través del documental de observación o cine directo, la falta de intervención del realizador sobre los hechos como de la ausencia de la voz en off, resaltó el poder de la mirada. Una mirada aguda y sensible que registra los hechos en su devenir. La cámara y el sonido conviven dentro del hogar de los Bilbao, a quienes registra a diario. El presente inmediato queda atrapado y los detalles nos ayudan a comprender a su protagonista y entorno. Un estilo de documental que surge en los ’60 y supo destacar a uno de sus referentes: Frederick Wiseman, recordado por títulos como Titicut Follies (1967), High School (1968), Law and Order (1969) y Hospital (1970), entre otros.  Siguiendo ese camino, Speroni logra con eficacia  un registro cercano, inmediato y, de tal grado de naturalidad y verismo, que el espectador se vuelve un testigo directo de la vida misma.

Las imágenes de ese realidad nos llevan a descubrir la otra cara de Ivàn: su humanidad, el cariño con su familia, el pasado que acarrea, los límites socio económicos que lo condicionan, como también conocer a su esposa e hija que intervienen en el relato como el sostén afectivo y vincular con el que Ivàn se proyecta a futuro en un hogar que lo contiene.

Los Bilbao participó, paralelamente, en la Competencia Internacional en Visions du réel (Francia), uno de los festivales de documental más importante de Europa representando a uno referente del cine argentino que tiene algo para decir y lo hace con solidez, compromiso y sensibilidad.

Otro referente del documental de observación, es Jorge Leandro Colás (Parador Retiro, Los pibes, La visita) quien estrenó Los médicos de Nietzsche (2023), con la particularidad de combinar algunos momentos de ficción que descomprimen el peso que sostiene su protagonista frente al padecimiento de sus pacientes y los cambios filosóficos que desea aplicar en ellos y en su profesión.

El doctor Esteban Rubinstein decide aplicar la filosofía Nietzcheana a la práctica médica, al cuestionar la ciencia, las verdades absolutas, la moral y la relación entre la causa y la culpa. En su consultorio intenta hablar con sus pacientes para llevarlos a un plano más profundo en el cual se analice la enfermedad en relación a otras cuestiones del sujeto que se ponen en juego. También lo hace con su equipo de colaboradores, en una suerte de taller donde leen alguna frase disparadora del filósofo alemán para luego debatir y reflexionar al respecto en función de su rol como médicos.

Colás es un gran observador de la realidad y de las personas que atraviesan situaciones difíciles, asì lo demostró a lo largo de sus películas destacadas por su sensibilidad y eficacia narrativa. En Los médicos de inserta su cámara en el hospital para captar los rincones vacíos de un lugar donde comulga la vida y la muerte; también opta por el uso de planos fijos sin intervención para registrar la evolución de tres pacientes durante su consulta médica con Rubinstein.

Reflexiva, emotiva y con algunas diferencias formales no tan precisas como en resto de su filmografía, la película se aboca a quienes se atreven a ampliar sus conocimientos más allá de la certeza de la ciencia, con el noble objetivo de mejorar la calidad de vida. En ese proceso, intercala escenas de ficción, como el baile del médico, que descomprimen, equilibran la tensión y liberan del superyó a su protagonista, en su afán por ayudar a otros y otras a vivir mejor. Hacia el final, no hace más que demostrarlo.

En línea con la superación personal frente a las limitaciones físicas, se encuentra el documental El hombre más fuerte del mundo (2023)  de Fernando Arditi, que narra la historia de Darío Villarroel, un jujeño que mide tan sólo 1.24 metros y que practica fisicoculturismo. El esfuerzo por superarse, sin contar con los medios y el apoyo económico necesario, lo lleva a presentarse en distintos concursos en los cuales demostrará ser el único en levantar cuatro veces su propio peso.

El hombre más fuerte del mundo

A partir del relato en off de su madre, quien comparte la historia de su hijo y la preocupación por ayudarlo a procesar su discapacidad y llevar una vida normal, las imágenes nos trasladan al pueblo donde viven y al interior de su casa donde practica un duro entrenamiento. Un rasgo sobresaliente de su protagonista es su temple altivo y conforme con lo que es y desea ser. Sus palabras, los gestos y la mirada a cámara revelan constancia, dedicación y la autoestima que lo sostiene. Y ese es el espíritu que proyecta y mantiene a lo largo de la película.

Darío dedica su vida a la actividad física y participa en los distintos torneos viajando por todas partes del mundo. El espectador será invitado a presenciar la intimidad de los preparativos antes de las competencias como así también los desafíos y la rechazos que debió atravesar con los miembros del comité de la selección paralímpica para dejarlo participar como uno más.

El hombre más fuerte del mundo nos acerca una historia que debía registrarse y compartirse por el sólo hecho de nunca desestimar los sueños que nos hagan más felices.

Si de felicidad y de sueños se trata, La vida a oscuras (2023) de Enrique Bellande (Ciudad María, Lo nuevo de lo Nuevo) es un retrato del reconocido crítico cinematográfico Fernando Martín Peña, también investigador, coleccionista, docente, y uno de los profesionales que más sabe sobre cine en la Argentina. Su pasión por el séptimo arte desde muy pequeño, lo llevó a querer coleccionar películas y preservar el patrimonio fílmico cultural en vista del paso del tiempo y de las falencias de quienes deberían protegerlo a nivel nacional.

La vida a oscuras

El seguimiento de Bellande por los espacios, rituales, y dedicación exclusiva de Peña sobre la colección en fílmico que alberga con un minucioso cuidado, se resiste al espacio ganado por el cine digital que, entre otras cuestiones, llevó al cierre del laboratorio Cinecolor al dejar de hacer copias en fílmico, como se muestra tristemente en la película. Casi no hay momento en que Peña se muestre lejos de las latas de celuloide, así lo vemos llegar cuando proyecta cine para el público que lo sigue hace años, ya sea en la sala de ENERC, en el Malba o en su programa Filmoteca, transmitido por la televisión pública.

Como uno de los fundadores de la Filmoteca Buenos Aires junto a Octavio Fabiano, el ya fallecido Fabio Manes y Cristian Aguirre, la colección reúne más de 8000 títulos en todos los formatos de soporte fílmico. El incumplimiento de la ley 21.119, sancionada hace más de dos décadas, que establece la creación de una Cinemateca Nacional, sigue sin ser reglamentada. Mientras tanto, la resistencia y el amor al cine seguirán de la mano de un hombre que, al proyectar cine, transforma el tiempo y el espacio en “una alegría sin fin”.

En cuanto a la ficción, El clan Vega (2023) de José Celestino Campusano (Vikingos, Placer y Martirio; Cícero impune, Hombres de piel dura), es una historia basada en hechos reales íntegramente filmada y protagonizada por los habitantes de San Jorge, un pueblo de la Provincia de Santa Fe.

El clan Vega

La trama gira en torno a una extraña familia que se presenta en una casona venida a menos donde vive un hombre con su hijo. La mujer alude ser una sobrina que hace años se había mudado al Uruguay. Ante la sorpresa, el hombre le cree y los invita a pasar, pero la estadía se prolonga cuando le piden que los aloje por un tiempo hasta conseguir trabajo. La intromisión abrupta, irá generando sospechas en el propietario y despertará rumores e intranquilidad en la armonía del pueblo.

Los hechos de violencia comienzan a desatarse sobre la comunidad, y los antecedentes de esta familia llegan a la policía local y a las autoridades municipales abocados a su campaña electoral, razón por la que evitan cualquier escándalo que los perjudique.

En sintonía con un estilo visual directo y rústico, la irregularidad de la extensa obra de Campusano, se ha ido perfeccionando en relación a la forma, aunque conserva tópicos como el rodaje en regiones provinciales; el trabajo con actores no profesionales; los estereotipos rurales; los abusos; la impunidad política y las fallas del sistema judicial, recientemente  trabajados en Hombres de piel dura (2019).

Sin embargo, la situación inicial que se va tornando predecible y las interpretaciones a cargo de los residentes del lugar, le resta la fluidez y la naturalidad necesaria a un relato que comenzó generando un interesante clima de suspenso. A diferencia del resto de su filmografía, El clan Vega no logra estar a la altura del tema que intenta denunciar.

En el polo opuesto, se encuentra Conversaciones sobre el odio (2022) de Vera Fogwill y Diego Martínez ofreciendo un thriller psicológico asfixiante donde brillan las actuaciones de sus dos protagonistas Cecilia Roth y Maricel Álvarez.

Conversaciones sobre el odio

Rodada íntegramente en el interior de un departamento oscuro, lleno de gatos y abandonado por un tiempo que fue mejor, la dueña del lugar es Deborah (Roth) la ex representante de la actriz Débora (Álvarez) que la visita tras años de no verse. El uso del homónimo en los nombres no es casual, al enfatizar en un vínculo casi enfermizo entre dos mujeres que llegaron a ser amigas y por diversos motivos se distanciaron hasta hoy.

Desde la primer escena, comienza a verse el deterioro, las fobias, y la enfermedad que padece una mujer en silla de ruedas que en su momento lo tuvo todo y que ahora se muestra resentida y con bronca hacia la vida, la soledad y los celos para con su amiga, quien optó por anteponer su vida personal a su carrera como actriz.

Durante la visita, ambas mantendrán diálogos cargados de reproches y cinismo, con una alta dosis de toxicidad que se vuelve aún más claustrofóbica, como la ambientación que las rodea. Sin embargo, la propuesta sólo hace énfasis en la fuerza del guion y en las actuaciones, siendo una película más teatral que cinematográfica.

Por último, El siervo inútil (2023) del cineasta cordobés Fernado Lacolla, debuta con una ópera prima cargada de matices y de búsqueda personal que sorprende gratamente.

Luca (Federico Liss) es un empleado inmobiliario que trabaja con su suegro en una emprendimiento inmobiliario de categoría en un espacio lindante con un barrio humilde y el ferrocarril. El permiso de obra no llega y los clientes pueden perderse. Frente a esa presión, Luca decide consultar con un diputado, que es el padre de un amigo con quien jugaba al rugby. El reencuentro habilita al político a ayudarlo a cambio de que se ocupe de la venta de su estancia en un campo alejado de la ciudad y al cuidado de sus caseros. El poder que le ofrece y la idea de cambiar de vida, seduce a un joven insatisfecho con su vida actual.

Sin embargo, la inexperiencia y la confusión que le despierta el ansia de progreso y ambición, lo llevarán a enfrentar otras realidades y a tropezar en zonas desde donde será difícil regresar indemne.

Lacolla maneja muy bien la transformación de su protagonista, y del entorno que lo rodea y modifica continuamente hasta interpelarlo. Su paso de la ciudad al campo, refleja con naturalismo las actuales e históricas desigualdades entre los lugareños y los citadinos, dando cuenta del abuso de poder y de la sumisión a la que son sujetos. Una experiencia que también revelará los entramados políticos que negocian el porvenir de unos pocos.

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