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Episodio 5: Lo que pueden los nervios

La niña que se puso nerviosa

Si algo debiéramos tener claro los seres humanos es que bajo presión y nerviosismo no se debe tomar una decisión importante, nunca. Claro que a veces los nervios se deben a la misma situación, una cuestión de vida o muerte donde la decisión nos puede salvar la vida. En La balada de Buster Scruggs, la primera película de los hermanos Coen para Netflix, hay momentos así en los seis diferentes capítulos que componen este homenaje al viejo Oeste americano. El más claro ejemplo es “La niña que se puso nerviosa”, lleva hasta la palabra en el título, y cuenta la historia de Alice Longabaugh, una mujer que ha sido ofrecida en matrimonio al socio de su hermano Gilbert, que vive en Oregon. En el camino, Gilbert muere dejando a Alice sola en el recorrido de la caravana que cuidan el señor Arthur y Billy Knapp, quien se empieza a acercar a Alice hasta que le propone matrimonio, más por conveniencia que por amor. Cuando la curiosidad de Alice la lleva a alejarse de la caravana se encuentra con un grupo de indios del cuál el señor Arthur la protege con una advertencia: si él llega a perder la lucha, lo mejor es que disponga se su propia vida para evitar la tragedia que le podría pasar con sus enemigos. Arthur parece haber caído durante la batalla, pero eso resulta ser una estrategia para vencer al indio que lo tumbó, ganando así la partida, pero no para todos, pues Alice se ha disparado en la cabeza. ¿La razón? Así es, los nervios.

Este quinto episodio de la antología Coen cuenta la historia con una estructura narrativa tradicional y un orden cronológico con ciertas elipsis, algo que identifica la filmografía de los autores, pues su fuerte son los personajes y la construcción de la historia con ese toque negro, a veces mórbido y otras, irónico que los caracteriza. Alice, desde el comienzo, se muestra como una mujer tímida, recatada, silenciosa, miedosa. Una mujer típica de la época. Su evolución se presenta de forma impuesta, cuando se encuentra sola en el mundo y debe cambiar su forma de ser, lo que la lleva a enfrentar una realidad dominada por hombres. Lentamente va tomando confianza y crece hasta mostrar cierta independencia, lo que va despertando en el espectador una falsa esperanza de que la historia va por buen camino y hasta podría tener un final feliz, pero no hay que olvidar nunca el título de este capítulo. La prueba decisiva del nuevo carácter de Alice llega al punto más alto de la historia, justo cuando debe demostrar su valor y su coraje, volviendo a ser la misma miedosa del comienzo, un personaje que no ha aprendido su lección en la vida, y fuera de cámara, se quita la vida antes de enfrentar la realidad. Ella es su propio enemigo, y contra eso ningún príncipe azul la podría salvar. Lo mismo sucede con muchos de nosotros, nuestros nervios e inseguridades nos llevan a dudar de nuestros talentos, haciéndonos perder oportunidades en la vida y tomar decisiones de las que luego nos arrepentiremos, pero no tanto como Alice.

Billy, el “héroe” que ha venido a salvar a la sufrida doncella en su recorrido, es quien se muestra preocupado por ella, realmente afectado, aceptando indirectamente su misión de cuidarla, algo que Alice entiende desde el comienzo. Billy se muestra siempre verdadero ante su objeto de deseo, recatado, pero a la vez interesado desde un punto de vista lógico y no emocional: le propone matrimonio a Alice con la justificación de que pueden recibir una mayor cantidad de tierra en el lugar a donde se dirigen. El trato está hecho, pero el destino –y el humor negro de los Coen- hace que la historia tome otro rumbo, dejando a Billy solo y a Arthur como el responsable de informar la triste noticia. Él es el opuesto de la protagonista, un hombre que todo lo analiza y toma decisiones con cabeza fría, es lo que todos deberíamos hacer. Pero eso no es garantía de nada: a Billy, como en la vida real, la vida le trae sorpresas inesperadas.

Las lecciones que presentan los Coen a lo largo de su filmografía siempre son de ese estilo: los personajes son libres de hacer lo que quieran, pero siempre terminan tomando las peores decisiones, y las consecuencias son dolorosamente irónicas y divertidas, con esa clase de humor negro que hace falta, ese que hace reír, porque, en el fondo, “la comedia es verdad y es dolor”, como dice John Vorhaus en su libro Cómo orquestar una comedia. Y en este caso, es el conflicto interno de Alice, el miedo que lleva de enfrentarse a la vida la ha convertido en una mujer delicada y asustada, que junto con el pavor de verse en manos de los salvajes y ser víctima de torturas y vejámenes, la lleva a tomar una decisión tan radical. ¿Es la correcta? Eso es lo que el espectador debe decidir y donde Ethan y Joel Coen abren la discusión.

La balada de Buster Scruggs - Episodio 5

La puesta en escena es uno de los mayores logros de la película, en general, y de este episodio, en particular. La recreación de la época, a través del vestuario y maquillaje le dan verosimilitud a los personajes, y los escenarios y paisajes recreados reflejan fielmente el ambiente del viejo Oeste. La historia se desarrolla en su mayoría en exteriores, en donde se aprecia más claramente la soledad, uno de los temas más recurrentes en la historia. Desde la primera escena queda clarísimo: aunque hay varias personas reunidas cenando, no están compartiendo, realmente, cada uno está en su mundo aparte. Esta expresión de la soledad nos remonta a la actualidad, a escenas que se repiten en cualquier mesa o restaurante al momento de comer: cada comensal, en la mayoría de los casos, anda con la cabeza metida en su celular, en su mundo, en sus problemas. Si Alice hubiera tenido alguien con quién hablar, ¿las cosas habrían sido diferentes? ¿Habría aprendido desde antes a no alejarse de la caravana y buscar peligros sin necesidad? La caravana recorre estos terrenos solitarios como un gran grupo de personas que se dirigen hacia un mismo lugar, pero ninguno habla entre sí, un reflejo claro de la modernidad, que nos lleva a todos juntos hacia el futuro, pero totalmente solos.

Esta soledad, según estudios del Instituto del Corazón de Texas, es la que hoy en día está matando a más gente, pues produce ansiedad, nerviosismo, estrés y demás fenómenos que ponen presión en el corazón, llevando a ataques cardíacos y otras enfermedades. La soledad de Alice es una de las situaciones a las que se veía sometida la mujer de la época. Ellas no tenían derecho de elegir con quién querían casarse, porque no se trataba de un acto de amor. Debían tener siempre un hombre que las cuidara, que se encargara de ellas, dependientes en todo momento. Cuando Alice debe tomar las riendas de su vida, al no tener a su hermano vivo, empieza a abrir sus alas y a tomar decisiones, algo insólito para la mujer de la época. Esto la lleva a aceptar la propuesta de matrimonio de Billy, pero una mala decisión la lleva a encontrarse con los indios, donde es el hombre el que aparece como su salvador, pero es su propio instinto, su cabeza, la que la lleva a tomar la que cree es la mejor decisión para su vida. Tal vez si hubiera estado más informada no se habría disparado en la cabeza, tal vez si entre ella y Billy hubiera existido algo parecido al amor, lo habría pensado dos veces, si sus vínculos emocionales con otras personas hubieran sido más sólidos, esta historia no existiría, o no sería una historia marca Coen.

Buster Scruggs - Episodio 5

Es una moraleja muy al estilo de estos hermanos directores, cuando la mujer se aleja del hombre, del rebaño, puede encontrar peligros que no es capaz de enfrentar… Y tomar malas decisiones. El miedo la hace actuar, sus nervios la llevan a tomar determinaciones a la ligera sin tener un poco de paciencia. El miedo que domina y congela a muchas personas es el que lleva a Arthur a enfrentarse con los salvajes en la escena cumbre de la historia, el clímax, la que rompe con el ritmo de plano-contraplano de diálogos a los que nos ha tenido acostumbrados hasta el momento. Mientras la mujer se asusta, el hombre es racional, libera a sus caballos, busca refugio y se prepara para la batalla, ante la cara de terror de Alice. Aquí el tiempo diegético se estira para generar la tensión y acción necesarias, utilizando planos cortos y una edición rápida que da como resultado 169 planos en un poco más de 6 minutos. El ritmo es frenético: Arthur dispara, el jefe indio se aleja, la cara de Alice se muestra asustada, los salvajes se acercan de nuevo, Arthur recarga su arma, etcétera. La cámara se mueve con los personajes, está involucrada en la acción y le da un dinamismo a la escena que está ausente en el resto de la historia. La escena es uno de esos acostumbrados enfrentamientos entre indios y vaqueros de los clásicos westerns, donde de nuevo gana el blanco, pero no sin antes poner a sufrir al espectador, haciéndolo pensar que todo se ha perdido. Pero el sinsabor persiste, pues no pudo lograr todo lo que quería. Amargo y dulce a la vez, como la vida misma.

Este episodio es un ejemplo pequeño del gran estilo de los hermanos Coen. Su estructura narrativa, el humor negro para contar sus historias y una impecable puesta en escena han marcado una forma de contar historias desde Blood Simple, su primer largometraje en 1985. Lo que siga, solo podrá ser mejor, como lo han hecho hasta ahora. Sobran palabras para recomendarlos y falta espacio para continuar analizando lo que su filmografía, tan bien cuidada, ha aportado al séptimo arte.

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