Críticas

Vidas en extinción

El huevo del dinosaurio

Öndög. Wang Quan'an. Mongolia, 2019.

ElhuevodeldinosaurioCartelWang Quan’an se ha convertido en uno de los directores más importantes de China fuera de su país. Pertenece a la denominada “Sexta Generación” de realizadores de su nación, en la que se encuadran, entre otros, Zhang Yuan, Guan Hu o Wang Xiaoshuai, artistas que han destacado por su realismo y modernidad. El autor de El huevo del dinosaurio, en su trayectoria cinematográfica, ha sido premiado en festivales europeos y norteamericanos por la mayoría de sus largometrajes. El más conocido es La boda de Tuya (Tu ya de hun shi, 2006), ganadora del Oso de Oro a la mejor película en Berlín.

Con su último filme, con El huevo del dinosaurio, Wang Quan’an nos ofrece un cuasidocumental que se detiene en exhibir, sin prisa alguna, la vida diaria en la estepa mongola, uno de los territorios menos poblados del universo. Manejando una cámara muy fija, con escenas que se deleitan en la existencia cotidiana, o no tanto, y con la conversión del paisaje en uno de los protagonistas principales, el director chino va recreándose en parajes inmensos, deshabitados, fríos, muy gélidos y en los que sin asomo de duda rigen las leyes de la naturaleza. La supervivencia no viene regalada, hay que ir a por ella. 

Un vehículo transita de noche por ese inmenso territorio y de repente, sus ocupantes observan un bulto inmóvil en el suelo. Se detienen abruptamente y comprueban que se trata del cadáver desnudo de una fémina. Son policías y deciden dejar a uno de ellos, al más joven e ingenuo, al cuidado del cuerpo para evitar que durante la noche lo devoren los animales. Como ayuda, solo pueden solicitar la del único ser humano con el que se topan, una mujer pastora conocida como Dinosauria. Se trata de nuestra segunda protagonista. Un argumento mínimo para centrarse en rodar un documental sobre la dura existencia en Mongolia, compuesta por elementos naturales y circunstancias climáticas extremas. Así, contemplaremos como se mata a los corderos, como pare una vaca, como los humanos se relacionan sexualmente, como se prepara una autopsia…

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La película resulta visualmente bellísima, en un encuadre muy cuidado. Incluso la fotografía destaca, especialmente, en la oscuridad de esas llanuras que asemejan infinitas. Despunta grandiosa la escena del camello como sustento de Dinosauria y su protegido, el policía novato. Mientras pasan las horas de esa larga noche custodiando el cadáver, ahuyentando a los lobos, comiendo, bebiendo o haciendo el amor al abrigo de la lumbre.

Nuestra protagonista, Dinosauria, se muestra desde el inicio como una mujer fuerte, independiente, que vive sola y pretende seguir haciéndolo. Su existencia se circunscribe a cuidar de sus animales, de todos ellos, de caballos, borregos, carneros o corderos. Y además, procurar que el ciclo vital continue: nos comemos a los animales como sustento, morimos, nuestros restos se convierten en despojos que volverán a alimentar a esos animales, continuando el círculo. Una fisicidad en donde no caben otras inquietudes que la resistencia diaria. 

 

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El mensaje de los comienzos del filme parecen decantarse hacia una actitud feminista, esto es, asemeja presentarse como un alegato y homenaje a favor de la mujer autosuficiente que, por ejemplo, es capaz de enfrentarse sola a las alimañas nocturnas o se relaciona con el otro sexo sin mayor inquietud o búsqueda que el puro placer momentáneo. No obstante, conforme avanza el largometraje ya no estamos tan seguros de ello. Hay que matar a un cordero y se busca la ayuda del compañero para que dirija la faena; o si una ternera está de parto, también se acude a la fuerza bruta para que el acontecimiento termine felizmente. Y de los huevos del dinosaurio, pues vean la película y saquen sus propias conclusiones.  

El cineasta Wang Quan’an utiliza unos planos muy abiertos, con grandes angulares para exhibir la hermosura y crudeza, al mismo tiempo, de su otro protagonista, de ese llanura extrema. Su inmóvil cámara se convierte en testigo de las vivencias de sus personajes, en solitario o acompañados, en silencio o dialogando (poco, por cierto). Instantes que se saborean mientras dentro de campo todo o nada se hace posible. Actos cotidianos como bailar, amarse, comer o beber se convierten con la cámara en unos acontecimientos de gran atractivo que los engrandece. El filme nos ha recordado el excelente largometraje del búlgaro Milko Lazarov, Ága (2018). Otra película que respira poesía, en la que la naturaleza se apodera de la imagen y la lucha contra el medio ambiente hostil se transforma en primordial. Y también con el uso de unos campos focales amplísimos y una imagen detenida en la que se desplazan, lentamente, sus criaturas. 

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No puede extrañarnos que ciertos asiáticos se diviertan con fuegos artificiales, pero en medio de esa estepa infinita de la que nos deleitamos en El huevo del dinosaurio resulta, cuanto menos, alucinante. Y mientras las jornadas van sucediéndose, pequeñas o grandes cosas ocurren. La jubilación llega, amores o atracciones recientes se deshacen y la naturaleza y sus seres se renuevan. Enkhtaivan Dulamjav, la actriz que encarna a Dinosauria, incluso entre tanto ropaje, es capaz de mostrar seguridad y fortaleza cuando toca; también reflejar inquietudes en momentos desasosegantes, esos instantes en los que hay que decantarse por una orilla del río y no se divisa claramente la que dará mayor cobijo. 

Importantes, por su imponente estética, se convierten los paseos en ciclomotor que se suceden a lo largo de la obra, incluidos esos castillos aéreos a los que hemos hecho referencia. Resultando elementos perturbadores en la naturaleza circundante, sin embargo, el realizador Wang Quan’an sabe intercalarlos con destreza, no exenta de ironía, ni tampoco de complicidad. Estamos en tierras de ascendientes del director, justamente en las que también rodó su obra más célebre, la citada La boda de Tuya. Un mundo inhóspito en vías de extinción, como el huevo del título. Sin guion previo (lo que se arrastra negativamente a lo largo del filme), rodada en un par de meses, con actores no profesionales y con una cuidada fotografía, el autor sabe destilar encanto contemplativo mientras se ocupa de que, cuanto menos en la historia, queden huellas de culturas cuya prolongación se sospecha inviable. 

Tráiler:

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Ficha técnica:

El huevo del dinosaurio (Öndög),  Mongolia, 2019.

Dirección: Wang Quan'an
Duración: 97 minutos
Guion: Wang Quan'an
Producción: New Theatre Union, A Light Arts Films, Landi Studios, Mogo Film Labs
Fotografía: Aymerick Pilarski
Reparto: Enkhtaivan Dulamjav, Aorigeletu, Batmunkh Noribuzhabu, Arild Gangtemuer

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