Críticas

La extraña que hay en ti

El ritmo de la venganza

The rhythm section. Reed Morano. Reino Unido, 2020.

La venganza es uno de los actos más tratados por el cine. El género de acción es pródigo en vehicular desquites para armar todo tipo de historias donde alguien que ha recibido una afrenta de cualquier consideración no repara en medio para cumplir el objetivo de aniquilar a quien ha osado infringirle un castigo u ofensa, sea de la magnitud que fuere. Un personaje que ha soportado una tragedia o ignonimia provocada por otro, inicia, sacudido por un resorte con el que cargamos los humanos, un despiadado plan encaminado a perpetuar el temible “ojo por ojo, diente por diente”. Ejemplos de este calibre, parecidos o que se le aproximan, han sido vectores para la creación de tramas variopintas expresadas visualmente desde muchos frentes estilísticos y estéticos. La humanidad primero, luego la literatura y más tarde el cine, además de otras manifestaciones artísticas, han concebido sus argumentos creativos partiendo del móvil de la venganza para cobrar cualquier afrenta.

El cine, muy generoso y amplio en este tema, no ha detenido su maquinaria alrededor de la premisa a la que me estoy refiriendo. Incluso, en la últimos años, una saga de títulos muy comerciales iniciados como Venganza (Taken, Pierre Morel, Francia, 2008), interpretados por el actor Liam Neeson (el intérprete se ha convertido en su propio género), sirve de precipitado modelo para ilustrar un asunto que jamás deja de estar de actualidad. La heterogeneidad y su abundancia es de tal magnitud que su oferta tiene de todo. Largometrajes que atraen porque, si no inventan nada nuevo, que es muy difícil (quizás los coreanos están en una posición de exprimir el fruto desde perspectivas cuanto menos exigentes), gozan de parámetros formales apreciables, que pretenden huir de la rutina y el zafio manoseo. En cambio, otros dan vueltas sobre ejes muy moldeados que son incapaces de aventurar novedosos giros. Uno de ellos voy a traer a este campo de la crítica cinematográfica.

Un filme que me ha decepcionado mucho es El ritmo de la venganza, dirigida por Reed Morano. Con guion de Mark Burnell que se inspira en sus propias novelas. Un thriller sobre la venganza y liberación de una mujer, Elizabeth Patrick (Blake Lively), que perdió a la totalidad de su familia en un accidente de avión. Desde ese fatal incidente, la chica vive sumergida en una honda desesperación e insoportable aflicción. Desconsolada, porque a última hora no cogió el avión siniestrado que se desplomó sobre el Atlántico. Su amargura y sentimiento de culpabilidad la conduce a perder el control de su existencia. Como flagelo, se arrastra a la prostitución y al consumo de drogas. Aquí el largometraje aboga por este descarrilamiento, por este descenso a los infiernos, para sumir a Elizabeth en una zona sucia y desagradable con el fin  de redimir su congoja. En vez de acudir a un psiquiatra o psicólogo, guionista y director se inclinan por el lado más tremendista: convertir a su maqueada y desventurada criatura en una fulana con tendencia al sexo duro.

El subsuelo, la degradación, el quebrantamiento moral, la más infame de las bajezas y la distancia social te equiparan a la altura del despojo de tal modo que, cuando resurges de la zona oscura, el mérito de la rehabilitación tiene más galones. Así le ocurre a Elizabeth, una mujer que se hace daño. Un personaje que parte de cero, con una imagen cochambrosa y deterioro físico. Un rol desacostumbrado en Blake Lively, una intérprete que suele cabalgar entre productos melosos y aterciopelados, conjugados con otro tipo de proyectos más exigentes.

Para El ritmo de la venganza, afea bastante su rostro, viste ropas de mercadillo y presenta una traza abandonada y cutre. Muchas actrices han escogido papeles poco glamorosos, en los que transforman su elegante imagen en figuras maltratadas por la vida y con el rostro desencajado por los golpes de la supervivencia. Blake Lively acepta el reto, pero fracasa en el experimento. Su deambular y peripecia en el argumento es marrullero, deliberado, novelesco, trufado de incongruencias y muy torpe. Con esos mimbres, es imposible no solo hacer creíble su personaje, insalvable, sino que involucre al espectador, arrastrado a una trama cosmopolita, que viaja por unas cuantas ciudades, entre ellas Madrid, sin sentir la emoción y el vértigo que deben aflorar en las circunstancias en las que se encuentra inmersa Elizabeth.

Lisa abandona la prostitución, porque tropieza con una fuente que le revela que el avión en el que viajaban sus seres queridos y que se estrelló en el mar, no tuvo un fallo mecánico, sino que fue un atentado. Entre los pasajeros figuraba un reformista islámico que había soliviantado a la comunidad fundamentalista religiosa por su atrevida renovación. La pista que maneja Lisa la lleva hasta un exagente del MI6 británico, Iain Boyd (Jude Law), que se apiada de ella, la entrena y la convierte en una peligrosa sicaria. Nada nuevo. Este punto de partida lo hemos visto repetidas veces, desde muchos ángulos.

El ritmo de la venganza no funciona. Su guion es puro fogueo. La trama artificiosa y simple, como la mayoría de historias sobre venganzas. Las motivaciones del ángel de la muerte resultan infames y desnortadas. Las contradicciones que le sobrevienen cuando tiene que liquidar un encargo en Nueva York, son pueriles. Las escenas de acción, poco atractivas, coreografiadas con desgana. Se trata de una película que no se adentra en ningún territorio. La amenaza del terrorismo de corte islámico está apuntado, pero desdibujado, y la reconversión de una mujer, machacada por el desgarro del sentimiento de culpa, en una asesina profesional y despiadada, carece del vigor y tensión que otros cineastas han dotado a sus trabajos cuando han desarrollado una historia de parecidos mimbres. Cine de acción completamente vacío y sin alma.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

El ritmo de la venganza (The rhythm section),  Reino Unido, 2020.

Dirección: Reed Morano
Duración: 109' minutos
Guion: Mark Burnell
Producción: EON Productions / IM Global / Babieka / Ingenious Media. Distribuida por Paramount Pictures
Fotografía: Sean Bobbitt
Música: Steve Mazzaro
Reparto: Blake Lively, Jude Law, Sterling K. Brown, Daniel Mays, Raza Jaffrey, Nasser Memarzia, Ivana Basic, Degnan Geraghty

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