Críticas
La vida es una condena a muerte
Bella Addormentata
Marco Bellocchio. Italia, 2012.
Encontrarse con una película de Marco Bellocchio siempre es una invitación grata, porque el veterano director italiano pone sobre la pantalla historias que develan una línea de pensamiento propio con el cual es saludable confrontar. Siempre elige temas sensibles para proponer a sus espectadores. Bella Addormentata no es una excepción.
Esta vez se aleja de la operística trágica de Vincere (2009), la historia del ascenso político de Mussolini, y se familiariza con la puesta en escena oscura y austera de La sonrisa de mi madre / La hora de la religión (2002), el relato de un pintor ateo que de pronto se ve sorprendido por la beatificación de su madre.
El tema de la religión también está presente en Bella Addormentata, así como su mirada cínica sobre esta y otras cuestiones. La religión, la política y la salud rondan el tema central del film: la libertad de conciencia. La propuesta viene de la mano de un hecho real: el caso de muerte digna para Eluana Englaro, una joven mujer italiana que permaneció largos años en estado vegetativo y que sirvió para abrir el debate sobre la eutanasia en Italia.
Como es de esperar, varios intereses se movilizaron en torno a este hecho. La política, la religión y la ética científica tuvieron su aporte para el debate, que se desplegó por varios días, mientras el padre de la joven decidía su desconexión del respirador artificial. Bellocchio narra su mirada sobre el caso a través de varias líneas narrativas. La de un senador de Forza Italia –ese partido que surgió luego del Mani Puliti, encabezado por Silvio Berlusconi- que debe votar solidariamente con su bloque en contra de la eutanasia, aunque no comparta tal decisión. Su hija, ávidamente religiosa, se congrega a orar por la vida de Eluana y en una de esas ocasiones conoce a dos hermanos, uno de ellos un psicótico al que enervan estas reuniones piadosas. Una actriz madura que mantiene a su bella hija conectada a un respirador, mientras duda de su fe. Y un médico empeñado en salvar a una suicida.
Bellochio propone distintos aspectos desde donde mirar el caso Englaro. La del juramento hipocrático, la del compromiso con una fuerza política, la que impone la educación religiosa, la de la duda existencial o la de la rabia visceral que suscita el designio con que la naturaleza doblega al ser humano.
El hilo conductor de la narración lo lleva el personaje del senador, quien presionado por el partido se debate en un dilema moral y político que lo fuerza a decidir con su voto el futuro de un ser humano. Forza Italia acompaña la decisión de la Iglesia con respecto al caso, ya que “no se gobierna sin el apoyo del Papa”, como dice un colega parlamentario. La relación con su hija está mellada por una situación que no comprenderemos hasta el final, pero que es un componente que alimenta su decisión. La chica, a su vez, una adolescente que se enamora de un joven con quien no tiene ni punto de coincidencia en lo ideológico, puede alcanzar la comprensión luego de experimentar el amor.
La mirada de Bellocchio va juzgando a cada paso, entre los espacios oscuros que recorre el senador en el parlamento, tan oscuros como los que transita su hija en las calles durante noches en vela piadosa o la habitación de un hotel donde se entrega a un desconocido. El gusto del autor por la belleza se impone en el entorno que rodea al personaje de Isabelle Hupert, en una casa ricamente ornada, llena de sirvientes y aparatos sofisticados donde mantiene artificialmente a su hija con vida. Estas escenas de la actriz que guarda a su hija como a la Bella Durmiente del cuento, en clara confrontación con su esposo e hijo, también actores, contienen trazos de la estética de Vincere, donde se nos van los ojos por los ornatos, la iluminación, el paso de los personajes o la declamación… para darnos cuenta de que con dinero o sin él, la esperanza de vida (y la decisión de la muerte) nos trata a todos por igual.
La historia del médico que salva a la joven suicida y que se queda junto a ella pareciera correr paralelamente a las otras historias, sin que se cruce con ellas más que en los dichos al pasar de algún médico que opina sobre el caso Englaro. Quizá sea la historia más débil del film, pero tiene un correlato con la propuesta general de Bellocchio acerca de la defensa de la vida a cualquier precio, o su condenación.
Lo más explícito de Bella Addormentata va de la mano del monólogo que pronuncia el senador (Toni Servillo), que ensaya su discurso donde desoye el mandato del bloque y defiende su libertad de conciencia, haciéndose cargo del precio que deberá pagar. Una escena central, sostenida por el sustrato del discurso que bien podríamos asignar al propio Bellocchio, pero que cae en saco roto cuando los acontecimientos se anticipan al veredicto del parlamento, subrayando la idea de que los tiempos del hombre no son los tiempos de Dios.
Bella Addormentata no tiene la grandeza estética de Vincere, y puede reclamársele a su propuesta la corrección política, pero permite establecer una confrontación ideológica y ética que se agradece, ya que posee lo que toda buena película debe tener: una exposición que cobre sentido una vez que el espectador establezca ese diálogo rico, donde el reto sea no discurrir al unísono.
Tráiler
Ficha técnica:
Bella Addormentata , Italia, 2012.Dirección: Marco Bellocchio
Guion: Marco Bellocchio, Veronica Raimo, Stefano Rulli
Fotografía: Daniele Ciprì
Música: Carlo Crivelli
Reparto: Toni Servillo, Isabelle Huppert, Alba Rohrwacher, Michele Riondino, Maya Sansa, Pier Giorgio Bellocchio, Gianmarco Tognazzi, Brenno Placido, Fabrizio Falco, Gigio Morra, Federica Fracassi, Roberto Herlitzka