Críticas

Heridas descosidas

Una gran mujer

Otros títulos: Beanpole.

Dylda. Kantemir Balagov. Rusia, 2019.

Cartel de Una gran mujerLa Segunda Guerra Mundial dejó atrás un mundo devastado habitado por seres humanos magullados en cuerpo y machucados en espíritu. Grandes ciudades quedaron sumergidas bajo los escombros, mientras que una población famélica naufragaba en las aguas de la pobreza. En Leningrado (ahora San Petersburgo), la falta de alimentos provocada por el asedio desembocó en la muerte de cientos de miles de habitantes, en lo que fue una de las consecuencias más terroríficas de la contienda bélica. Entre el hambre y el frío, la desesperación y la angustia, Una gran mujer, de Kantemir Balagov, narra la dureza tras los andares de dos mujeres que resistieron como pudieron en dicha época.

Un silencio absoluto es interrumpido por el ruido de jadeos entrecortados que se anteceden al rostro de una mujer en pleno lapsus mental. Congelada, es incapaz de moverse ni de reaccionar a las personas que pasan a su lado. Cuando regresa en sí, un lento travelling hacia atrás revela la lavandería de un hospital, donde otras mujeres friegan la sangre de las vendas manchadas. Ella es Iya, una excombatiente vuelta enfermera que asiste a soldados heridos que retornaron del frente. 

Fotograma de Una gran mujer

Hablar de Una gran mujer es hablar de su protagonista y referirnos a su particular contextura física. Su largo y delgado cuerpo, que se extiende en los espacios que ocupa, le ha ganado el apodo de larguirucha o flacucha, o sinónimos parecidos que podrían perderse en las subsecuentes traducciones. Su altura excepcional obliga a uno a habituarse a un punto de vista elevado por encima del promedio de estatura, donde los personajes que giran en torno a ella quedan reducidos a figuras minúsculas un tanto frágiles frente a esta gran mujer. Esta idea de elevar la cámara casi medio metro para hallar los ojos de Iya sugiere una mirada por encima de las cosas, en un intento de observar el pasado histórico desde un ángulo un tanto distinto, pero apenas perceptible. El punto de vista físico de los encuadres encuentra una distancia prudente que le permite hallar un relato sublime frente a una marea de tragedia que transita en otro plano visual. Asimismo, la altura del personaje evoca una aparente tenacidad capaz de ofrecer protección, pero ella deambula encorvada; es tan frágil como quienes la rodean.

En Una gran mujer el trauma de la guerra se manifiesta visiblemente, pues todos los personajes exhiben alguna carencia física o emocional, o emocional que deviene de lo físico, o ambos. Masha, la compañera de ejército de Iya es estéril, consecuencia de una cirugía mal practicada; Iya acarrea las consecuencias de una contusión cerebral severa; el doctor ha perdido a ambos hijos, y los soldados del hospital han perdido alguna extremidad o facultad mental. Este colectivo de personas fragmentadas, que por de pronto deben aprender a moverse sin un brazo o una pierna y que prefieren la muerte antes que suponer una boca más que alimentar, esboza la sensación de desesperación por la que atravesó el pueblo ruso, y el estado de shock que repercutió en el proceso de reconstrucción. Los momentos de desconexión de Iya son tanto de ella como de los demás personajes que parecen estar suspendidos en el tiempo incapaces de moverse y sobreponerse al dolor. 

Fotograma de Una gran mujer

Pero en las penumbras del ambiente, el amarillo de la fotografía arroja su calor sobre el frío mordaz y encuentra la sensibilidad humana donde no queda nada. El hospital donde trabajan las mujeres alude a un purgatorio de ensueño, donde los enfermos y sus cuidadores buscan sanar las lesiones que cada tanto se vuelven a abrir como los puntos de una herida. De la misma manera, los tapices, las texturas y los empapelados tiñen con sus verdes y rojos las ruinas de aquello que dejó a su paso la guerra, porque hasta en los lugares más horrorosos se esconde el cariño de un abrazo o la ayuda de un compañero que renuncia a una ración de comida extra para dársela a otro. El contraste de la belleza de los decorados y la enemistad del entorno evidencia una intención de embellecer la angustia para paliar el dolor y que aquel encanto visual ayude en cierta manera a aliviar el trauma. 

La paleta de colores de verde y rojo trasciende las paredes y los objetos para inmiscuirse en la caracterización de Iya y de Masha. A lo largo de la película, Iya viste únicamente de verde, mientras que en las prendas de Masha van a apareciendo salpicones de verde sobre la lana roja, el mismo rojo que a su vez había abrigado al diminuto Paksha, hijo de Masha enviado al cuidado de Iya. Hacia el final del film, los colores se han invertido; es Iya la que viste de rojo y Masha de verde. Con el paso de los días, el carácter de ambas mujeres se fue entreverando a tal punto que era posible distinguir la determinación de Masha en Iya, o la docilidad de Iya en Masaha. Se podría intuir que las dos conforman un todo singular, incompleto, pero que en la unión complementaria es lo único que puede hacer frente a la tragedia sucedida.

Fotograma de Una gran mujer

Una gran mujer es una película de contradicciones, porque encuentra la calidez en la helada y la delicadeza en lo horrendo para describir la afección anímica de la historia de una ciudad asolada a merced de las penurias de la oscuridad. Pero lo opuesto no siempre implica incompatibilidad, o al menos aquí no, porque en cierta forma los complementarios se intensifican y en su armonía se halla la clave para sanar; podemos ser personajes rotos, o una nación demolida, pero el reconocimiento de la debilidad y los vínculos que se forjan en ayuda mutua podría detener la sangre que de tanto en tanto brota inadvertida de la nariz y que mancha el vestido. 

Tráiler:

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Ficha técnica:

Una gran mujer  / Beanpole (Dylda),  Rusia, 2019.

Dirección: Kantemir Balagov
Duración: 130 minutos
Guion: Kantemir Balagov, Aleksandr Terekhov
Fotografía: Kseniya Sereda
Música: Evgueni Galperine
Reparto: Viktoria Miroshnichenko, Vasilisa Perelygina, Konstantin Balakirev, Andrey Bykov, Olga Dragunova, Timofey Glazkov

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