Críticas

Ambiciones repulsivas

Senderos de gloria

Paths of Glory. Stanley Kubrick. EUA, 1957.

SenderosdegloriaCartelNo sabemos si este artículo cerrará una trilogía sobre el horror bélico centrado en la Primera Guerra Mundial. Tras acercarnos en los dos números anteriores de la revista a las excelentes obras Rey y patria , de Joseph Losey (King and Country, 1964), y Sin novedad en el frente, de Lewis Milestone (All Quiet on the Western Front, 1930), le ha tocado el turno a la que algunos consideran como uno de los mejores legados cinematográficos pacifistas. La película de Stanley Kubrick, Senderos de gloria, está basada en una novela de Humphrey Cobb, escrita en 1935. Se centra en dos hechos reales ocurridos en el mando militar francés durante la Gran Guerra. En el primero, un general ordenó fusilar a seis soldados elegidos al azar, por cobardía ante el enemigo; en el segundo, otro general mandó disparar contra sus propias tropas con la finalidad de evitar el retroceso de las mismas. No extrañará, por tanto, que el largometraje estuviera prohibido en Francia hasta 1975. Pero Alemania también lo vetó durante un par de años, Estados Unidos en bases militares y en España no se estrenó hasta 1986. La película, en general, causó bastante agitación al ser considerada peligrosa. ¿Cuál fue el verdadero motivo de tantas reticencias y censuras?

El filme se inicia, en sus títulos de crédito, acompañado por los acordes de La Marsellesa, con destacados redobles de tambores. Una voz en off comunica al espectador que estamos en 1916. Tras dos años de guerra sangrienta en trincheras entre Alemania y Francia, las líneas del frente apenas han cambiado. Cada metro avanzado se ha cobrado miles de muertes. Estamos pues en 1916, en territorio francés. Las trincheras se han apoderado del paisaje y los avances y retrocesos casi ni se miden ya en distancia (sí en víctimas). Los dos países, Francia y Alemania, se encuentran sumidos en una paralización letal, seguida estrechamente, desde lejos, no podía ser menos, por políticos, periodistas y opinión pública. Los militares se encuentran en el punto de mira:  acerca de su valentía o cobardía, sabiduría o torpeza, habilidad o incapacidad. Ante la paralizante masacre, se impone la acción. Aunque sea arriesgada, improbable, descabellada y hasta inconcebible. Nulas posibilidades de éxito en posibles operaciones que rompan esa fatal y cruenta monotonía de trincheras, entre fuegos mortales ensordecedores.

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Y en esas estamos cuando a un alto miembro del Estado Mayor, el general Broulard (interpretado por Adolphe Menjou) tiene la ocurrencia de embaucar en un ataque a otro general a sus órdenes, un ser ambicioso llamado Mireau y llevado a la pantalla por el actor George Macready. El plan es simple: intentar la toma de una colina inexpugnable en manos del enemigo, poniendo en peligro las vidas de su regimiento, 8.000 seres humanos, con la promesa de un ansiado ascenso. ¿Tan egoísta e irracional puede llegar a comportarse un individuo? Estamos ante la teoría de la elección racional, un cálculo de los costes y beneficios de la acción. Y a nuestro querido general Mireau le interesaba más su carrera militar que la vida de sus soldados. El fin justifica los medios y la meta es su gloria, el medio, la agonía o la muerte de los hombres bajo su mando.

Con estos antecedentes y caracteres, ya se imaginarán que el encargado desde el mismo campo de batalla en dirigir la operación no será el general Mireau (eso sí, lo observará todo en la distancia, detrás de sus binoculares). La responsabilidad recaerá en el coronel Dax. Kirk Douglas es Dax. A los militares de rango, también a nuestros personajes con estas características, se les llena la boca de términos como valentía, patria, arrojo , disciplina, sumisión…; y utilizan dichas palabras para manejar vidas y muertes a pura conveniencia. Destinos de hombres que la casualidad o la estupidez les han colocado en una contienda bélica de la que poco tienen que ganar y mucho que perder. El título de esta película de Kubrick proviene de uno de los versos del poeta Thomas Gray, y dice así: «Los senderos de la gloria no conducen más que a la tumba». En pocos meses, fontaneros, tenderos, granjeros, operarios de cualquier tipo, incluso estudiantes adolescentes, aprenderán a saborear la amargura del miedo, el pavor de la muerte, lo irracional de la contienda, la intensidad del sufrimiento y la nostalgia por aquella vida que fue y que ya no será. 

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El coronel Dax se va a erigir como “el bueno” de la película. Desde el mismo momento en el que se entera de los planes concebidos por las altas instancias, se horroriza del carácter suicida de la operación y entra en una confrontación verbal con el general Mireau.  Tras llegar a espetarle la frase de Samuel Johnson acerca de la cualidad del patriotismo como último refugio de los canallas, se somete a la disciplina y acata órdenes. El coronel, a lo largo de la película, va creciendo como un hombre de honor, justo y respetado por su compañía. Inmune a las corruptelas, llega a afirmar que “siente vergüenza de pertenecer a la raza humana”. De profesión abogado penalista, será el encargado de la defensa de los acusados por cobardía, en una farsa de juicio con veredicto dictado de antemano. Kirk Douglas realiza una interpretación colosal. Y compone un personaje que se ha convertido en un icono de honestidad. Jamas luchará por intereses personales y siempre lo encontraremos batallando para mejorar las condiciones de sus hombres. Una persona digna de admiración y respeto, con convicciones firmes, un héroe, en definitiva, a la altura de otros grandes luchadores que nos ha dejado el cine,  de espíritu humanista y crítico, como Atticus Finch, ese personaje inolvidable, también jurista, interpretado por Gregory Peck en la película Matar a un ruiseñor  (To Kill a Mockingbird), que el director Robert Mulligan realizó en 1962. 

Stanley Kubrick, en Senderos de gloria, en realidad se vale de dos escenarios para unir dos alegatos críticos: uno contra la guerra y el otro contra el ejército. El primero, el de la contienda bélica, se desarrolla en las trincheras, en esa embarrada tierra de nadie ennegrecida de despropósitos, un infierno de metralla, bombas y gases, un territorio en el que solo se piensa qué es peor, la muerte o el dolor. El segundo, el de los altos mandos militares, transcurre en los castillos, en suntuosas estancias repletas de cuadros de gran valor y mobiliario exquisito. ¿Y qué se hace en su interior? Pues intervienen los “juegos de salón”, se barajan estrategias de poder, evolucionan hipocresías y se persiguen ambiciones, no importan las pequeñas piezas “irrelevantes” que puedan caer en el camino.

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El realizador nos muestra todo este panorama en su maestría habitual con la cámara. Destacan la intensidad de los travellings, como esos momentos en los que el general Mireau y el coronel Dax recorren la trinchera. Ese corto itinerario, le sirve al director para que el espectador descubra la diferencia de afectos con los que la tropa distingue a cada uno de ellos. También destacan los encuadres precisos, los momentos en que la cámara se sitúa a la altura de los ojos y los pocos primeros planos utilizados, pero de alto significado. Tampoco falta el humor negro o la ironía, como cuando Dax intenta salir de nuevo de la trinchera y su movimiento es impedido por la caída del cuerpo de un soldado de su compañía. 

Se ha discutido si en el plano final se ha intentado dejar en el aire un clima de esperanza, cuando la película acaba con una pequeña tregua y las tropas francesas se emocionan con el canto de una prisionera alemana. Creemos que sentirse afectadas por el único instante que destila belleza en muchos kilómetros y desde demasiado tiempo, y que incluso les pueda recordar a sus añorados hogares, no lo eleva a síntoma de optimismo que borre todo lo acontecido y lo que está por llegar. Porque no falta nada para que vuelvan de nuevo a las trincheras, con sus bombardeos, los gases, fusiles, el barro, el polvo… Todos esos senderos de gloria que todavía tendrán que recorrer hasta la tumba muchos de ellos, y también muchos otros similares que vendrán después, en otras guerras y en otros territorios.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Senderos de gloria (Paths of Glory),  EUA, 1957.

Dirección: Stanley Kubrick
Duración: 86 minutos
Guion: Stanley Kubrick, Calder Willingham, Jim Thompson (Novela: Humphrey Cobb)
Producción: Bryna Productions. Distribuida por Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Fotografía: Georg Krause
Música: Gerald Fried
Reparto: Kirk Douglas, George Macready, Adolphe Menjou, Ralph Meeker, Wayne Morris, Joe Turkel, Richard Anderson, Timothy Carey, Peter Capell, Christiane Kubrick, Bert Freed, Emile Meyer

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