Críticas

Shock the (human) monkey

Este perro mundo

Otros títulos: Perro Mundo.

Mondo Cane. Gualtiero Jacopetti, Paolo Cavara, Franco Prosperi. Italia, 1962.

Resulta difícil hablar de un supuesto objetivo del arte (o del oficio) del documental: teóricamente lo que se intenta hacer es presentarles a los espectadores una imágenes reales, acercarles a “lo que es”, huyendo de cualquier tipo de ficción. Obviamente esto es imposible: la presencia de una imagen lleva a una lectura de ella, una interpretación consciente o subconsciente que permite su interpretación y su aceptación en tanto material discursivo que se instaura en un doble contexto, el del lector (mi cultura) y el de la producción del mensaje (la cultura en la que nace el producto). En el caso de un documental, la complicación de los niveles de lectura se complica ya que la relación imagen-espectador se ve forzada (muchas veces sin que nos demos cuenta) por el ojo del director, quien decide no solo el ritmo global, sino qué se verá en la pantalla: la presencia de un doble foco se debe así al iris de quien está en la butaca que ve lo que el iris de quien está detrás de la cámara quiere que se vea. Lo pasivo y lo activo se entrelazan.

Si la objetividad del documental, en tanto testigo de la realidad, resulta imposible de defender, de todas formas no podemos negar que hay una diferencia necesaria, innata, entre las imágenes de lo real (la presencia del ojo del director es un subproducto no rebuscado e inconsciente) y las imágenes de la ficción (la presencia del ojo del director es una necesidad querida e ineludible). La formulación de determinadas miradas, la consagración de cierto ritmo, el uso de la música, todo esto conlleva una estructura personal que pone de manifiesto el deber del acto creativo humano, en tanto testigo de unas acciones que se desarrollan ante él y que hay que registrarlas según unos patrones predefinidos y unas claves de escrituras (los cánones) que hagan digerible su lectura. Si este es el punto de donde tenemos que partir, en el caso de Mondo Cane esta necesidad de análisis se hace más necesaria, ya que el espectador podría caer en el peligro de no saber a qué está a punto de enfrentarse.

Definir la obra como simple shockumentary no tendría mucho sentido si antes no estuviéramos preparados para traducir y aceptar el significado de “choque”: la acción de provocarnos asco no basta, ya que el asco puede ser dirigido hacia diferentes objetivos, exactamente como puede ser físico (el acto de vomitar), psicológico (rechazar la presencia de lo que no queremos), o ambos (cerrar los ojos antes imágenes horribles). El choque que nos provoca (que quiere provocarnos) Mondo Cane no es una lluvia de escenas terribles, sino un ritmo calibrado que nos lleva de un extremo (del mundo) al otro, mostrando lo real en sus varios niveles: si el mundo se presenta como un conjunto de diferentes culturas, un mosaico que se fragmenta cada vez que aumenta su tamaño, el deber de los documentalistas, en este caso, es entonces mostrar este caos y subrayar cómo todo se entrelaza en la absurdidad de las diferencias y de las similitudes. El efecto de alejamiento que surge durante la visión nos empuja así a cuestionarnos.

El objetivo de Mondo Cane, entonces, no es solo juntar una serie de escenas de todo el mundo, escenas que pueden ser tan innocuas como terribles, sino crear una red de imágenes, de eventos, que lleven a un cambio radical en su lectura global debido a su yuxtaposición. No se trata así solo de mostrar lo que es un tabú (la muerte, la sangre), sino de calibrar la presencia de los diferentes episodios en relación a la estructura total que va desarrollándose en la pantalla y en nuestra mente; el efecto esperado es una sucesión de emociones que logran ir más allá de un simple responso sensible. El objetivo de la película se desvela paulatinamente, y una vez que hayamos permitido la presencia de lo “infilmable” ante nuestros ojos, así como de lo que normalmente podría resultar “poco interesante” (personas bailando, borracheras, ancianos de vacaciones), nos será posible profundizar y explorar nuestras reacciones ante la obra.

Se trata de la metáfora del cuerpo: la visión (y el concepto general) a la que estamos acostumbrados es la de una imagen fragmentada, pero perfecta en su conjunto ficticio. Una mano es un instrumento positivo que forma parte de una estructura nítida, pero si abrimos los ojos a las partes escondidas (los tabúes) el conjunto total nos causará un desfase entre nuestros prejuicios y la realidad. La presencia de una mirada que guíe la nuestra es un acto necesario para que logremos distanciarnos de un contexto apaciguador en el que vivimos: si, como hemos dicho, el objetivo de neutralidad de un documental es inalcanzable como su intento de mostrar la realidad, es también necesario reconocer cómo la sensación de alejamiento a la que nos obliga Mondo Cane es un mecanismo de distanciamiento de nuestra realidad (nuestra cultura, nuestro modo de ser, nuestra mirada) para acercarnos a una visión más global (¿más verdadera?) del mundo. Si es imposible mostrar “lo que es”, esto no significa que estemos ante una dualidad blanco/negro, sino que son posibles unos niveles de matiz.

Mondo Cane es entonces más que un simple collage de escenas, algunas innocuas y otras chocantes. Es una demostración de la variedad del ser humano, un trabajo antropológico que pone de manifiesto las estructuras de las sociedades y de las culturas; el espectador se sumerge (¿es sumergido?) en un panóptico, despojándose lentamente de sus prejuicios hasta llegar al punto de preguntarse dónde se encuentra la diferencia entre su cultura y la de otros seres humanos. La anarquía del ritmo (anarquía rebuscada y, por esta razón, ficticia) se espeja en la anarquía de los eventos humanos, el torbellino de emociones que obligan a un acto superior, que vaya más allá de las sensaciones y entre en el dominio del análisis. Se logra así el objetivo príncipal de cada obra de arte: reacción emotiva, sí, pero seguida por una necesaria reflexión.

Trailer

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Ficha técnica:

Este perro mundo  / Perro Mundo (Mondo Cane),  Italia, 1962.

Dirección: Gualtiero Jacopetti, Paolo Cavara, Franco Prosperi
Duración: 105 minutos
Guion: Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti
Producción: Gualtiero Jacopetti
Fotografía: Antonio Climati, Benito Frattari
Música: Riz Ortolani, Nino Oliviero

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