Festivales 

Seminci 2022

67a. EDICIÓN DEL FESTIVAL DE CINE DE VALLADOLID

Regresan las emociones con público

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Por fin, el Festival de Valladolid ha recuperado su actividad plena tras los tristes certámenes de 2020 y 2021. Acabamos de disfrutarlo entre el 22 y el 29 de octubre. El público ha vuelto a las salas de manera masiva, abarrotando teatros o cines en numerosas sesiones. Por otra parte, este año han asistido muchos de los autores, productores y protagonistas de las películas exhibidas. Además de la Sección Oficial de Largometrajes y Cortometrajes, se ha seguido contando con las ya tradicionales Punto de Encuentro y Tiempo de Historia, además de Spanish Cinema, DOC. España, Seminci Joven y Miniminci. El país invitado ha sido Irlanda y se le ha dedicado una retrospectiva sobre lo más sobresaliente del siglo XXI. Han recibido homenajes, así mismo, los directores Pier Paolo Pasolini y Juan Antonio Bardem, reuniéndose en un ciclo sus obras más destacadas. El programa ha sido muy completo y la alegría por retornar a la normalidad destacaba en el ambiente. El Festival sigue centrado en el cine de autor, en un cine que busca conmover y despertar emociones en el espectador, un cine en el que se abordan problemáticas actuales o rememoran algunas del pasado, un cine, en definitiva, que gira en torno a conflictos humanos, dignidad y honestidad.

Centrándonos a partir de ahora en la Sección Oficial a competición de largometrajes, la misma ha reunido trabajos de autores de dieciocho nacionalidades. Temáticas diversas han sido tratadas en todos ellos, pero sobresale la atención puesta en problemáticas actuales como la relación con la naturaleza o el mundo de la adolescencia y juventud, sin huir de asuntos espinosos como el acoso escolar, la drogadicción, la violencia o los abusos sexuales. Una nueva generación inmersa en el desconcierto y sumergida en redes sociales que abordan la comunicación desde prismas muy distintos a los existentes antes de las nuevas tecnologías. Tampoco ha faltado la preocupación por el bienestar animal, sobre el sentido de la existencia, por las oportunidades perdidas, por la xenofobia, el despertar sexual, corrupciones políticas, padres irresponsables o denuncia de represiones atentatorias contra los derechos humanos más básicos. Secretos oscuros han salido a la luz o han pretendido ocultarse por todos los medios. El abanico de sentimientos desplegados ha sido grande y nos hemos adentrado profundamente en traumas, pasiones, lealtades y enfrentamientos. 

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De nacionalidad española se han exhibido dos largometrajes. El primero, inaugural de la Sección Oficial, fue No mires a los ojos, realizada por Félix Viscarret y basada en una obra de Juan José Millás. El argumento se adentra, cómo no, en un universo onírico e introspectivo y en turbadores espacios habitables. Un trabajador, Damián (Paco León), que es despedido de la empresa de carpintería en la que ha trabajado muchos años, se refugia en el interior de un armario. El mueble llega a su nuevo emplazamiento con la carga añadida. Se trata del domicilio particular de una familia de desconocidos. Damián decide permanecer oculto y ser testigo de la cotidianidad ajena. Nos adentramos así en una compleja trama sicológica que sume al espectador en la incertidumbre e inquietud continua. En una combinación de géneros, este viaje en el interior de la neurótica mente del protagonista, si bien se realiza con eficacia, no alcanza la credibilidad que transmite el lenguaje literario al sustituirse la imaginación lectora por claridad fílmica. Una obra con altibajos y que explora en los límites de la normalidad desde la frustración y la envidia.

El segundo filme español exhibido se trató de Vasil, primer largometraje de ficción de la valenciana Avelina Prat. El personaje del título es un hombre búlgaro que emigra a España para intentar salir adelante. Tras cerrar la empresa en la que trabajaba, se queda en la calle. Por recovecos del destino, acabará durmiendo en el sofá de casa de Alfredo, un arquitecto jubilado. Están representados por los actores Ivan Barnev y Karra Elejalde. Con todo merecimiento, han recibido ex aequo el premio en dicha categoría. La extraña y entrañable relación que se establece entre ellos se erige en lo mejor de la película. Con buenas localizaciones, pulso sereno y estupenda fotografía, la obra, bien intencionada, se contempla con agrado e incide en la xenofobia y la ayuda desinteresada. Invita a reflexionar de forma muy sutil sobre reivindicaciones sociales, se encuentra exenta de ánimo de juzgar y no se convierte en un alegato. Respetuosa con sus personajes, es propensa a buscar simetrías en los planos y también exhibe la confrontación de un mundo cerrado y elitista con la presencia del diferente. Todo, paradójicamente, desde la buena cara al mal tiempo (Vasil) y la mala cara al bueno (Alfredo).

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Procedente de Irlanda, país invitado, tuvimos la oportunidad de disfrutar en la Sección en la que nos hemos adentrado con The Quiet Girl, de Colm Bairéad (An Cailín Ciúin). Merecidamente, ha obtenido la Espiga de Plata a Mejor Película, el Premio FIPRESCI de la crítica internacional y el del Público. Situada en la Irlanda rural de principios de la década de los ochenta, su protagonista, Cáit, es una niña de nueve años silenciosa, tímida, temerosa y observadora. Desatendida por su numerosa familia, acaba pasando el verano en la granja de unos parientes. Basada en una novela de Claire Keegan, se juega con los contrastes en la fotografía para identificar hogares sombríos o cálidos. Se observa con delicia desde la excelente interpretación de la chiquilla por Carrie Crowley, presente en prácticamente todos los planos. Obra sencilla, delicada y hasta encantadora. Y nos preguntamos, ¿por qué la vida es tan injusta?, ¿por qué otorga mucho a los que no se lo merecen y deja en la nada a los que sí? Un maravilloso viaje entre padres irresponsables, acoso escolar, soledades y crecimientos personales. ¿Dónde no existen secretos? En algunos lugares más y en otros menos, pero en todas partes cuecen habas, como sostenía Sancho Panza en El Quijote.

De Asia tuvimos el placer de extasiarnos en dos propuestas, de las tres exhibidas. La primera, la coreana Decision to Leave de Park Chan-wook (Heojil kyolshim), reconocida con la mejor dirección en Cannes y con el mejor montaje en Valladolid. Como nos tiene acostumbrados el director, estamos ante un  puzzle en el que, aunque lo parezca, no falta ninguna pieza. Es una historia policiaca, de amor trágico. Thriller y drama se abrazan para conformar un laberinto del que el espectador, si está atento, consigue salir. Se reúne un montaje acelerado, historias paralelas y ante todo, una mirada lírica que atrapa. De enorme potencia visual, recurre con maestría a ensoñaciones dentro de las secuencias, a voces en off, acercamiento o alejamientos de cámara, paneos o planos secuencia. Desarrollada en Corea, los protagonistas son un policía insomne y una joven china cuyo marido fallece en extrañas circunstancias. Aquí, en realidad, no importa “quién lo hizo”. Las miradas se muestran elocuentes frente a sentimientos que se desarrollan en este mundo acelerado. Creemos que hemos asistido a la proyección de una obra grande, magnética y hermosa, entre colapsos o declives y sin abandonar momentos humorísticos. 

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La segunda propuesta asiática, procedente de China, se convirtió en nuestra favorita y también lo ha sido para el jurado, que le ha otorgado la Espiga de Oro. Return to Dust (Yin Ru Chen Yan), del realizador Li Ruijun, cuenta la vida de Ma y Cao, dos personajes marginales, una mujer y un hombre, que despreciados y expulsados por sus familias, son obligados a contraer un matrimonio concertado. Ella también sufrió acoso escolar, tiene una discapacidad física, padece incontinencia y no puede tener hijos. Él solo conoce la vida rural y es un ser silencioso e ingenuo. Ambos deberán intentar salir adelante juntos. Se trata de una obra fascinante en composición y belleza. Situada en una aldea al norte del país en épocas actuales, sabe abrirse a la ternura y volcarse hacia la naturaleza y sus ciclos. Con sorprendente calidez y hasta magia, nos sumergimos en un drama intimista entre el calor, el frío, la lluvia o la nieve. Se encuentra cercana al documental y al neorrealismo, repleta de metáforas y de complicidades. Otra gran visión, como en Alcarrás de Carla Simón (2022), de esos hábitats que están desapareciendo a fuerza de especulaciones, industrialización y destrozos. El largometraje no recibió ningún apoyo institucional y ha sido retirado de las plataformas chinas. Entre antagonismos, esta maravillosa obra nos recuerda de dónde venimos y a quién pertenecemos.

La tercera propuesta asiática ha venido de Indonesia. Hablamos de Before, Now & Then (Nana), de la autora Kamila Andini. Sumida en la miseria por la pérdida de familia y posesiones tras la guerra de Java Occidental, a finales de la década de los sesenta, Nana debe comenzar una nueva vida. Contrae otro matrimonio con un hombre rico que le es infiel. Sin nadie en quien confiar, asume su papel de sumisión en el hogar. Con melancolía y lentitud, quizás contenga demasiados estereotipos del drama. Imposible no acordarse de la imprescindible película del director Wong Kar-Wai, Deseando amar (Fa yeung nin wa /In the Mood for Love, 2000). ¿Homenaje o tosca copia? Entre encuentros suspendidos a cámara lenta, sucesión de vestimentas, cantos autóctonos y atención a la cabellera, el filme discurre sosegadamente en imágenes que pueden resultar fascinantes o reiterativas y acarameladas. Retrato de una mujer en búsqueda de la perfección y encerrada en una cárcel  de emociones y secretos reprimidos, que quizás agobia en su búsqueda de la excelencia plástica. 

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La mirada francesa vino con Los pasajeros de la noche de Mikhaël Hers (Les passagers de la nuit). Drama modesto y según su director de carácter impresionista, se sitúa en París en 1981 y arranca con la victoria de Mitterrand en las elecciones galas. Protagonizada por Charlotte Gainsbourg, retrata el camino de intento de superación por parte de Élisabeth, una mujer sumida en una depresión tras una ruptura. Con una mirada cariñosa hacia sus criaturas y un tanto sensiblera por parte del realizador, recurre a imágenes de archivo de la ciudad para rememorar la época en la que vivió su infancia. Trayecto de lágrimas, muchas, y sonrisas, tal y como la existencia se presenta en la realidad. Buenas interpretaciones, correcta puesta en escena y con un existencialismo que peca de optimista mientras los años van pasando y tristezas y alegrías se van acumulando. En tanto la ilusión por el cambio político se desvanece, los personajes evolucionan al tiempo que tejen sus caminos. Volvemos a recorrer  el mundo del altruismo, de las relaciones familiares y de pareja mientras asistimos a evoluciones personales. 

Creemos que merece atención la aportación danesa con Intet (Nada/Nothing). El largometraje, dirigido por Trine Piil y Seamus McNally, está basado en la inquietante y exitosa novela de Janne Teller. Situado en época contemporánea en una población del norte de Europa, adopta el punto de vista de los adolescentes y narra las vicisitudes desencadenadas por la obstinación de un joven que se niega a bajar de un árbol porque cree que la vida no tiene sentido. Fiel a la obra original, genera un juego macabro entre sus compañeros para intentar convencerle de que hay cosas en la existencia que sí importan. Y los adultos se encuentran fuera de la trama, de la que no pueden o no expresan demasiado interés por conocer. Recurriendo al desparpajo, nos internamos en demasiadas interrogaciones filosóficas y/o existenciales. Y a lo mejor la pregunta no sea qué es lo importante sino qué es aquello de lo que eres capaz de renunciar para conseguir tus objetivos. El tono, la gravedad, lo irreverente y lo salvaje van apareciendo hasta conformar un museo de los horrores. Provocativa y turbadora, parece que pasó por la Seminci sin pena ni gloria. 

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La directora francesa de origen portugués, Cristèle Alves Meira, nos ha interesado con su película Alma viva, premiada con la Mejor Nueva Dirección. Recrea historias que le han rodeado en sus infancias estivales en el país luso a través de una niña llamada Salomé. Está interpretada por la propia hija de la realizadora y ahonda en un microcosmos folclórico, costumbrista, sobrenatural y tragicómico. La protagonista debe abordar la repentina muerte de su abuela en una dicotomía entre mujeres fuertes y hombres débiles. Es un filme con altibajos, sensible y bullicioso a la vez, esotérico y terrenal, oscuro y transparente, con planos abiertos y aprisionados. Se sitúa de nuevo en aquellos núcleos minúsculos rurales cada vez más reducidos y oprimidos por sus precarias condiciones y ausencia de oportunidades. Entre las referencias de la autora se encuentra el maestro iraní Abbas Kiarostami, lo que se vislumbra en esta obra por su interés en aldeas aisladas, por el tono cuasidocumental, su atención a la vida cotidiana, el protagonismo de los niños y la mirada poética de los espacios. En cuanto a las escenas esperpénticas de Alma Viva, sublimes, recuerdan a lo mejor de Emir Kusturica o a escenas corales de Luis García Berlanga. Entre rencillas vecinales, costumbres machistas y poderío femenino, se trata de una obra que recomendamos. Ya saben, como recuerda el filme, a las mujeres que buscan su independencia se les califica de brujas.

Berdreymi (Beautiful Beings), dirigida por Guðmundur Arnar Guðmundsson, consiste en la aportación islandesa de este año. Es su segundo largometraje tras Heartstone, corazones de piedra (Hjartasteinn /Heartstone, 2016). Ambos se ocupan de dramas juveniles entre la incertidumbre y el desconcierto. Balli, otro chico inadaptado y víctima de acoso escolar, es acogido por una pandilla de adolescentes sin educación, violentos y marginales. Entre familias desestructuradas y progenitores ausentes, los chicos protagonistas se acercan demasiado al fuego como para no resultar escaldados. También con elementos esotéricos y falta de atención adulta, entramos en asuntos muy graves como drogadicción, salvajismo, delincuencia, humillaciones y abusos sexuales. Pero también contaremos con compañerismo y lealtades, quizás mal entendidas. Con dos puntos de vista narrativos que se suceden, el filme se sitúa un par de décadas atrás, cuando la violencia juvenil en Islandia marcaba cifras inasumibles. La obra nos invita para que nos adentremos en los domicilios de los chicos y comparemos miserias y/o comodidades. Con cámara nerviosa y montaje acelerado, bordea igualmente el suicidio y la importancia que se otorga a la imagen que proyectamos. La película resulta una interesante mirada sobre culpabilidades individuales y colectivas. 

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Desde Polonia vino el largometraje Eo, de Jerzy Skolimowski, ganador del Premio del Jurado en Cannes y ahora, en la Seminci, el de Mejor Dirección. Está realizado desde el punto de vista de un asno que es liberado de un circo por animalistas, mientras la administración procede al embargo del negocio. El título, además del nombre del equino, se identifica con la onomatopeya de sus rebuznos. Se trata de un filme modesto con un mensaje importante: intentar dar voz a los que no la tienen y reivindicar que todos los seres vivos deben compartir su lugar en el planeta. Asistimos a una película de carretera, en la que seguimos al burro protagonista por Polonia e Italia. Y sentimos, padecemos y sufrimos con sus desventuras y los maltratos humanos que debe soportar con desconcierto y pavor. Al prescindir de muchos diálogos en el seguimiento de un ser que no habla nuestro lenguaje oral, se recurre a enfatizar otros medios de expresión como la música, pretendiendo que se convierta en monólogo interior de Eo. Entre sueños y palizas, la obra se despista en ocasiones y olvida quién dirige la acción, quedando difuso el punto de vista adoptado. Circos, mataderos, ferias, espectáculos con animales… ¡Qué lugares! En definitiva, nos encontramos ante una película digna que pone el foco en la denuncia sobre el maltrato animal y también deja en el aire muchas preguntas: ¿es mejor la libertad o estar bajo el cobijo de alguien que te quiere? ¿por qué establecemos diferencia de clases entre todos los seres? En conclusión, creemos que se trata de una película valiente pero que no atrapa en su conjunto. 

El iraní Jafar Panahi, antes de ser encarcelado en su país para el cumplimiento de una condena de cárcel de seis años por participar en unas protestas, consiguió rodar en la clandestinidad, otra vez, No Bears (Khers Nist). Se trata de un valioso testimonio acusatorio de  la represión y de ciertas costumbres primitivas, machistas y salvajes, todavía existentes en su nación. Aquí, centrándonos en la figura del propio Panahi, se entrecruzan dos historias de amor paralelas desarrolladas en lugares fronterizos entre Irán y Turquía. En una de ellas se rueda un documental acerca del intento de fuga del país iraní por parte de una pareja; en la otra, surge un conflicto familiar con el director involucrado en el litigio sobre la ruptura de una boda pactada desde el nacimiento, gracias al cordón umbilical. Una obra que destila tristeza y poca confianza sobre el futuro, mientras se juega con la estructura narrativa. Un nuevo pulso del director desde el desgarro y la impotencia. Los osos del título no existen, pero bien pueden ser sustituidos por esos regímenes que, con impunidad, no dejan de atacar derechos humanos básicos. 

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La película italiana Las ocho montañas (Le otto montagne) de Charlotte Vandermeersch y Felix Van Groeningen venía precedida por la obtención del Premio del Jurado junto con Eo en Cannes. Cuenta la historia de amistad entre dos chicos, Bruno y Pietro, a lo largo de los años. Con la montaña de protagonista, su excelente fotografía ha obtenido con merecimiento el reconocimiento del Jurado. Se habla de oportunidades perdidas, de seguir nuestro instinto y de la búsqueda del propio trayecto. Al filme le sobra metraje. Es reiterativo y es posible que la voz en off que elige no sea la más adecuada para transmitir emociones. Consiste en una película lineal que se desarrolla en Italia desde 1984. Se introduce música extradiegética, del cantautor sueco Daniel Norgren, en inglés, en momentos de pausa, de escalada o de reflexión. ¿Por qué ese cambio de idioma del italiano al anglosajón? Por otra parte, estamos ante otra denuncia sobre la ausencia de oportunidades y ayudas de aquellos que pretenden seguir viviendo de la agricultura, de la ganadería, del mundo rural. E igualmente, plantea preguntas muy espinosas y de difícil respuesta, como la elección entre la familia o el ecosistema. Un melodrama alpino que se queda a mitad de la ascensión.

Por otra parte, y para terminar esta crónica, nos gustaría felicitar al Jurado Internacional de esta edición, presidido por Kate O’Toole y compuesto por Jorge Arriagada, Pablo de Vita, Patricia Ferreira, Martín Hernández, Gracia Querejeta y Marie-Pierre Richard. Consideramos plenamente atinados los premios que ha otorgado en la Sección Oficial, tanto en los cortometrajes como en los largometrajes. ¡Enhorabuena a todas y a todos ellos!

En el siguiente enlace pueden consultar el palmarés completo de este año.

https://www.seminci.es/palmares-2022/

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