Críticas

Cachipuchi

Alcarràs

Carla Simón. España, 2022.

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El estío en un municipio de Lleida sirve como emplazamiento de esta historia familiar. Un drama coral subyace entre melocotoneros. El abuelo, confiado, apalabra sin rubricar el futuro de todos.

Miradas cómplices, sueños compartidos y rencillas aderezan un argumento cercano con el que empatizamos de inmediato. Las escenas de los tres niños jugando con los elementos que tienen a su alcance enternecen al espectador que no puede dejar de esbozar una sonrisa. En ese transporte a tiempos pretéritos, nostalgia y juventud llegan al corazón de todos. Quien más, quien menos tiene aventuras en cualquier pueblo o ciudad que pueden compararse con las vividas por estos gemelos y su prima. El momento grúa, los viajes imaginarios en coche o la guerra desde la trinchera son algunas de las escenas que nos transportan en el tiempo.

El argumento se construye a través de capítulos no especificados, pero diferenciados por la aparición de un personaje que marca el tempo de las secuencias. Mediante recuerdos y nostalgia se entremezclan los momentos cotidianos de una familia, fiestas populares, bailes modernos y salidas nocturnas combinados con un trabajo sacrificado y difícil que poco llena materialmente, pero si emocionalmente.

Una propuesta con planos largos y panorámicos, momentos íntimos mostrados con sencillez y detalle que, sin incurrir en invasión de la propia intimidad, nos acerca a su ritmo de vida y consigue que nos adentremos en él de un modo entrañable. Los momentos en familia del baño o la habitación dan buena cuenta de ello.

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Siguiendo las premisas del neorrealismo italiano, cuenta con frecuentes escenarios exteriores y actores no profesionales en su reparto. Sus actuaciones destilan espontaneidad.

Caluroso verano rural retratado con mirada propia. Cámara y montaje consiguen una clara luminosidad en la que todo se comparte.

Momentos de mesa y mantel dan pie a las conversaciones más dispares, como en cualquiera de nuestras casas. La escena de los caracoles invita a sentarse a la mesa.

En cuanto a las fiestas populares, pocas veces se filmó tan de cerca la escena de los correfocs una tradición antigua que ahuyenta los malos espíritus de las cosechas y, por ende, de la vida de los lugareños.

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Verano 1993 (2017) es el otro largo de la directora Carla Simón (Barcelona, 1986) que junto con Arnau Vilaró como coguionista teje esta historia en la que la infancia y el universo familiar de sus propios creadores se difuminan con el argumento.

Las películas premiadas siempre infunden respeto y esta es una de ellas. La segunda propuesta en largo de Simón obtuvo este año un gran galardón, a saber, el Oso de Oro berlinés (Festival Internacional de Cine de Berlín, 2022).

Recordando otros frutales como Los limoneros (Eran Riklis, 2008) o El olivo (Iciar Bollaín, 2016)  esta propuesta es sencilla y original. Un trozo en el tiempo de historia que marca los pasos de decisiones pretéritas y propuestas futuras.

El vestuario adaptado a la época y al entorno, junto con las actuaciones que denotan cotidianeidad, convierten al conjunto en una película que invita al espectador a saber más. Profundizar en ella es cuestión de cada uno, pero las dos horas de duración dejan un agradable poso que perdura en el tiempo.

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La música seleccionada para la película también delimita generaciones, desde el Yo no soy esa (Mari Trini, 1971) que suena en el  baño hasta el momento tik-tok han pasado muchos años y muchas cosas. Aun así ambas partes comparten y conviven en armonía.

La familia, ese grupo heterogéneo que esconde más que muestra, es el punto clave donde todos los vínculos establecidos entre sus integrantes pueden verse y valorarse desde diversos prismas. Cuando emociones y sentimientos se vinculan a los hechos, la situación se hace cada vez más compleja.

En este grupo cohesionado y fuerte también suceden cosas. El momento de la plantación de tío y sobrino o la situación en el porche de los hermanos son prueba de ello.

Más allá del argumento se esconde, aunque no tanto, una unión incomparable y, como los troncos del melocotonero, se sujetan ramas, flores y frutos con envidiable dignidad. Las historias de los antepasados sustentan una difícil situación que inevitablemente no tiene vuelta atrás.

Esa solidez personal sorprende y enternece a partes iguales. La escena final es de una elegancia poco común. Resignados ante la situación miran hacia el futuro con inestable confianza.

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Ficha técnica:

Alcarràs ,  España, 2022.

Dirección: Carla Simón
Duración: 120 minutos
Guion: Carla Simón, Arnau Vilaró
Fotografía: Daniela Cajías
Música: Andrea Koch
Reparto: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou, Josep Abad, Montse Oró, Carles Cabós, Berta Pipó

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