Men In Black III

Lo paradójico tiene que ver con lo extraño, lo contario a lo que se considera verdadero o lo que no va en la dirección de la opinión generalmente aceptada. Es algo que parece verdadero pero que está en contradicción con la lógica de las cosas o con el sentido común. El pensamiento humano tiene la capacidad para plantear y para resolver paradojas, las cuales son un gran estímulo para la reflexión. Por ello los maestros y los filósofos se sirven de ellas para exponer a sus discípulos los misteriosos caminos por donde se mueve la realidad compleja y para señalarles las limitaciones de la mente humana. De hecho, cuando la humanidad se enfrenta a asuntos paradójicos, se producen avances en las ciencias y en la tecnología

Algunas de las más famosas paradojas son las que se plantean en la física moderna. Una de ellas es la paradoja de Schrödinger, basada en un experimento imaginario. Dentro de una caja cerrada y opaca se encuentran un gato, una botella de gas venenoso y un dispositivo que se activa para liberar el veneno, con probabilidad del cincuenta por ciento de que ello ocurra en un tiempo dado. Si ello ocurre, el gato muere. Pero también puede ocurrir que el dispositivo no se haya activado y que el gato esté vivo. Según los principios de la mecánica cuántica, ambos estados son posibles y la realidad se forma con la mezcla de los dos. Lo paradójico consiste en que al abrir la caja para comprobar el estado del gato, éste estará vivo o muerto. Es decir, el observador, con su acción de abrir la caja, resuelve la situación, mientras tanto no hay forma de saber qué ha pasado.

Hombres de negro III juega brillantemente con esta paradoja. En ella el papel del gato de Schrödinger es asumido por el agente K, protagonizado por una dupla poderosa de actores, Tommy Lee Jones como el veterano K, bien conocido en la saga Hombres de Negro, y Josh Brolin, el joven agente K. Que K esté vivo o esté muerto va a depender del agente J, el compañero fiel de K, protagonizado por Will Smith, con sus actitudes de observador despierto y sus paradójicos viajes en el tiempo. El repugnante y malo extraterrestre Boris el Animal (Jemaine Clement) es la botella de gas venenoso, que dispara terribles y mortíferos dardos, que pueden matar, o no, en la medida en que el agente J domine las paradojas del tiempo. Alguien tiene que resolver dichas paradojas, y quién mejor que un ser que tenga el poder de ver el futuro sin perturbarlo y atestiguar lo que sucede dentro la caja en que está encerrado el gato. En Hombres de negro III, esta es la función de un simpático personaje, quien hace milagros con humildad sonriente, el extraterrestre Griffin (Michael Stuhlbarg).

De alguna manera, el cine es una ventana hacia las maravillas ocultas de la ciencia, a través de las cuales el espectador imaginario puede contemplar proyecciones sobre el futuro. Los efectos especiales son iluminaciones que dan claridad en esas visiones. Puede que sean extravagantes, ruidosos, demasiado veloces o fantásticos, pero son un producto de la mente humana y por ello, un reflejo de alguna de las muchas realidades y mundos paralelos que bullen en los reinos de la creatividad. Cuando se combinan esas miradas fantásticas e imposibles con las emociones y con los comportamientos de las personas, de manera que hay un tejido humano subyacente, diseñado con diálogos inteligentes, matizado con miradas sugestivas, respaldado por gestos, es decir, cuando hay actuación de calidad, la obra merece la pena de ser vista y de ser criticada con aprecio. Esta es la impresión que me ha quedado luego de ver esta película.

Merece destacarse el recurso de trabajar al agente K en dos planos. Esta es una forma de prolongar la vida y la actuación, reforzando en los espectadores el nexo con la historia del personaje. Ello se ha logrado de una manera limpia, sin manipulaciones, con base en la excelente actuación de Josh Brolin, quien logra transmitir la sensación de que es un alter ego joven del viejo K, especialmente a través de los giros de la voz, de los gestos y de las miradas. Debe señalarse que K es más bien parte de una pareja, y se ha logrado mantener esa unidad con el agente J en el pasado y en el presente. Esto tiene mucho que ver, naturalmente, con la actuación de Smith, un actor humoroso, exquisito y sensible, aun en esos momentos en los cuales debe destruir enemigos a base de movidas de alta velocidad y disparos con armas góticas.

Conectar el presente con el pasado es arriesgado. En la memoria de muchos de los espectadores ha quedado registrado el hecho, la noticia pasada. ¿Cómo abrir espacios en los recuerdos para insertar episodios significativos, que sean creíbles, inesperados y novedosos, de manera que los espectadores los acepten con suficiente nivel de asombro? La película lo logra a través de tres mecanismos: diluyendo los hechos con la espectacularidad de la acción, como ocurre con una lucha a muerte encima de los complejos mecanismos de la nave Apolo que sale para la Luna en julio de 1969; soslayando los eventos extraños, a base del humor, como lo hacen los tripulantes de la nave Apolo cuando ven desde su cabina un movimiento extraño: si notamos eso, dicen, se tendría que cancelar el vuelo, mejor digamos que no lo hemos visto; utilizando elementos de uso diario en el presente, que vienen del pasado, como ocurre con las máquinas del tiempo de la cinta, constituidas por elementos elegantes y sencillos, que se llevan a la mano, como si se tratara de celulares, algo que todos sabemos usar; o alternativamente por la maquinita que crea una barrera protectora para la tierra y que es simplemente una especie de i-pod traído del pasado al presente.

Hombres, historias y aparatos paradójicos y una saga-franquicia que se reinventa a sí misma aprendiendo de sus errores. Un inicio brillante, un intermedio mediocre y un tercer episodio bastante bien hecho. Parece que los hombres de negro superarán las paradojas del tiempo cinematográfico.

Tráiler: