Críticas

La forma frente al caos

Maidan

Sergei Loznitsa. Holanda / Ucrania, 2014.

Cartel de la película MaidanAnteponer un programa estético al registro de un hecho de magnitudes históricas como el de una revolución en ciernes puede sonar a un acto de autori(tari)smo tan prepotente como inadecuado. Justo sería reconocer también que el cineasta cuenta con el derecho a la manipulación de las formas, y que apegarse al rigor y la fidelidad por los hechos no siempre es garantía de grandeza cinematográfica. En el caso del documental, las cosas se complican todavía más. Las posibles licencias que el cineasta pudiera tomarse sobre la veracidad de los hechos podrían ponerlo en una situación incómoda, sobre todo si las consecuencias de esos eventos todavía repercuten en la actualidad. Esta es una problemática habitual, podríamos decir casi hasta propia del documental. En la vereda contraria, el cineasta que eluda los riesgos mencionados podría entregarse a ciertos procedimientos de manual, repletos de trampas y facilismos que, de no ser sorteados con convicción cinematográfica, no diferenciarían su obra de un especial de National Geographic o History Channel.

El bielorruso Sergei Loznitsa es un gran documentalista, quizás el mejor del cine contemporáneo. En la extraordinaria Blockade (2005) había demostrado la ética de su procedimiento cinematográfico y su contundencia política al montar un poderoso material de archivo sobre el Sitio de Leningrado con un estilo solo en apariencia pasivo, que ofrecía una silente contemplación sobre la vida civil en tiempos de invasión y de guerra, sedimentos intelectuales y emocionales que se desprendían con pureza de las imágenes, las cuales prescindían de voice over, placas informativas o cualquier otro deus ex machina. En Maidan, los ojos de Loznitsa lidiaron con un acontecimiento de enorme relevancia contemporánea, al que capturó a través del registro directo. Esta vez, el realizador interpeló al presente desde su propia cámara. La gesta de un pueblo revolucionario se encuentra en la cohesión ideológica de sus integrantes. Así parece entenderlo Loznitsa al describir minuciosamente el proceso de resistencia de los ucranianos en contra de la manipulación de su gobierno. “El silencio es esclavitud” gritaban algunos manifestantes mientras entonaban, reiteradas veces a lo largo del film, las estrofas del himno ucraniano con el ímpetu y el patriotismo que enarbola su letra.

Fotograma del documental MaidanEl documental repasa los todavía frescos acontecimientos sociales ocurridos en Ucrania entre noviembre de 2013 y febrero de 2014, cuando gran parte de la población eslava se congregó espontáneamente en la Plaza de la Independencia de Kiev para exigir la deposición del presidente Víktor Yanukóvich, aliado estratégico de Vladímir Putin, quien había disuelto todo diálogo entre su administración y la Unión Europea. Con el correr de las semanas, las movilizaciones y protestas se fueron haciendo cada vez más masivas, a lo que se sumó la represión por parte de la Policía, lo que derivó en violentos enfrentamientos que arrojaron decenas de muertos civiles. Finalmente, el 22 de febrero, un prófugo Yanukóvich fue destituido de su cargo como primer mandatario de Ucrania, obteniendo asilo político por parte del gobierno ruso.

Sergei Loznitsa decidió respetar el orden cronológico de los sucesos, aplicando el mismo tratamiento formal al desarrollo de las protestas de principio a fin. La cámara se introduce primero en la organización interna de los manifestantes, en el seno mismo de la resistencia colectiva. Allí registra los actos solidarios que comienzan a suscitarse dentro de los refugios donde la gente duerme y se distribuyen alimentos. El realizador da cuenta y ejemplifica no sólo el espíritu de lucha sino también el poder de una adecuada estrategia y una metódica planificación que, sin ellas, no hubiesen logrado su cometido.

Limitándose solo a unas placas informativas que describen el curso de los acontecimientos del proclamado Euromaidan, el cineasta bielorruso montó la cámara sobre el trípode (renegando del habitual estilo al hombro que se le atribuye a la cobertura y registro de este tipo de eventos) y apeló al uso de planos de extensa duración, separados solo por unos significativos fundidos a negro, sin ningún otro tipo de aditamentos narrativos. Con el correr de los sucesos, la cámara de Loznitsa permanece impasible, aun cuando el clima de los acontecimientos va adquiriendo un matiz cada vez más violento. Sin mayor orientación que la de la voz de algún líder que se dirige hacia los manifestantes por megáfono y a través de los altoparlantes, la puesta de cámara adoptada por el cineasta construye una tensión permanente entre un fuera de campo que se sobreentiende caótico y lo que los márgenes del cuadro nos permiten apreciar.

Maidan se orienta hacia ciertos cánones narrativos del documental observador o cine directo que renovó la concepción de la cámara y el rol del documentalista en los sesenta. Uno de sus referentes, Frederick Wiseman, procuraba reflejar las tensiones y los esfuerzos de la sociedad en la clase media, al considerar que la gente tiene derecho a saber lo que pasa a su alrededor. Si bien Wiseman introducía su cámara en lugares poco visibles para visibilizarlos, Loznitsa lo hace, desde otro contexto y alejado de la movilidad de la cámara, para dar luz al conflicto político y social desde un compromiso cabal con la causa que defiende. En ambos casos, la presencia física de la cámara no entorpece el desarrollo de las acciones, ya que los hechos sucederían de la misma manera que si no estuviera encendida. En el cine directo, el documentalista no precipita la acción, sino que observa la realidad y toma una porción representativa, a partir de la cual propone una dialéctica audiovisual entre el campo y el contracampo al que hicimos referencia.

Maidan, el documentalSe ha escrito en alguna reseña de la película que la cámara de Loznitsa pone al espectador en el lugar de los manifestantes, homologando ambos puntos de vista. No creo que esta lectura sea del todo precisa. Nada más alejado del pulso revolucionario febril de la muchedumbre que la inmovilidad de la imperturbable cámara del director, cuya quietud no debería ser de todas maneras confundida con la pasividad, sino como un modo formal de interpelar esa realidad caótica que se presenta frente al dispositivo. “La forma está opuesta al caos. La forma es un medio para el conocimiento y para la fijación de cada obra, ya que una idea no está fijada en ningún sitio”, sostiene Loznitsa. De esa manera, el relato se construye a partir de una puesta en escena que se destaca por su coherencia y esteticismo frente a ese caos que registra con mesura. Su discurso plantea un compromiso moral frente a la inmoralidad del suceso que lo convoca. La elección de largos planos fijos es una suerte de calma y sosiego ante la violencia de las imágenes; ese cuadro en el que se expande la realidad es una suerte de “ventana abierta al mundo” baziniana. Sus planos inmóviles forman micro-relatos que habilitan un espacio reflexivo y vivencial sobre el conflicto a través de un montaje que evita alterar y manipular lo real. La cámara está de pie junto a él como una muestra más de resistencia.

Nuestra memoria registra un único movimiento de cámara en toda la película, que se produce cuando esta es derribada de su trípode justo en el momento en que las fuerzas represivas avanzan contra la multitud eslava. La cámara se yergue, retoma su posición inicial y apunta hacia sus adversarios, reafirmando su voluntad estética y consolidando el gesto político de Loznitsa.

El sonido es otra de las virtudes de Maidan. Los distintos planos sonoros forman un tejido de sensaciones diversas. Se combina el sonido directo con los fuegos artificiales, los proyectiles, los piedrazos de los manifestantes contra la policía y la diversidad de voces de hombres y mujeres defendiendo sus derechos. La música y los discursos fuera de campo forman un puente hacia las imágenes, fortaleciendo y contextualizando la comprensión visual.

Y esta enorme gesta de Loznitsa, que construyó una épica pudorosa sin exaltaciones ni efectismos, no se priva de la lucidez política y mucho menos de la emoción, tal como se trasluce en la potente escena final, cuando los cantos fúnebres del pueblo ucraniano homenajean a los caídos durante los tres meses que duró la toma de la Plaza de la Independencia. El brillo de las pantallas de los celulares nos habla de una revolución que fue acompañada, minuto a minuto, a través de las redes sociales. Pero Maidan, que se erige con autoridad como uno de los grandes documentales políticos de los tiempos que corren, ratifica que solo la cámara de cine parece poder exigir su potestad como registro fidedigno del motor que impulsa el cambio y las transformaciones sociales.

 

Trailer:

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Ficha técnica:

Maidan ,  Holanda / Ucrania, 2014.

Dirección: Sergei Loznitsa
Producción: Atoms & Void
Fotografía: Sergei Loznitsa, Serhiy Stetsenko

8 respuestas a «Maidan»

  1. En medio de tanta mierda este film de Sergei Loznitsa es un verdadero milagro…que demuestra una vez más que el cine documental genera obras que superan por demás al promedio del mediocre cine de «ficción»…

  2. Y ahora me pregunto:
    ¿Hay espectadores para este tipo de maravillas?
    (Hoy asistí a la exhibición de «Maidan» en el Xirgu Espacio Untref, con entrada libre y gratuita, organizada por la Maestría en Periodismo Documental de la UNTREF…y fuimos menos de media docena de «bienaventurados»…
    En la Argentina y sobre todo en esta ciudad hay más estudiantes de cine que en toda la Unión Europea…¿dónde están?
    ¿Donde están los y las miles que concurren todos los años al BAFICI?
    En algunos barrios de esta ciudad se formaron grupos de vecinos que luchan por recuperar las salas de cine que no han sido demolidas…¡Grande!
    Pero me parece más urgente recuperar al espectador demolido…

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