A fondo 

Las ilusiones perdidas (2021) o El odio al crítico

Recientemente, en España se ha publicado para su venta en DVD y Blu-ray Las ilusiones perdidas (2021), una película que llegó hace ocho meses a nuestras salas de cine. Se trata de la última película de Xavier Giannoli, responsable de trabajos como la interesante La aparición (2018), Madame Marguerite (2015) o Crónica de una mentira (2009). Giannoli ha elaborado con Jacques Fieschi el guion basado en las partes I y II de la novela homónima de Balzac publicada en 1837, 39 y 43. Esta crítica se ocupa de la película sin incurrir en análisis comparatistas interdisciplinares. Nominada a quince Premios Cesar, y ganadora de varios de ellos, cuenta en su reparto con actores francófonos canadienses, franceses, belgas como Benjamin Voisin, Cécile De France, el también director Xavier Dolan, Vincent Lacoste, Salomé Dewaels, Jeanne Balibar, André Marcon, Gérard Depardieu, etc.

Las ilusiones prohibidas, los protagonistas

La película está narrada por una voz off/out, según el personaje responsable está o no en escena. Acerca de esta técnica, Stepfanie Bunbury ha escrito que forma parte de un cine conservador: «un ahorro de tiempo en la narración pasado de moda», un cine que «no es innovador, pero ciertamente es grandioso»[1]. Coincidimos, a pesar de sus pequeñas imperfecciones, escribimos acerca de una gran película. Ciertamente la voz out logra otorgar un trepidante ritmo al tempo narrativo que facilita la ágil sucesión de unidades narrativas, aunque a la vez adelanta conclusiones. La clásica disposición estructural narrativa se entorpece, en la introducción se incluye su conclusión. Así sucede cuando se presenta al personaje de Lucien de Rubempré/ Chardon, y se nos adelanta “la tragedia de su vida”. Una aclaración inicial prescindible. O cuando presenta al director del periódico monárquico entusiasmado con la honradez, para al instante aclarar que sería condenado por “tráfico de influencias”. En ocasiones incurre en aclaraciones inexactas, al verse apartado, Lucien le escribe a Louise. Entonces, la voz out afirma que Lucien «nunca supo si Louise recibió su carta». Pero no es cierto, incluso harán el amor de nuevo al final. Lucien tuvo varias ocasiones de preguntarle si recibió esa carta. La voz out sofoca la narración con valoraciones constantes, no deja pensar al público, le adelanta importante información del argumento, bien poco se exige al espectador. Sin embargo, se acelera la narración y el relato mantiene al espectador conectado con cuanto sucede, lo que sí hace ganar calidad al filme. Por otro lado, igual que aligeran el argumento de la novela suprimiendo un tercio de la misma, debieran ser coherentes con otras exigencias actuales y que concuerdan con el mundo de la literatura, el teatro y el arte: las personas LGBT+. No se entiende que en este mundo parisino de libertad sexual, en el mundo del teatro y la libertad asociada al Arte, en cambio no figuren consecuentemente personajes claramente bisexuales u homosexuales con un peso importante en la narración. El tratamiento de igualdad entre géneros se corresponde obviamente con el sexismo de la época, sin embargo, se echa de menos que los personajes femeninos resulten más rotundos, especialmente la desvaída Louise, que más que sencilla parece boba, manejada al principio por Lucien con quien huye insólitamente a París, antes por su viejo marido, por su manipulador pretendiente, etc. En cambio, tiene mayor energía y me parece mejor interpretada la prostituta-actriz amante Coralie por la notable Salomé Dewaels, la joven tísica que verdaderamente lo enamora. Una excelente interpretación, y un personaje que recuerda a la Dama de las Camelias de Dumas, quien vivió un tormentoso amor prohibido con una mujer, igual que Balzac, y también de mayor edad como la condesa de Lucien. Francamente, Xavier Dolan y Vincent Lacoste me parecen infinitamente mejores en su papel que el niño galo de moda, Benjamin Voisin; en mi opinión no transmite los matices que debiera, lo encuentro anodino, poco expresivo o sobreactuado otras veces, me recuerda a Gabino Diego con aquel aire bobalicón de sus trabajos primeros. Un personaje como el de Lucien, que exprime a la ciudad, manipula y por momentos engaña a todos, se enriquece, es frío, desenvuelto… No me lo he terminado de creer. Voisin no irradia ese poder, ese necesario encanto ni la esperable energía magnética. Sí hay un personaje colectivo que emociona al espectador y al que se rinde ejemplar homenaje, el París de la época. Intensos planos mediante picados y travelling captando el tropel de carros y caballos de las calles, la oscuridad nocturna de la ciudad de la época, el aprovechamiento de los espacios mediante numerosos planos de conjunto con agolpados hombres discutiendo en los periódicos, oficinas abigarradas, los tumultos del teatro, tabernas, etc. Se nos muestran sus espacios urbanos y provincianos, a veces en imágenes paralelas que parecen contraponer la sordidez de París a la pureza bucólica de las provincias. El derroche compulsivo inicial del protagonista se ilustra con la enumeración de marcas/nombres célebres del París de la época: de levitas, camisas, bastones, sombreros, etc.

Las ilusiones perdidas, cartel

Los planos son comunes, pero sí hay detalles técnicos que el espectador minucioso disfrutará. Agrada ese plano profundo de Lucien al inicio dirigiéndose bajo los árboles hacia la casa, andando por el sendero metafóricamente, es el inicio de su camino vital. Resulta interesante el contraste entre el plano de presentación de Lucien en el campo −un contrapicado ensalzador de su inocencia juvenil−, frente al picado que nos muestra a Lucien arrodillado y ebrio mientras se le dice: «en el nombre de la mala fe, de los rumores y de la publicidad, yo te nombro periodista». Geniales los planos en los interiores del teatro, sobre la platea, o aquellos que nos reportan la vívida sensación de estar entre el público. Mucho plano medio transmitiendo abigarramiento escénico, algo muy parisino, pues el precio del metro cuadrado ya ha subido meteóricamente, según se nos narra.

La banda sonora se integra orgánicamente con el guion, la interpretación del pianista Tzvi Erez de la Serenata de Schubert resulta exquisita, así como su Polonesa; también el Concierto en La menor para dos violines de Vivaldi; la ópera “Hippolyte et Aricie” de Rameau. Cada pieza asociada con acierto a un aspecto argumental. El efectismo sonoro de los aplausos verdaderos y los falsos de los tablones bajo las sillas, los abucheos comprados, las voces acaloradas en las discusiones, todo ello crea un conjunto sonoro emocionante, muy animado.

La puesta en escena es magistral en cuanto al París de la época, según adelantábamos, pero la iluminación me ha recordado por momentos −como otras obvias similitudes argumentales− al Barry Lyndon (1975) de Stanley Kubrick, la cual no fue rodada íntegramente con luz natural, pero se ajustaba a la oscuridad interior de la época y se servía de la luz natural cuanto podía. Ilustrativa la escena en la que se aprecia la oscuridad a la que debían jugar al billar por la noche, bajo la luz agónica de las velas, o el sugerente claroscuro que otorga un halo siniestro al plano profundo que introduce la llegada a París de Lucien y Louise, así como el aprovechamiento de la luz natural de las ventanas de la editorial, en las estancias provincianas, en el campo, etc. De la puesta en escena se ha ensalzado el vestuario, desde luego, el teatro brinda mayor oportunidad de lucimiento de este elemento de la puesta en escena, así como los maquillajes de la época en las numerosas capas sociales representadas. El trabajo de los actores principales ya ha sido comentado, si bien queremos incidir en el trabajo de los cuerpos, la sensación de apiñamiento en el marco: en el teatro, salones, oficinas, las discusiones del periódico, lo que otorga dinamismo y un animado ambiente.

Les illusions perdues

El tratamiento del escritor crítico como un ser depravado, corrupto y aborrecible, del que se define «el placer crítico, oscuro y solitario», no es original y sí algo extremo. Como crítica literaria, antes que poeta, pienso más con Milego e Inglada que «la crítica racional es el verdadero sacerdocio en la religión del Arte». El crítico que no se vende, tras muchos años de formación se dedica a la obra ajena, a estudiar, analizar con justicia y respeto reverencial para contribuir a la correcta estimación y difusión de la Literatura. El Arte de otros antes que las propias creaciones. Si bien, Milego e Inglada igualmente arremete «contra la turba de críticos folleteros, venales, pandillistas, esos maldicientes de profesión», quienes desde luego también existen[2]. Hace unos ochenta años advertía Rogerio Sánchez contra «muchos llamados críticos, personas, a veces, de escasa cultura artística y literaria, que han hecho degenerar aquella digna empresa en una invectiva periodística o en un elogio de gacetilla»[3]. Recientemente, Varela Antúnez acierta al afirmar «’Las ilusiones perdidas’ es perfectamente extrapolable al presente (…) Los ‘Influencer’ son modelos de opinión pública, es un espacio en el que todos opinamos, pero tan solo algunas voces son escuchadas. Por este motivo, la crítica, tanto literaria, como cinematográfica, ha quedado denostada y apartada de las corrientes de discurso comerciales, en un mundo en el que la voz discursiva se ha segmentado en infinitud de opiniones, andamos perdidos sin claros referentes intelectuales»[4]. Coincidimos penamente y ello nos lleva a señalar la figura del mal crítico, el carente de formación. O con ella, pues no todo escritor de altura literaria está capacitado para realizar una reseña crítica, pero son contratados por los medios para obtener más lectores. No vamos a desmerecer a estos autores de Crítica divulgativa, que pueden llegar a escribir reseñas, si no críticas, sí mínimamente correctas; no obstante, a la crítica bien fundamentada apenas se le da lugar, mientras que de la divulgativa proliferan las recensiones tan entusiastas como vacías. No puede defenderse un libro con adjetivos valorativos vacíos de significado ni con frases de nulo significado estético ni literario: “es un necesario aire fresco para el panorama actual”, o es “maravilloso”, “fabuloso”. ¿A qué categoría Estética en Literatura pertenece “el aire fresco”? Nada, no dicen nada, pues no saben nada, saben que les gusta, pero no pueden demostrarlo desde el ejercicio de las herramientas críticas. Internet no revisa a sus escritores y sorprende que, en un país en donde en la prensa escribían autores como Larra o Umbral, nos tropecemos con textos o escuchemos a periodistas que dicen “preveyendo” (¿del verbo preveyer?), que escriben “en relación a” por “en relación con”, “Cuanto más… cuanto menos” por “cuando más… cuando menos”, “deber” con valor de posibilidad en vez de “deber de”, que ponen tilde insistentemente en “ti”, etc. Escriben generando constantes cacofonías, redundancias, agramaticalidades, lenguaje formulario manido. Así se extiende el mal uso del idioma en prensa, en los medios de comunicación de Internet, en las editoriales, etc. Estos usos repercuten igualmente en la Crítica cinematográfica. Opinemos sobre Arte Literario y Cinematográfico, sí, pero leamos un poquito antes y argumentemos con la debida base crítica. En la película, al presentar al personaje del aquí atinado Depardieu, se dice: «El editor más influyente de París no sabía ni leer ni escribir»… Casi, casi, igual que en la actualidad.

Ilusiones perdidas

Para finalizar, recordaré la reflexión de Prieto de Paula que, muy joven, escuché en un Encuentro de la Universidad de Castilla-La Mancha, advertía el historiador, antólogo y crítico de poesía, cuántas veces se vilipendia al crítico porque ha excluido la obra propia o del colega de turno, mientras se olvida que ese es el mismo crítico que define corrientes, incluye autores y se esfuerza por tantos escritores y obras que conformarán, tras su designio, la Historia de la Literatura.

Respecto a Illusions perdues, termina la película con un plano en el que Lucien al llegar a su provincia se sumerge en un lago, como una unción bautismal campestre y redentora: ¿Se quedará aquí Xavier Giannoli o habrá secuela que se ocupe de la tercera parte de la novela, en la que Lucien urde y perpetra su venganza? Sin duda merecería la pena.

 

[1] S. Bunbury, “Venice Review: Xavier Giannoli’s ‘Lost Illusions’”, Deadline, (7/9/2021). https://deadline.com/2021/09/lost-illusions-review-venice-film-festival-1234828125/

[2] S. Milego e Inglada, Tratado de Literatura preceptiva, Valencia, Manuel Alufre, 1899, p. 131. Cursiva del autor.

[3] J. Rogerio Sánchez, Teoría Literaria e Historia de los Géneros Literarios, Madrid, Gráficas Sebastián, 1941, P. 210

[4] S. Varela Antúnez, “Las Ilusiones perdidas: el poder de una pluma”, Cinemagavia, (20/02/2022). https://cinemagavia.es/las-ilusiones-perdidas-pelicula-critica/

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Una respuesta a «Las ilusiones perdidas (2021) o El odio al crítico»

  1. Lee el libro mejor, así verás que tu título solo intenta descalificar una adaptación de un clásico que poco tiene que ver con las necesidades actuales que mencionas, ni debería. Lo que sí está acertado, en todo tiempo, es ma necesidad de vender una imagen, que aquí sigues y que Balzac relata magistralmente..

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