Viñetas y celuloide 

Del cine a la viñeta: Adaptaciones al cómic

En esta sección, en la que hablamos de los lazos inevitables entre artes, ya hemos comentado cómo el cine se nutre de historias provenientes del mundo de la viñeta. Especial atención goza últimamente el género superheroico, repleto de épica casi mitológica, que parece una fuente inagotable de inspiración para los grandes estudios.

Y no solo estas megaproducciones tienen la mirada puesta en el mundo editorial, ya que no pocas películas de corte independiente se basan en cómics. Hace tiempo que investigamos al respecto, y puedes leer los resultados aquí.

Hoy damos la vuelta al asunto, y nos preguntamos sobre el fenómeno contrario. Nos adentramos en el mundo de la adaptación al cómic de grandes éxitos de la pantalla, desde su origen hasta la explosión comercial de esta práctica, que tiene mucho que ver con cierta galaxia lejana, muy lejana.

Portada del cómic Planet of the ApesSi hay que situar un punto de partida para nuestro viaje, es necesario trasladarse a mediados de los 70. Marvel se erige como pionera de esta práctica de convertir cine en viñetas con la adaptación en 1974 de El planeta de los simios ( Franklin Schaffner, 1968), todo un fenómeno de culto que ha pasado a la historia de la ciencia ficción. Como autores de esta legendaria propuesta se encontraban los guionistas Doug Moench y Gerry Conway, dos pesos pesados de la Marvel de los 70, acompañados de un buen puñado de artistas gráficos. El éxito de la iniciativa propició que, a lo largo de 29 números, no sólo se dedicasen a la adaptación, como tal, del material cinematográfico; además de ese trabajo, también se desarrollaron historias propias en el contexto inspirado por la película.

Con estos aguerridos simios como chispa inicial, nuestra siguiente parada nos lleva al espacio, hacia un futuro que ya es pasado y que nace de la mente privilegiada de Arthur C. Clarke. Durante esa misma década, el mismísimo Jack Kirby se hace cargo de la adaptación de la esencial película de Stanley Kubrick, 2001, Una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968). Si el filme daba un salto en todos los aspectos a la hora de abordar la temática espacial en el cine, el cómic de Kirby dejaba otra muestra del inagotable talento e imaginación del genial autor americano. Para la ocasión, se hizo cargo del guion y del dibujo.

En el apartado literario, «The King» Kirby se tomó sus licencias y se aproximó con más humanidad a los personajes, con la introducción de diálogos adicionales y acercamiento a su punto de vista. Esto marca las diferencias con la obra de Kubrick, más interesado en las formas y en el desarrollo de la inteligencia artificial  que en sus protagonistas humanos. Además, Kirby no se conformó con las limitaciones de la propuesta inicial, y continuó las aventuras espaciales con historias ideadas por él mismo. A lo largo de varios números, expande el universo original e introduce personajes que tendrían recorrido más allá de esta colección, como El Hombre Máquina, que con el tiempo formaría parte del universo de superhéroes de Marvel.

En 1977, todo cambia. George Lucas estrena el seminal episodio IV de Star Wars, titulado Una nueva esperanza (George Lucas, 1977). El fenómeno traspasa las barreras de lo cinematográfico y los artículos basados en la imaginería de la película. Nace una forma de entender el éxito de una producción, en la que el dinero recaudado en taquilla es tan solo la punta del iceberg de un negocio que comprende cientos de referencias, desde muñecos a cepillos de dientes y, cómo no, cómics.

Marvel fue la que se llevó el gato al agua de la fiebre galáctica, y se hizo con los derechos para editar el cómic basado en la película. Roy Thomas, nombre legendario entre los autores de la editorial de los 70, y recordado con especial cariño por el tratamiento que durante años dio a Conan, se hacía cargo de la escritura del guion. Para el apartado artístico, Howard Chaykin, dibujante revolucionario que sería fundamental para entender la evolución del medio a lo largo de la década siguiente. No podía ser de otra forma, y los cómics dedicados a adaptar la locura espacial de Lucas se convirtieron en un rotundo éxito. Tal bombazo propició el lanzamiento de la serie regular dedicada a las aventuras de Luke Skywalker y sus compañeros en la rebelión, expandiendo el universo original y gozando de una longeva publicación que se extiende hasta 1986. Posteriormente, otras editoriales, como Dark Horse, se harían cargo de colecciones dedicadas al universo Star Wars, superando incluso la cronología de las películas originales. A día de hoy, Marvel es otra vez la responsable de la publicación de esta franquicia, con excelente salud.

Portada de los cómics de star warsA partir de Star Wars, la adaptación al cómic del estreno de turno se convierte en práctica obligatoria, con la intención de monetizar el posible éxito por encima de los resultados de taquilla. Aparecen obras bastante serias, que no se conforman con ser producto de apoyo y que destacan por su calidad con independencia de la película inspiradora.

La traslación al cómic de Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) es uno de esos momentos destacados. La tarea recae en las expertas manos de Archie Goodwin, responsable de momentos de calidad suprema en DC, tanto en su labor literaria como responsable editorial. Su trabajo como guionista contaba con la dificultad extra de que se basaba en un borrador del guion original y en los diseños para el arte de la película, sin ver ni una imagen del resultado final. Es por ello que hay diferencias notables con la propuesta de Scott. El ritmo es más rodado que en la tensa calma protagonista en su versión cine, y las interacciones entre los protagonistas difieren un tanto por la introducción de diálogos que luego no aparecerían en el filme.

El aspecto gráfico de la obra es apabullante. Walter Simonson mostraba sus credenciales al mundo, y saldría de la aventura convertido en toda una estrella, que acabaría por certificar su talento en las páginas de Thor, en la época que casi todos los críticos certifican como la mejor del dios del trueno. Si en Alien, la película, las apariciones del monstruo se hacen esperar, y el misterio es la gran baza del planteamiento de Scott, Simonson, animado por el ritmo infernal plasmado por Goodwin en el guion, no se corta en absoluto. El xenomorfo es protagonista de la viñeta, terrible y salvaje. Si la película era insinuación mórbida y opresiva, el cómic de Goodwin y Simonson es la explosión de la criatura en todo su esplendor. Ambas son obras maestras del horror cósmico y claustrofóbico, pero es curioso cómo el cómic puede completar la experiencia de la película a través de un punto de vista distinto.

El Alien de Walter Simonson

Con todos estos precedentes, a lo largo de los años 80 no hay película revientataquillas que no cuente con la consabida adaptación al cómic. Robocop, Terminator, Indiana Jones, Blade Runner, Willow y otras tantas encontraron en las librerías un extra, eso sí, con calidades muy diferentes. Incluso curiosidades como Atmósfera Cero (Peter Hyams, 1981), el trasunto espacial de Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952), protagonizado por Sean Connery, tuvo su versión viñeta en las manos del fantástico Jim Steranko, auténtico maestro de maestros y nombre esencial de la historia del cómic americano.

Hoy, las adaptaciones han quedado un tanto diluidas, puesto que las historias que leímos primero en las páginas de un cómic son ahora inspiración para las películas basadas en los personajes de Marvel o DC, y la comunicación entre ambos mundos se centra en el intercambio interesado de elementos reconocibles para aumentar el número de consumidores de ambos medios. Las películas han encontrado otras formas de hacer caja fuera del cine, ya que el cómic, por desgracia, ya no es el formato masivo de antaño. En todo caso, ahí quedan esas obras que no pasaban de truco comercial, pero que en ocasiones daban entidad a la película de turno o se ganaban el aplauso de crítica y público por hacer gala de lenguaje y personalidad propia.

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