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Day-O: desde 1988 hasta el fin del mundo

Beetlejuice, Tim Burton, 1988. Escena de Day-O (Banana Boat Song)

Beetlejuice

Soy una persona muy sentimental, emotiva, pasional, intensa. Para lo bueno y para lo malo. Es habitual que tire de recuerdos y que uno de mis temas favoritos en las conversaciones sea revivir momentos. A veces, hay algunos que están más escondidos que otros. Pero en la mayoría de las ocasiones, y permitidme la redundancia, puede ser cansador que no me canse de repetir lo mismo una y otra vez. Pero eso es bonito, quiere decir que el factor sorpresa no se agota y que te remueve por dentro igual o con más intensidad que la primera vez, que cuando te marcó. Y es lo que me pasa con una escena de la película Beetlejuice, la de la canción Day-O (Banana Boat Song), de Harry Belafonte. No negaré que la he buscado por YouTube más de diez veces.

Adam (Alec Baldwin) y Bárbara (Geena Davis) tienen un accidente de tráfico y mueren. Sus fantasmas se quedan en la casa y no están contentos con los nuevos propietarios, Charles Deetz (Jeffrey Jones) y Delia Deetz (Catherine O’Hara). La escena que destaco es en uno de los intentos de asustarles: en una cena con invitados, Delia pierde el control de su cuerpo y empieza a cantar Day-O (Banana Boat Song). Los comensales se sorprenden, pero uno a uno se van poseyendo y uniendo a la coreografía y al canto.

La primera vez que vi el filme no me pude creer lo que acababa de ver. Paré la reproducción, me reí a carcajada limpia, fantaseé y volví a poner la escena antes de continuar con el relato. Increíble. “Me encanta el cine”, pensé. Así que por esa regla de tres podría decir que esta escena define mi pasión por el séptimo arte.

Hay sorpresa, no te esperas que se monte un número musical. Hay buenas interpretaciones, tan excelentes que hasta ellos parecen sorprendidos. Hay música, un factor que considero de gran peso a la hora de valorar una pieza audiovisual. Hay un detallado e inmejorable trabajo de arte, que no te permite pestañear en ningún momento. Hay autoría, Burton ha conseguido que una pieza tradicional obrera se convierta en un gag lleno de diversión. Hay emoción. Hay cine.

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