Críticas

La alegoría de la caverna en su estilo más indie

Brigsby Bear

Dave McCary. EUA, 2017.

Cartel película Brigsby BearSi Platón caminara hoy por las calles atenienses y tuviese un gusto atrevido por el séptimo arte es probable que pondría como ejemplo los primeros quince minutos de Brigsby Bear (Dave McCary, 2017), para explicar a algunos de sus alumnos su teoría sobre el mito de la caverna de una manera audiovisual. Los minutos iniciales sirven para desvelar el universo del protagonista, un universo que está regido por Brigsby: un oso de peluche que aparece en una serie infantil ochentera de televisión. De la misma manera que Brigsby intenta incansablemente terminar con el malvado sol (su archienemigo por referencia) también da lecciones de moral, ética y educación a su único oyente. Y con esto me refiero a que Brigsby Bear adventures (nombre completo del programa) solo tiene un espectador en el mundo: James (Kyley Mooney). Los únicos estímulos que recibe del mundo exterior son esos incansables episodios de veinte minutos diseñados de forma amateur, lo que hace que el protagonista se vuelva un freak incondicional de la serie. Sin embargo, de pronto se interrumpe la emisión, y por causas imposibles de desvelar en este escrito, su mundo se derrumba, así que el propio James intentará persistentemente darle un digno final a la serie.

imagen Brigsby Bear

Nosotros mismos, como espectadores, también salimos de la habitación de James en el nudo del filme, y lo que podría haber aguantado aproximadamente cien minutos para dar una sorpresa final de la que debería costar recomponerse emocionalmente, se propone un desvío que, con otras cartas bien jugadas, el director lleva su enfoque a otros temas de índole social y cultural. Se podría decir que lo perturbador y retorcido (que tinta todo el filme por debajo) da paso y abre camino a una tierna historia sobre la superación personal y la pérdida de la inocencia. El protagonista debe abrirse paso en un mundo completamente nuevo, con sus respectivos peligros, pero también lleno de oportunidades, gente de carne y hueso y nuevos retos. Darle un final a la serie significa, paradójicamente, comenzar otra etapa, en un mundo diferente y desconocido, donde las drogas cobran un protagonismo importante entre los jóvenes, lo viral, Internet, y la efímera fama parece desprovista al dolor ajeno, donde los especialistas en la mente humana no acaban de dar con el diagnóstico y en donde la figura paterna resulta torpe y estéril en sus esfuerzos por atraer a James a una realidad impuesta y forzada, porque las náuseas que siente el protagonista en el desenlace no son simplemente nervios de aceptación, sino también de despedida (a modo de fábula) de una etapa que quizás se alargó demasiado. Y lo que no acabaron de entender las figuras adultas desprovistas de sueños, y que sí respetaron los de su generación (como la figura de su hermana) es que el final de una etapa, o a su vez, la conclusión de la historia propia, la tiene que terminar uno mismo.

Imagen película Brigsby Bear

De otra forma, también son innegables las inclinaciones personales del propio director. Esa nostalgia ochentera por las series, por la ficción en sí misma, por esa tela protectora donde nos resguardamos de lo real, ese mundo donde nos resulta más cómodo y confortable vivir y que intentamos concebir externo a nuestra propia realidad. La historia que nos cuenta McCary es un bucle constante de capas, de refugios personales, de cúpulas aislantes del mundo postapocalíptico y el aire tóxico, de crearse universos personales, del cine dentro del cine. Al darnos cuenta de que el mundo es el que es, hostil por su naturaleza, ¿las abejas y los zorros mecánicos pueden llegar a ser la mejor disyuntiva?

Cuando hablamos de Brigsby Bear hablamos de cine indie en todos los sentidos. Este cine que se aparta de convenciones y de presupuestos millonarios, que atrae a un público concreto y que reniega de las masas. Su nacimiento exacto es difícil de discernir: Francia y su Nouvelle Vague podrían contener elementos que beneficiaran a la causa, al igual que el Free Cinema en Inglaterra, ambos, movimientos cinematográficos de aire creativo y personal. Lo que sí sabemos con exactitud es que el cine independiente ha dado mil historias únicas e irrepetibles, y ha conseguido infiltrarse en la cultura popular por su energía, la inventiva de sus autores y los deseos de expresar ideas concretas que, habitualmente, han sido políticamente incorrectas. Mención especial al actor Robert Redford, padre del festival de cine de Sundance: el mayor escaparate de películas que no han sido realizadas en grandes estudios cinematográficos y que cuentan con presupuestos ajustados. O lo que es lo mismo: puro cine independiente.

Imagen película Brigsby Bear

Brigsby Bear pertenece a ese singular mundo y se hace un hueco entre una de las mejores apuestas del cine indie de 2017. Por su osadía y su original manera de contar una historia, teniendo en cuenta que su creatividad sobre el papel sobrepasa la técnica fílmica, acompañamos a un joven a terminar una etapa, a verlo desenvolverse en un mundo extraño, a reconocer que su inocencia tiene algo de humano, pese a las condiciones en las que ha subsistido, y nosotros, a cerciorarnos de que las personas que vivimos en el mundo real necesitamos de la ficción para sobrevivir, o mejor dicho, para mantenernos vivos.

 

Tráiler:

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Ficha técnica:

Brigsby Bear ,  EUA, 2017.

Dirección: Dave McCary
Duración: 97 min. minutos
Guion: Kevin Costello, Kyle Mooney
Producción: 3311 Productions / Kablamo! / Lord Miller. Distribuida por Sony Pictures Classics
Fotografía: Christian Sprenger
Música: David Wingo
Reparto: Kyle Mooney, Matt Walsh, Michaela Watkins, Ryan Simpkins, Greg Kinnear, Claire Danes, Mark Hamill, Jane Adams, Jorge Lendeborg Jr., Alexa Demie, Kate Lyn Sheil, Andy Samberg, Beck Bennett

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