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Más que villanas: Alex Forrest y Catherine Tramell en el thriller erótico

Atracción fatal

El thriller erótico de los años 80 y 90 es un subgénero cinematográfico que se caracteriza por una combinación de misterio, suspenso psicológico y una importante carga sexual en sus argumentos. Explora los límites entre el deseo y el peligro, con personajes femeninos complejos y perturbadores.

A diferencia del cine negro, no sondea los bajos fondos de la sociedad ni el claroscuro como señal de identidad, sino que cuida su estética en entornos urbanos de grandes ciudades y clases sociales acomodadas. Pero mantiene la pareja protagónica en la figura del hombre, moralmente complejo, que representa a la autoridad y la mujer, o la femme fatale, seductora y enigmática, que es la ruina del protagonista masculino.

Así el éxito comercial y mediático de Atracción fatal (Fatal Attraction, Adrian Lyne, 1987) abrió las puertas de este subgénero con la pareja de Glenn Close y Michael Douglas, encarnando a Alex Forrest y a Dan Gallagher. Pero sin olvidar que el mismo director, el año anterior, había dirigido Nueve semanas y media (9 ½ Weeks, 1986), con una gran carga erótica explícita, pero sin misterio criminal. Y que ambas obras se adentran en las relaciones amorosas ambiguas, manipuladoras o directamente destructivas.

En la década siguiente continúan las obras del thriller erótico, pero llama la atención otro contundente éxito de taquilla que es Instinto básico (Basic Instinct, Paul Verhoeven, 1992). Aquí la acción pasa de Nueva York a San Francisco y es protagonizada por Sharon Stone y Michael Douglas, que repite en la contraparte masculina, e interpretan a la pareja de Catherine Tramell y Nick Curran. Se crea así el rostro de un interesante triángulo amoroso: Glenn Close, Michael Douglas y Sharon Stone. Las encarnaciones contemporáneas de este subgénero muestra la intimidad sexual en la gran pantalla en los momentos que ha pasado la revolución sexual, pero también en un ambiente con profunda zozobra por el VIH y por el conservadurismo norteamericano emergente.

Causando en un primer momento, en el público, cierto temor o rechazo a estos personajes femeninos, Alex Forrest fue vista como una villana aterradora que amenazaba la estabilidad familiar, mientras que Catherine Tramell era una perversa mujer fatal. Ambas convertían a las encarnaciones de Michael Douglas en víctimas masculinas de una descontrolada independencia femenina.

Sin embargo, a pesar de lo opuesto del proceder de ambas, la villana y la mujer fatal se fusionan en los personajes femeninos de Alex Forrest y Catherine Tramell, teniendo una imagen en común como primera presentación. Son altas, blancas, de ojos azules, rubias y les gusta vestirse de blanco o con colores claros, evitando la ropa interior. Ambas son mayores de treinta años, independientes, solteras, profesionales y sin apuros económicos. Características que son un fuerte magnetismo para los personajes que interpreta Michael Douglas, hombres ubicados en el lado justiciero de la sociedad como un abogado o un policía, que independientemente de sus vínculos afectivos, se sienten atraídos por estas mujeres libres que deciden su vida y trasgreden los límites.

Pero ellas también son unas raras perlas en su entorno, careciendo de pares, así como de familia y de vínculos afectivos auténticos, por lo que sus soledades parecen como una advertencia a su anomalía social. Alex Forrest es editora de una empresa de publicidad, que se presenta sin familia ni amistades cercanas, tampoco compañeros o compañeras laborales, a pesar de que conoce a Dan Gallagher en un evento de trabajo, rodeados de gente, pero allí ella circula y está sentada sola. Por su parte, Catherine Tramell, una millonaria y exitosa escritora, carece también de familia, ya que ha fallecido trágicamente, mientras que sus relaciones con otras personas que la rodean, como su anterior amante o las mujeres que circunstancialmente la acompañan, Roxy (Leilani Sarelle) y Hazel (Dorothy Malone), parecen estar cimentadas en un interés exclusivamente sexual y/o profesional.

Instinto básico

Este asilamiento femenino incluso es más acentuado en Instinto básico por minoría, al enfrentarse las mujeres a situaciones en las que están rodeadas exclusivamente de hombres que las juzgan sin piedad. Así Catherine es interrogada por policías, que asisten expectantes a su seductora declaración, pero también ocurre con la Dra. Beth Garner (Jeanne Tripplehorn), que es la única mujer en su entorno laboral y cuestionada en su profesionalidad.

En el lado contrario, el abogado Dan Gallagher tiene una familia felizmente constituida con Beth (Anne Archer) y su hija (Ellen Latzen), y cuenta con el apoyo de su amigo y colega Jimmy (Stuart Pankin), mientras que el policía Nick Curran, aunque soltero, tiene una red afectiva y social similar: mantiene una relación amorosa con la Dra. Beth Garner y comparte confidencias con Gus Moran (George Dzundza), su compañero de trabajo y detective de homicidios.

No obstante, ambas mujeres son dos caras de una misma moneda que amenaza con ser lanzada y cambiar para siempre la suerte del protagonista masculino. Pero ninguna opción va a perpetuar la normalidad vigente. Así los juegos de las mentes de ambas, lo que es imposible de ver con el desnudo del cuerpo expuesto reiteradamente, será lo que realmente determine el desenlace. Por una parte, está la vulnerabilidad de Alex, que no acepta el abandono de Dan, lo que la lleva a una espiral de agresividad y destrucción. Por otro lado, está la frialdad de Catherine, que disfruta del juego de la manipulación con Nick y todo su entorno, sin mostrar fisuras en su comportamiento.

Pero no son simples villanas que ejerzan la maldad de forma deliberada contra el protagonista masculino, ellas son agentes desestabilizadores de un orden social. Una condición heredada de la femme fatal, pero también tienen una profundidad en sus personajes y se mueven entre los roles de víctima y victimaria. Alex puede ser una psicópata capaz de terminar con la vida de Dan y su familia, pero también es una mujer herida que ha sido descartada y que ve imposible continuar con su embarazo sin el apoyo masculino. Catherine puede ser una fría asesina, como apuntan los relatos de sus libros y otras pistas, pero también es una mujer sola y abandonada por sus afectos en circunstancias trágicas.

Por el lado masculino, la dualidad de Dan-Nick se le presenta como víctima o débil ante el deseo de estas mujeres fatales de la postmodernidad, que lo hacen caer fácilmente en un primer momento en sus seductoras redes. Curiosamente estamos ante hombres de ley y orden, que fácilmente trasgreden los límites sin medir las consecuencias. Dan comete una infidelidad y pretende mantener esta historia oculta, para que no afecte su estabilidad familiar; mientras que Nick se involucra con Catherine, a pesar de no ser ético ni profesional tener una relación con una persona investigada por un crimen. Incluso en ambas películas, siendo ilegal, y más aún para un abogado y un policía, se allanan los domicilios de ambas mujeres, buscando una verdad que a ellos le convenga, en pistas que puedan incriminarlas o desmentirlas.

La mirada sobre ambas mujeres es absolutamente masculina, se muestran sus cuerpos siempre en punto de seducción, lo que contrasta en Atracción fatal con la mirada de la esposa de Dan, que es mostrada cotidianamente en ropa interior de algodón y sin ningún artificio erótico. Y esta tensión llega al máximo, en Instinto básico, con la escena de la abertura de piernas de Catherine en pleno interrogatorio o al presentar su bisexualidad solo para la mirada voyerista masculina de Nick.

Así la resolución de ambas tramas está más emparentada con la moralidad del viejo melodrama que con las nuevas narrativas que asomaban hacia el fin de siglo. El triunfo de la familia tradicional o del genuino sentimiento amoroso monógamo salvan y mantienen la vida de los protagonistas masculinos. Mientras que Alex paga con su vida la trasgresión, Catherine acepta momentáneamente la nueva relación amorosa con Nick, y le perdona la vida.

A la luz de hoy, estos finales quedan absolutamente descartados por su inconsistencia. Ni Alex merecería morir, y menos simbólicamente a manos de la esposa de Dan, ni Catherine terminaría en los brazos de Nick como redención a su improbada culpabilidad.

Sus protagonistas independientes, solitarias e hipersexualizadas son la representación de una serie de miedos sociales sobre la autonomía emocional y corporal, así como del profundo poder disruptivo femenino. Y fueron vistas como figuras desafiantes, amenazadoras y locas.

La conjunción de villana y mujer fatal de finales del siglo XX que nos arroja este taquillero subgénero no es solo un mito erótico de la época: fue una advertencia para la sociedad que aún no sabía cómo lidiar con este tipo de mujeres que no pedían permiso para vivir, desear o destruir, dejándonos como moraleja final que lo verdaderamente perturbador no es la explosiva desnudez de sus cuerpos en la gran pantalla, sino la posibilidad de que las reglas del juego ya no estén en manos del protagonista masculino.

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