Críticas

Paternidad a lo bestia

Mamá y papá

Mom and Dad. Brian Taylor. EUA, 2018.

Cartel de la película Mamá y papáLa infancia ha servido de alimento a no pocos terrores a lo largo de la historia del género. La inocencia pervertida en manos de los maestros del horror nos han dejado monstruos de caras angelicales que convertían la plácida niñez en un infierno de sangrienta incredulidad por parte de los adultos, víctimas de la lóbrega situación. Auténticos clásicos como ¿Quién puede matar a un niño?(Narciso Ibáñez Serrador, 1976) del nunca lo bastante valorado Chicho Ibáñez Serrador, o la siniestra comunidad de Los chicos del maíz ( Fritz Kiersch, 1984), ideada por Stephen King, son buena muestra de esta clase de sangriento regreso a la infancia.

El inefable Brian Taylor, director bastante irregular, pero dado a los excesos gamberros, subvierte este lugar común del terror y le da la vuelta de manera providencial. Resultado: una sorprendente película, tan cafre como se esperaba, pero más inteligente de lo que podríamos imaginar. Si hasta el momento habíamos visto a los pequeños transformados en pesadillas para sus amorosos padres, Taylor dinamita el escenario para dar rienda suelta a una bestial mezcla de géneros, en la cual se explota el histerismo del siglo XXI y el horror generacional hasta lo hiriente.

Brian Taylor dosifica muy bien el ritmo de Mamá y papá. El punto de partida del invento es la crítica despiadada a la clase media alta, a las fantasías de sonrisas y apariencias que esconden la decadente desintegración del modelo de familia tradicional. Abismos entre padres e hijos y tensión acumulada entre las cuatro paredes del hogar plantean al espectador personajes adolescentes confusos y adultos al borde del colapso. Monstruitos malcriados y cuarentones atrapados entre las cenizas de sueños y esperanzas son el plantel con el que Taylor obliga a que nos miremos en el espejo como sociedad.

Mamá y papá

Con inteligente pulso y ritmo medido con oficio, Taylor aprieta el botón de ataque nuclear al eterno conflicto entre lo nuevo y lo viejo, de manera tan directa, e incluso sádica, armado de una ironía tan sangrante, que es imposible no soltar alguna sonrisa ante el despliegue salvaje de una carnicería que tiene como mano ejecutora a los adultos. Obligados por razones desconocidas, los padres ven anulados los instintos de protección hacia sus retoños y deciden quitarlos de en medio sin paliativos.

El director ejecuta de manera eficaz y personal las ideas desquiciadas del guion que él mismo escribe. Lo hace enmarcando cada uno de los tres actos de la película en muy diferente tono, desde esa descripción irónica y agria de la realidad de la burguesía americana, pasando por el aspecto del explotado escenario del holocausto de infectados, hasta terminar con una interesante vuelta de tuerca de otro lugar común, el «home invasion», con la burla reveladora de que los invasores son los propios dueños del poco dulce hogar de Mamá y papá. Adornado todo con el toque sardónico de comedia muy negra, Taylor sabe elegir el instante para el chiste, con toques como el genial uso de la banda sonora para empaque de esos momentos tan contradictorios en términos.

El trabajo de Taylor podría haber caído en la monotonía, una vez superada la sorpresa inicial del planteamiento, pero lo cierto es que el director demuestra solidez narrativa y buena selección de recursos para mantener a flote la propuesta en la pantalla. Juega con ingenio en la dosificación de las respuestas, sin caer en las trampas internas destinadas a la confusión del espectador. Las causas del conflicto son lo de menos. Lo importante, en todo momento, son las brutales consecuencias.

El tiempo es otro de los factores que Taylor usa a su favor. No tiene ningún problema en jugar con los bruscos cambios de rasante que pueden resultar anticlimáticos, pero incrustados en la acción con mucha idea. Conduce con flashbacks bastante rotundos a momentos más dulces en la vida de los protagonistas, dando un atisbo de esperanza al espectador. Extiende la intención de los personajes a algo más que seres desintegrados por la rutina y la desazón de la crisis de la mediana edad. Demuestra que, a pesar de la bomba de relojería que son todos los implicados, incluso antes del desastre, la familia es un vínculo poderoso.

Con el montaje, el director da gasolina al caos, armado de aspereza. El aspecto visual de la película es desapacible, incómodo, ideal para que el violento desarrollo de los acontecimientos sea todavía más desafiante para el espectador. La cámara es inquieta, mareante, forzada, en ocasiones. Pero no dudemos ni por un instante de que Taylor controla cada corte, aunque a veces sean parecidos a bofetadas.

Slema Blair en Mom And Dad

Y sí, tenemos a Nicholas Cage. Se lo pasa en grande. Se zambulle con alegría en el papel de un hombre roto, un sociópata en potencia, al borde del abismo, que hace todo lo posible por ser feliz, a su manera, y convivir con sus decisiones. Por supuesto, tenemos todo el despliegue de histrionismo y sobreactuación que hacen de Cage el espécimen único que todos deseamos ver en la pantalla. A pesar de esa presencia esencial, se pierde en el exceso, para variar, y no es lo que más brilla de la cinta.

Para eso está Selma Blair, que saca partido del semblante triste, pero extrañamente cercano, que le ha convertido en carne de proyectos de lo más variopinto. La frustración se combina con la dulzura, y el pragmatismo de superviviente da la mano a la locura de manera bastante perturbadora. Si Cage es la pasión desmedida, Blair es la contención siniestra. Sorprende la química entre ambos protagonistas, especialmente, en las conversaciones trascendentales sobre la losa de hacerse mayor, incluso cuando ambos están perpetrando el asesinato de sus propios hijos.

Ahí reside el éxito de la película, en el desenfado con el que Taylor ha escrito su guion, sin tapujos ni miedos. A base de humor negro como el abismo, se permite jugar en lugares muy sórdidos. La aridez con la que plantea sus ideas sorprende por la facilidad con la que ejecuta una historia al filo. El salvajismo es más intelectual que físico, y es que la violencia está muy dosificada en Mamá y papá. No hay borbotones de hemoglobina, precisamente. Aún así, la película no es para todos los públicos, claro, porque, en ocasiones, es complicado pillar el chiste.

La ironía que impregna cada momento de la obra es un arma de doble filo. Es peligroso navegar entre dos aguas, entre la comedia brutal y los clichés del género de terror. Hay veces que el barco zozobra. Lo bueno es que, la mayoría de las oportunidades, consigue el efecto deseado, y deja el gusto irreverente de un director al que, me temo, le importa muy poco caer bien a todo el mundo. Y eso me gusta.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Mamá y papá (Mom and Dad),  EUA, 2018.

Dirección: Brian Taylor
Duración: 83 minutos
Guion: Brian Taylor
Producción: Armory Films / Three Point Capital / Zeal Media
Fotografía: Daniel Pearl
Música: Mr. Bill
Reparto: Nicolas Cage, Selma Blair, Anne Winters, Zackary Arthur, Joseph D. Reitman, Olivia Crocicchia, Lance Henriksen, Brionne Davis, Tyler Sopland, Bishop Stevens, Matthew W. Allen, Dale Miller, Ellen Marguerite Cullivan, George Griffith, Marilyn Dodds Frank, Michelle Poole, Rachel Melvin, Michael Yurchak

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