Viñetas y celuloide 

Alien 3 – Poco cyber, mucho punk

La criatura del alienígena nacido en los años ochenta (más exactamente entre los setenta y los ochenta, en 1979) gracias a la imaginación del guionista Dan O’Bannon y llevada a la pantalla bajo la mirada impecable de Ridley Scott ha vivido una serie de altibajos generales: si las primeras dos entregas (Scott y Cameron) justamente forman parte de la historia del cine (horror en el primer caso, acción en el segundo), la tercera carece de una dirección precisa, mientras que la cuarta es lo que se puede definir como un completo fracaso, encarnación del concepto de basura en el mundo fílmico (nótese que en este caso el director es el admirable Jean-Pierre Jeunet, mientras que a cargo del guion está un joven Joss Whedon). El intento de estos últimos años, por parte del padre original (Scott), de enseñarnos unos orígenes, de los cuales no se sentía la necesidad, ha sido y sigue siendo otro pequeño fracaso, una decepción desde un punto de vista crítico y, sobre todo, con una recaudación muy baja. Se presuponía que un día podríamos ver una nueva entrega de esta serie de culto por parte de Blomkamp, un teórico Alien 3 que se desharía de todo lo que habíamos encontrado después de James Cameron y que volvería a la vida no solo al Hicks de Michael Biehn, sino a (probablemente) la pobre Newt. Esperanza frustrada, esta, ya que todo parece haber sido suprimido.

La cuestión de la caída de calidad, de todas formas, remonta a la tercera entrega, aquel Alien 3 cuyo director, un joven David Fincher, prefiere repudiar. Un repudio, este, más que justificado, ya que el pobre Fincher se había encontrado en una situación absurda, en la cual solo recibía trozos del guion mientras iba rodando. Se nota la dificultad de conservar una visión concreta, limpia, en el hecho de tener el filme tres guionistas (Giler, Hill, Ferguson) que se habían basado en la historia de otra persona (Vincent Ward). Lo que pocos saben es que el original de la escritura del guion había sido encargado a William Gibson, escritor de ciencia ficción y creador del subgénero del cyber-punk. Es posible que lo que se esperaba era una visión más cibernética por parte del autor, idea esta bastante inteligente ya que habría significado seguir con la mezcla de géneros (horror, como ya hemos dicho, la primera entrega, acción la segunda). Gibson, que nunca había escrito ningún guion ni sabía como hacerlo, se dedicó a la creación de algo nuevo, sí, pero totalmente poco “gibsoniano”. El producto fue leído, rechazado y finalmente entregado al olvido.

Hemos tenido que esperar unos treinta años, entonces, para que esta obra pudiera resurgir. Descartando el medio cinematográfico (obviamente, hubiera costado demasiado), la elección de esta resurrección ha caído en la esfera intelectual del tebeo. La dirección (los dibujos) es de Johnnie Christmas, artista de Vancouver, cuya obra más importante es la co-creación de Angel Catbird (con la más que famosa Margaret Atwood), mientras que la fotografía (el color) está a cargo de Tamra Bonvillain. ¿Funciona, entonces, el resultado? ¿Tiene sentido llevar al cómic algo que ha sido pensado para otro medio? Desde cierto punto de vista, Christmas y Bonvillain han hecho un trabajo extraordinario: leyendo la novela gráfica nos sentimos parte de un mundo vivo, real. Pero, desde otra mirada, lo que tenemos entre nuestras manos nunca podrá suplantar lo que habría podido ser en el campo de la cámara cinematográfica. ¿Decepción, entonces? Absolutamente no, ya que el objetivo no es crear una nueva película, sino usar un medio (el dibujo secuencial) para darle al público (a nosotros) la demostración de lo que hubiera podido ser.

Lo que sí puede resultar un poco decepcionante es el guion de Gibson, pero no por las normales razones a las que estamos acostumbrados. El problema (si así podemos definirlo) se concentraría en una obvia falta de recursos: los productores le habían pedido a Gibson que escribiera una historia en la que Ripley (Sigourney Weaver) no estuviera, cuyo rol (sin palabras) se redujera a una presencia total de máximo unos treinta o cuarenta segundos. Absurdo, para nosotros, pensar que la protagonista más significativa y reconocible del género desapareciera completamente en la tercera entrega. Cuestión, obviamente, de recursos, quizás solo de mostrarle a la Weaver el dedo medio, como si los productores le estuvieran diciendo que podían prescindir de ella (y de su costoso estatus de actriz mundial, con su cachet astronómico).

Nos queda así una pequeña joya, una de aquellas curiosidades que corresponden a la (muy amplia) cara escondida de Hollywood. Gibson, en su producto, parece haber vuelto a la atmósfera original (no estamos ante muchos alienígenas, solo dos) y a la visión claustrofóbica de Ridley. Pero sigue desarrollando el personaje de Hicks, creado por Cameron, y nos ayuda a tener una visión más amplia de la sociedad futura, con su división entre el bloque socialista y el bloque del mercado libre. ¿Hubiera sido mejor que se rodara esta visión y no el mosaico de Fincher? Difícil llegar a una respuesta clara, ya que todo hubiera dependido también de la elección de un buen director, ya que la imperceptible presencia de Ripley probablemente no nos hubiera gustado. Pero sí, el mundo de Alien se hubiera agrandado y nos hubiéramos encontrado ante una obra más fiel a lo que los directores precedentes habían ido creando, dejando abierta además la posibilidad de seguir con las aventuras de la humanidad futura hasta lo que sería la batalla final.

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