Críticas

El cine de las luciérnagas

Tabú

Miguel Gomes. Portugal, Alemania, Brasil, Francia, 2012.

—Usted vive en Portugal desde hace veinte años y sin embargo nunca ha filmado allí. ¿A qué se debe?
—Es que hace veinte años que vivo allí y todavía no sé como son los portugueses. Es la gente más inescrutable que haya conocido jamás.

Aki Kaurismäki*

Cartel de la película TabúLa respuesta ofrecida por Kaurismäki no llega a ser del todo cierta. En la última edición del Festival Internazionale del Film di Roma –el primero bajo la dirección artística del experimentado Marco Müller-, se presentó Centro Histórico, un trabajo conmemorativo de la ciudad portuguesa de Guimarães tras su designación como capital cultural europea del año 2012. En ella, el notable cineasta finés comparte espacio nada menos que con Víctor Erice y los portugueses Pedro Costa y Manoel De Oliveira, haciéndose cargo de la realización de O Tasqueiro, uno de los cuatro cortos que conforman la película, justamente ambientado en la mencionada ciudad lusa y en el que, según las referencias, el afable y gran bebedor finlandés ofrece uno de sus coloridos y melancólicos cuentos morales sobre seres solitarios de corazón tanguero y portuario. Mentiras aparte, lo que vale la pena rescatar de las declaraciones del cineasta lusitano es ese misterio insondable que representan los habitantes de su segunda patria y la semejanza que ese misterio pueda tener con cualquier intento por comprender el lugar que el cine de Portugal ocupa hoy dentro del panorama cinematográfico mundial.

Tras la experiencia de haber visto con pocos días de diferencia dos películas tan disimiles como Tabú, de Miguel Gomes, y la formidable Morir como un hombre, de João Pedro Rodrigues, empecé a rastrear información en Internet sobre ese fenómeno algo difuso y de intermitente aparición en la cartelera cinematográfica de cualquier país, llamado cine portugués. Al hacerlo tuve más la impresión de estar en presencia de un puñado de nombres con una fuerte impronta autoral que frente a un periodo de recambio generacional o de cambios sustanciales en los modos de producción ligados a los designios financieros de un país que atraviesa una fuerte crisis económica y enormes recortes presupuestarios a la actividad cinematográfica –factores que, paradójicamente, tienden a favorecer el surgimiento de nuevos cines en naciones de irregular tradición fílmica.

Fotograma de la película TabúA la señera figura del inextinguible De Oliveira (seguramente filmando entre altas médicas y clases de natación) y las muy consolidadas trayectorias del ya fallecido João César Monteiro y el mencionado Pedro Costa (quien puso al país luso en primera plana tras su notorio paso por la Selección Oficial de Cannes en 2006 con Juventud en marcha, disputando la atención principal que Rumania venía obteniendo en los festivales de primera categoría hasta ese entonces), no parece haber demasiados nombres para integrar un presunto colectivo creativo que autorice tal cosa como la proclamación de un Nuevo Cine Portugués. Quizás uno pueda pensar en los realizadores portugueses como luciérnagas, emitiendo destellos en medio de la oscuridad, y que al igual que como ocurre con todos los esfuerzos científicos por descifrar el patrón de secuencias de luz emitidas por los insectos bioluminiscentes, a nosotros también se nos dificulte el procedimiento de comprender el ciclo lumínico de los cineastas de Portugal.

Tabú fue, junto a Holy Motors, de Leos Carax, la gran diva del cine estrenado comercialmente en 2012, alcanzando los primeros puestos en cuanto top ten o balance del año se haya realizado en los más variados medios especializados (Village Voice, Indie Wire). Su presentación en el BAFICI de ese mismo año fue el acontecimiento más anunciado del festival, con funciones agotadas y salas desbordando de espectadores, en lo más parecido que se recuerde a un evento glamoroso que haya ofrecido el otoño cinematográfico de Buenos Aires. Son varios los aspectos del film que autorizan este consenso: el tono reposado, sereno y melancólico de su relato, su voluntad de muñeca rusa que pareciera albergar todas las películas posibles bajo cada capa de celuloide, su aspecto de tapiz fantasmagórico, representando una historia de amor secreta y frustrada en los tiempos de una Portugal colonialista. Algunas de estas cualidades acompañaron la primera impresión sobre Tabú que tuvo quien esto escribe, como quien se deja seducir con facilidad ante ese trago de vino dulce y narcótico que genera el primer visionado de la película de Gomes (realizador también de Aquel querido mes de agosto). Pero en un segundo acercamiento afloró ese incómodo sentimiento de desconfianza hacia el paladar que sigue a todo buen trago y que apenas se había insinuado en aquella primera y accidentada visión durante el festival porteño. Esto es, la sensación de estar frente a una película de indudable inspiración y amabilidad, pero de cuya radicalidad y transgresión me permito desconfiar bastante.

tabu2Tabú contiene un prólogo narrado por una monocorde voz en off de tono pretendidamente literario. En él se invoca el destino fatal de un intrépido y desdichado explorador de los tiempos de la colonia, cuya incursión en territorio africano tiene como único objetivo dejar atrás el triste recuerdo por la muerte de su esposa. La película preanuncia el cálido fatalismo que predominará durante el resto del relato al representar el trágico final del explorador, quien decide dar por finalizada su vida, arrojándose a las fauces de un cocodrilo tras comprender que será perseguido hasta el fin de los tiempos por el fantasma de su mujer. Como si todo este breve relato preliminar hubiera sido parte de un film dentro de otro film, la acción salta sorpresivamente de la pantalla hasta nuestros días, mostrando a la única espectadora presente en la sala de un cine de Lisboa, Pilar (Teresa Madruga), una solitaria y bondadosa mujer de mediana edad que trabaja como activista para una ONG y que protagoniza este primer tramo del relato llamado “Paraíso Perdido”.

Pilar se empieza a involucrar profundamente en los conflictos emocionales de su angustiada vecina, Aurora (Laura Soveral), una anciana adicta al juego que atraviesa un fuerte periodo de crisis personal, con una hija ausente y contando con la única compañía de Santa, una severa criada africana. Tras una grave internación, Aurora revela a la piadosa Pilar la existencia de un furtivo amante, de nombre Gianluca Ventura, a quien pide que localice antes de su muerte. Para cuando Pilar encuentre a Ventura, Aurora ya no formará parte de este mundo. Este incidente dará pie al segundo tramo de la película, “Paraíso”, en el que tomando como disparador una revelación de Ventura (Henrique Espírito Santo), la acción se remonta hacia el pasado de la fallecida, en un extenso flashback del que el relato ya no regresará y que deriva en un pasaje del 35mm en formato académico (1.37:1) que venía presentando el primer tramo del film hacia el 16mm que adoptará segundo.

Fotograma de la película TabúEn él vemos a una joven Aurora (la bellísima Ana Moreira, la verdadera razón para ver esta película), como la consentida hija de un acaudalado empresario textil y privilegiada heredera de una enorme fortuna. Aurora es también una temeraria aficionada a la cacería y reside en la selva de un innominado país africano, al pie del monte que da nombre a la película, donde contrae matrimonio con el respetable dueño de unas plantaciones de té. Pero su idílica existencia se ve repentinamente alterada por la aparición del joven Ventura, un sujeto errante sin mayores ambiciones que las de evadir sus deudas de juego y sus problemas sentimentales.

El conflictivo romance secreto entre los amantes le permite desplegar al realizador todo su imaginario visual y literario, bordeando el terreno de lo mítico, adentrándose en el exotismo y entremezclando la historia política de su país con los deseos y voluntades individuales de sus criaturas ficticias, todo prolijamente puntuado por la ausencia deliberada de sonido ambiente o de cualquier intervención del diálogo, hilvanando el relato solo a través de la cansina voz del avejentado Ventura y de algunas elecciones musicales de especial relevancia dentro del relato.

Podría limitarme a elogiar a Tabú por todo aquello de lo que terminó prescindiendo (su total ausencia de sordidez o miserabilismo, marcas de fábrica de casi todo el cine ponderado académicamente en la actualidad) y entregarme fácilmente a sus innegables encantos, a su gracia y ligereza, a su nostalgia por lo perdido. Está claro que no se ven muchas películas como esta en nuestros días, y en cierto modo su inspiración y delicadeza es digna de ser celebrada. Pero son varios también los elementos que le restan vitalidad y espontaneidad. La ornamentada literalidad de la que presume la narración de Ventura, su ritmo cadencioso y melancólico, la astuta elección de entremezclar elementos del pasado con otros completamente ajenos al contexto de la narración (se escucha una canción de los Ramones interpretada por el conjunto melódico-pop que conforman Ventura y su amigo Mario, una de las tantas decisiones forzosamente simpáticas del realizador), la impostada belleza de cada encuadre y su calculada fragmentación del relato en dos partes claramente divididas, el forzado tono de comedia agridulce que parecen perseguir las expresiones deadpan de los actores, son todas decisiones con las que Miguel Gomes termina edificando una ornamentada casa de los placeres, en donde cada mueble se encuentra prolijamente ubicado en su lugar, pero que se termina pareciendo en mucho a las aventuras sexuales que invoca Ventura en su relato y que tantas desdichas termina ocasionando en sus personajes. Tabú no es una película que respire libertad. Es más bien un tratado teórico ceñido a un firme programa estético que invoca hipócritamente a la nostalgia y a la ligereza como valores cinematográficos a recuperar, pero tras los cuales solo pretende disimular su total falta de audacia y el miedo al riesgo. Es probable que la luminosidad de Tabú tenga la misma intrascendencia de la luz de una luciérnaga que reniega de la noche y decide emitir sus destellos bajo la ardiente luz del sol.

*En una entrevista realizada por Stephanie Wright. Traducida por Horacio Bernades para el diario argentino Página/12. Publicada el 24 de Mayo de 2012.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Tabú ,  Portugal, Alemania, Brasil, Francia, 2012.

Dirección: Miguel Gomes
Guion: Miguel Gomes y Mariana Ricardo
Producción: Sandro Aguilar, Luis Urbano
Fotografía: Rui Poças
Reparto: Teresa Madruga, Laura Soveral, Ana Moreira, Henrique Espirito Santo, Carloto Cotta, Isabel Muñoz Cardoso

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