Críticas

Quoth the Raven "Everlong"

Studio 666

Otros títulos: Terror en el estudio 666.

B. J. McDonnell. EUA, 2022.

La presencia del Diablo como elemento esencial del rock puede parecer una cosa tan obvia que, una vez que se haya decidido analizarla, pone de manifiesto el hecho de que esta relación no es, en sí, exactamente lógica. No nos referimos aquí a la cuestión del rock en tanto elemento disruptivo de una cultura que lo rechaza, sino a que el Diablo, de por sí, no nace en un contexto musical, ni al menos artístico. Si el rey de las tinieblas, u otra criatura parecida, toma su asiento ante los profesionales de la música de este tipo – y no solo – quizás se deba a una voluntad de subrayar el concepto de maldad y de caída de los valores morales típicos de una sociedad supuestamente positiva. El rock es hijo del mal, entonces, no porque el Diablo es efectivamente un creador de estas melodías, sino porque funciona en su metáfora de pérdida de una dirección hacia lo bueno y en la de aceptación del mal. Una metáfora, obviamente, que solo puede funcionar en aquellos contextos de carácter iliberal, autocrático y definitivamente contrarios a la normal función psicológica y biológica de la expresión artística y de su fruición. El rock, en otras palabras, no es ni nunca será el mal.

Jugar con esta idea sería el eje de movimeinto de Studio 666, película nacida de una idea del fundador de Foo Fighter, el talentoso David Grohl, ya director de dos documentales, entre los cuales What Drives Us, uno de los nombres más importantes del mundo de la música de los siglos XX y XXI, cuya huella quizás llegue a tener una imperecedera importancia también en el futuro lejano. El rock, entonces, es el hijo del Diablo, criatura que se mueve por el mundo intentando abrir puertas hacia el infierno, subrayando el valor formal de la música en tanto elemento pluridimensional, desde los mismos sonidos hasta la actuación en vivo, experiencia, esta, que se abre y se concluye con la participación del público en los conciertos. El filme lo deja claro: la música rock es algo imprescindible para algunas personas, algo por el cual se estaría dispuestos hasta a matar para lograr aquel elemento de perfección que las canciones pueden obtener solo gracias a una completa escrupulosidad y a un total cuidado a la hora de producir (¿parir?) aquellas palabras que, acompañadas por las notas, se presentan como compañeros inmortales de nuestras vidas.

Si el juego es claro, y si la metáfora en tanto elemento paródico se concretiza en el movimiento de los eventos, desafortunadamente el resultado final no logra llegar a un objetivo preciso, capaz de darnos una lectura correcta del producto. No se trata de no estar en grado de descifrar el lienzo que el director y los dos guionistas nos están mostrando, sino que los elementos presentes chocan entre sí por una incapacidad de darle un tono preciso al mundo que están creando. El humor negro, fabuloso cuando alcanza los pocos momentos en los que se ve libre, no es el actor principal de esta película, ni lo es el solo aspecto del horror, que no es capaz de darse un estado definido. No se trata de una falta de aceptar la mezcla de géneros por parte del público, sino que, así suponemos, son los creadores mismos que parecen incapaces de aceptar esta mezcolanza, corriendo ahora hacia una dirección y ahora hacia otra sin saber decidir lo que es que efectivamente quieren presentarnos. Una lástima, ya que se notan muy frecuentemente las posibilidades que se abren en el desarrollo de la trama, sin que alguien logre aferrarlas plenamente.

De lastima hay que hablar también en referencia a la actuación de los componentes del grupo rock. No son actores, y esto se nota rotunda y completamente. El problema, efectivamente, no se sitúaen este caso el guión, que parecería contener unos diálogos un poco escasos, ya que en la presencia física y vocal de los profesionales todo funciona, mientras que, cuando la actuación es llevada a cabo por los rockeros, se nota como falta aquella particularidad de naturaleza necesaria, sobre todo, para obras de carácter cómico, satírico y paródico. Por estas razones, el producto final revela cierto elemento de inacabado, de perfectibilidad que deja un gusto amargo una vez llegados a su final. Lo que hubiera podido ser una pequeña joya menor, es y siempre será un intento fracasado (sin embargo, en parte) de proponerle al público un filme divertido, homenaje a aquella subcultura que se nutre de horror y de parodia, así como al mundo de rock, género diabólico del que Foo Fighters son maestros inalcanzables.

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Ficha técnica:

Studio 666  / Terror en el estudio 666 ,  EUA, 2022.

Dirección: B. J. McDonnell
Duración: 106 minutos
Guion: Jeff Buhler, Rebecca Hughes
Producción: John Ramsey, James A. Rota
Fotografía: Michael Dallatorre, Eric Leach
Música: Foo Fighters, John Carpenter, Cody Carpenter, Daniel Davies, Roy Mayorga
Reparto: Dave Grohl, Taylor Hawkins, Nate Mendel, Pat Smear, Chris Shiflett, Rami Jaffee, Whitney Cummings, Leslie Grossman, Will Forte, Jenna Ortega, Jeff Garlin

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