Críticas

Narración díscola, concreción de una época

Puro vicio

Inherent Vice. Paul Thomas Anderson. EUA, 2014.

Inherent ViceEn una reciente entrevista radiofónica, el escritor de novela negra Andreu Martín declaraba en tono jocoso el daño que le había hecho al género enigma aquella anécdota, nunca confirmada, que cuenta cómo William Faulkner llamó a Raymond Chandler, mientras escribía el guion de la película El sueño eterno (The Big Sleep, Howard Hawkes, 1946), para preguntarle quién era el asesino del chófer en la novela, a lo que este respondió que no tenía ni la más remota idea. De ahí que muchos escritores relacionados con el género hayan planteado sus novelas usando el pretexto de “si a Chandler no le importaba dar a conocer el asesino, a mí tampoco», vulnerando cualquiera de los decálogos existentes sobre la novela negra, como el definido por el propio Chandler, quien no dudó nunca en obviarlo. En esta misma línea rupturista, ensalzada a la enésima potencia lisérgica, se inscribe Thomas Pynchon, sabueso experimentador de las estructuras narrativas, cuya novela Vicio propio (2009) ha sido adaptada al lenguaje cinematográfico por Paul Thomas Anderson. Nunca antes nadie había trasladado a la gran pantalla ninguno de sus textos, considerados como inadaptables por la complejidad del sustrato narrativo, condensado laberíntico de un mundo atiborrado de personajes ensimismados en los retruécanos imposibles que Pynchon imprime. Ya solo con este punto de partida podríamos considerar que Puro vicio es el proyecto más ambicioso de toda la filmografía de P.T. Anderson.

Inherent ViceSu interés por la recreación de diferentes épocas importantes en la historia de los Estados Unidos es algo que ha venido desarrollando, con un enfoque alejado del contexto superficial y vacuo. Su aproximación es producto de la fina mirada de un cronista suspicaz cuya intención es denotar y rescatar los ecos de la significación y sentido de cada momento histórico, a través de la psicología, síntomas sociales y padecimientos de sus personajes. En Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007) se retrotraía a principios del siglo veinte, época marcada por el afán de progreso cuando el codiciado «oro negro» enarbolaba la bandera de la codicia de los primeros grandes negocios. The Master (2012) está enmarcada en la década de los cincuenta, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que marcaron el surgimiento de nuevas vías de escape espiritual ante el dolor y desesperanza. En Boogie Nights (1997) nos sitúa en la ambivalencia de los últimos coletazos de los años setenta con la industria pornográfica como epicentro.

Puro vicio arranca en 1970, en California, en un lugar ficticio llamado Gordita Beach, que bien podría ser el Manhattan Beach donde Pynchon vivió justo en el año en que transcurre la película. Momentos agitados en que el influjo de la marihuana se volatilizó momentáneamente ante el shock ocasionado por el terror y la paranoia que “La familia” y Charles Manson instalaron, que dio como resultado el forzado despertar de la abstracción del “American Way of Life”. Casi al mismo tiempo Nixon proclamaba “La Mayoría silenciosa” en un intento por curar las heridas ocasionadas por las bombas en Vietnam, que fueron más profundas de lo que podía llegar a imaginar.

Larry “Doc” Sportello (fantástico Joaquin Phoenix) es un detective privado hippie que acaba de establecer su propia oficina en un lugar muy sui generis que comparte con otros profesionales a modo de pequeño negocio de integración vertical. Su aspecto obstinadamente desaliñado es el foco de burla y desprecio de los cuerpos de seguridad con los que trata en el proceso de resolución de sus casos. Los consabidos miembros del FBI y su habitual retrato de seres de dudosa inteligencia y el mundo aparte de Bigfoot Bjornset (Josh Brolin), teniente del Departamento de Policía de Los Ángeles, a la vez que secundario de series televisivas policiales californianas.

Inherent viceTodo comienza con el encuentro inesperado de Sportello con su ex novia Shasta (Katherine Waterston) de la que todavía está enamorado. Se presenta transformada en una femme fatal para solicitar ayuda en la resolución de una encrucijada en un asunto relacionado con su nuevo amor, un multimillonario que controla el negocio inmobiliario. A partir de este momento se inicia un camino laberíntico en busca de una pista con el nombre «el colmillo dorado”, el macguffin ideal que sumirá a Sportello en una nube de confusión acuciada por los vapores de los porros y otras drogas gaseosas que le llevarán al encuentro de diversos personajes de extravagancia inusitada, eslabones de un rompecabezas difícil de discernir. Parte de esta fauna está compuesta por un miembro de la Black Guerrilla Family; moteros de una Hermandad Aria; una prostituta asiática experta en servicios de estimulación bucal, inmiscuida en turbios negocios; un dentista drogadicto con tendencias sexuales de dudosa moral y un chivato infiltrado ex toxicómano (Owen Wilson) que desea recuperar a su familia. El cóctel servido conserva una base sólida y formal de género negro con suficientes ingredientes añadidos que desvirtúan deliberadamente su esencia a través de juegos retóricos, rarezas surrealistas y humor negro con matices lisérgicos.

Puro vicio es un estado alterado de la conciencia, un vaivén emocional que sobrevuela el anhelo de tiempos pretéritos de júbilo, amor y complicidad, sentimientos que actúan como motor impulsor para que esta historia pueda tener un final. En Puro vicio todo fluye más allá del entendimiento y la perorata incombustible de los diálogos, gracias al empaque estilístico, sus representaciones icónicas y referencias en planos fugaces pero tan enérgicos que queman la retina. Ante la compleja y artificiosa madeja narrativa, P.T. Anderson ha creado una voz en off como entidad oracular. Ella es Sortilége (personaje secundario en la novela), la guía fundamental heterodiegética, omnipresente y testigo, gracias a la que profundizamos en los estratos del film. Ella posee todas las claves, es cómplice de los pensamientos e inquietudes de Sportello y Sahsta, la voz de sus consciencias, el susurro de sus deseos, esperanzas y recuerdos, a la vez que confidente interpelante mediante diálogos interiores y en ocasiones de forma presencial, cuando se desvanece como un fluido etéreo. Su naturaleza es ambigua, producto de una necesidad o evocación y forma parte del halo onírico que codifica la criptografía del film.

No es fácil esclarecer bajo qué capa nos sentimos más cómodos y sobre todo, no es fácil discernir qué se esconde bajo tanto revestimiento, la materia que trasciende tras la maraña narrativa.

La experiencia que propone P.T. Anderson encuentra su reto mas difícil en la correspondencia con el espectador, del que se requiere cierto esmero para entrar en la nebulosa, entender la sobredosis informativa, despreciarla, salir de la abstracción y concluir haber gozado con los hallazgos de forma y estética, pero sobre todo del viaje hipnótico y la experiencia creativa.

 

Tráiler:

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Ficha técnica:

Puro vicio (Inherent Vice),  EUA, 2014.

Dirección: Paul Thomas Anderson
Guion: Paul Thomas Anderson (Novela: Thomas Pynchon)
Fotografía: Robert Elswit
Música: Johnny Greenwood
Reparto: Joaquin Phoenix, Josh Brolin, Katherine Waterston, Owen Wilson, Reese Witherspoon, Benicio del Toro, Joanna Newsom, Martin Short, Hong Chau, Jena Malone, Jordan Christian Hearn, Michael K. Williams, Martin Donovan, Peter McRobbie, Serena Scott Thomas, Belladonna, Eric Roberts, Maya Rudolph, Jeannie Berlin, Sasha Pieterse, Keith Jardine

4 respuestas a «Puro vicio»

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