Críticas

La deshumanización del sentimiento

Love It Was Not

Ahava Zot Lo Hayta. Maya Sarfaty. Israel, Austria, 2020.

La autodeterminación moral de un ser humano sería la que nos permite decir (y decidir) qué tipo de persona somos. La elección entre el bien y el mal, desde este punto de vista, sería algo posible, quizás necesario, ya que solo tendríamos que actuar según nuestros mismos deseos, nuestras decisiones, llegando por esta razón a subrayar el concepto de legitimidad de nuestras tipologías morales. Yo soy quien soy, porque soy yo (únicamente yo) quien decide. Esto llevaría a crear una ruptura entre el mundo externo en el que solo vivimos, actuamos, y el mundo interior, el que nos permite ser individuos conscientes. Sin embargo, la cuestión es más complicada, y definirnos solo según una estructura interior, completamente diferenciada de lo que la rodea, no nos ayuda a comprender cómo personas normalmente buenas pueden llegar a actos terribles, violentos, casi inesperados. El hombre puede ser víctima y verdugo, no solo en la concreción de sus elementos (los seres humanos), sino también en la forma temporal y social de un único sujeto (la persona): a veces somos uno, a veces el otro, a veces ambos, así nos enseña la historia.

Y, si de historia hablamos, nos resultaría imposible olvidar un momento horrible del que no podemos deshacernos fácilmente. Tragedia entre las muchas de una humanidad que sigue las ideas de un falso progreso (el progreso verdadero existe, contestando así al ángel de Walter Benjamin, pero es otra cosa), ciertamente no la única, si bien una de las más terribles desgracias de nuestra comunidad global, la persecución de los judíos por parte de los nazis (y de todo xenófobo) sigue siendo un elemento desestabilizador no solo de la cultura alemana, sino de la europea y, consiguientemente, de la occidental. La matanza inútil, deseo enfermizo de una voluntad que poca (mejor dicho, ninguna) lógica e inteligencia tenía, nos pide que no olvidemos la destrucción de una cultura y de un pueblo llevada a cabo fríamente, sin tener en cuenta la posibilidad muy real de estar cumpliendo no solo un crimen, sino una acción sin sentido alguno, sin ninguna base sobre la que pudiera apoyarse, menos la de pensar de haber encontrado la causa suprema de todos los males del mundo (o sea los judíos, misteriosos hombres y mujeres capaces de destruir un continente, una etnia, una sociedad, pero incapaces de salvarse de los que, supuestamente, habían logrado esclavizar ideológicamente, demostración de la absurdidad de la proposición).

Resulta desestabilizador, por razones de las que hablaremos pronto, tener en cuenta todo lo dicho hasta ahora y adentrarse con este bagaje cultural en la estructura narrativa del documental de Maya Sarfaty. Resulta desestabilizador porque, fundamentalmente, la base del cuento que nos viene contando la directora es muy simple: él la encuentra a ella, él se enamora de ella, ella también (a lo mejor), ellos tienen una relación. Pero, ella es judía, él es miembro de las SS, y la relación que mantienen (si podemos llamarla relación) se desarrolla en un campo concentración, lugar de muerte no solo de los seres humanos en tanto objetos biológicos (afortunadamente algunos lograron salir con vida), sino también del concepto de humanidad en tanto conjunto de los mejores elementos psicológicos que hacen que seamos lo que pensamos ser (seres racionales, bondadosos, amistosos). ¿Qué vida es, entonces, la que Helena Citron tuvo en aquellos años, judía amada por un hombre que mataba a los que eran como ella, y que logró salvar a muchas personas, simplemente, por el amor de su prisionera?

La estructura del documental nos pone en una situación de descubrimiento no solo de la historia real, sino que nos permite adentrarnos en la secuencia de preguntas (de carácter ético, moral) que nace de la situación misma. Safarty deja que hablen las que compartieron parte de sus vidas con Helena en los campos, mientras que a nuestra protagonista la vemos en materiales de repertorio. La inteligencia de la mano de la director, entonces, es la de quien no quiere darnos una respuesta precisa, única, fríamente definitiva, sino que el proceso de análisis de la cuestión que se nos viene presentando cae sobre nuestras mismas conciencias: es el espectador quien debe llevar a cabo un proceso de descomposición de lo que ve y oye, hasta llegar a una conclusión que no puede sino ser suya. La responsabilidad del juicio final es, por esta razón, el resultado de un proceso subjetivo que enlaza el pasado con el presente, todo esto gracias al ojo objetivo de la directora.

Estamos ante una desestabilización, repetimos, de aquellas estructuras con las que (gracias a las que) vivimos. Odiada por sus compañeras, Helena Citron nunca abusó de su poder para vengarse de las que la llamaban la puta de un nazi. Hizo todo lo posible para salvar vidas. Y, al mismo tiempo, el oficial Franz Wunsch, sincera y genuinamente enamorado de ella, hizo lo que pudo para que ella se sintiera mejor, como si esto fuera posible en Auschwitz. La falta de humanidad de aquella época, de aquella ideología y de aquel lugar no podía engendrar ningún tipo de sentimiento positivo y, si en realidad sí lo hizo, no existía ninguna posibilidad de que este sentimiento pudiera seguir un camino que llevaría a una conclusión feliz. Deshumanizadas, las personas intentaban sobrevivir sin poder pensar en un futuro que les liberaría de una huella imborrable de sus y nuestras memorias. Lo que nos queda, en el testimonio de este estupendo (y duro) documental, es la necesidad de pensar no tanto en asegurarse de que algo así no pase nunca más, sino en la fría realidad de cómo el ser humano puede ser cuando el mundo que lo rodea enloquece sin que él decida cortar las raíces enfermizas. No era amor, porque algo así no podía nacer ante la falta de lo que nos hace humanos.

post scriptum : la crítica se basa en la edición internacional, disponible en streaming, en inglés. No se conoce si el documental estará disponible en versión subtitulada en castellano.

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Ficha técnica:

Love It Was Not (Ahava Zot Lo Hayta),  Israel, Austria, 2020.

Dirección: Maya Sarfaty
Duración: 83 minutos
Guion: Maya Sarfaty
Producción: Langbein & Partner Media, Yes Docu
Fotografía: Itay Gross, Ziv Berkovich, Christian Roth

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