Críticas

Tras el velo de la realidad

Lo que esconde Silver Lake

Under the Silver Lake. David Robert Mitchell. EUA, 2018.

Under the Silver Lake, cartelDavid Robert Mitchell vuelve a la carga. Había mucha expectación por ver el siguiente paso en la carrera de este personalísimo director tras llamar la atención de propios y extraños con It Follows (David Robert Mitchell, 2014), elegante puesta al día del horror en clave adolescente. Si con aquella película traspasó la frontera de la incómoda etiqueta de culto, con Lo que esconde Silver Lake vuelve a dar buena muestra de su enrevesado universo ficcional, extraña y perversa coctelera autorreferencial, donde los géneros se confunden y las formas son mutantes, incluso incómodas.

Lo que esconde Silver Lake es la historia de un viaje al otro lado del velo, a otra realidad que se confunde con nuestro día a día, una especie de lugar sin espacio ni tiempo, donde los nexos más absurdos conectan con hilo invisible ideas imposibles. Robert Mitchell invita al espectador a explorar las grietas de lo cotidiano, a mirar por la cerradura hacia la sombra que se cierne sobre lo ordinario. Teje la telaraña imperceptible formada por las piezas de la anécdota, de todo aquello que carece de importancia, de pequeños guijarros de locura que escapan de la atención del común de los mortales.

Sam no es como el resto. Es un perdedor, arrastrado sin pena ni gloria por la existencia, mientras la vida escapa de sus manos. Sin embargo, hay algo en su cabeza. Quizá sea el exceso de tiempo libre, pero él ve ciertos puntos, ciertas conexiones, un camino de migas de pan que conduce a una incómoda verdad disfrazada de sociedad frívola y hedonista. La desaparición de una de sus vecinas dispara todas las alertas en su mente al borde del desquicio. ¿Tiene su paranoia una razón de ser? ¿Existe la conspiración que él percibe en el agobiante paso de los días? ¿Hacia dónde conduce el camino, si es que existe una respuesta final?

Lo que esconde Silver Lake

En esta odisea desquiciada y delirante, Robert Mitchell se sacude cualquier atisbo de corsé y realiza su película más libre, desvergonzada y diferente. Con tan solo tres obras en su haber, el director rebasa el cliché del joven prodigio y demuestra el enorme sentido de la autoría del que ya hacía gala, pero animado por el éxito entre crítica y público. En Lo que esconde Silver Lake agita diferentes géneros, desde el misterio casi detectivesco a las notas de cine de terror con gotitas de arenoso gótico urbano, pero siempre envuelto en la socarronería irónica de un particular humor, entre las aguas de lo intelectual y el puro y duro gamberrismo.

En la morbosa fantasía construida alrededor de Silver Lake, cabe casi todo. El surrealismo, las teorías de la conspiración, las leyendas urbanas, fascinantes ejercicios de metacine, referencias incesantes a la cultura popular, la fina crítica al vacío existencial de la clase media alta, presentado en forma de descenso a los infiernos de ciudades llenas de recovecos secretos, de intrahistoria escrita en esos lugares donde nunca miramos.

Como estrella de la función tenemos a Adrew Garfield, actor por el que admito cierta debilidad. El aspecto inocente, casi infantil, de Garfield encaja a la perfección en el papel de Sam, eterno adolescente, incapaz de aceptar el paso del tiempo, anclado en la nostalgia de grupos de rock desaparecidos y videojuegos de 8 bits. Sam se lanza con alegría hacia la cruzada impuesta por las circunstancias, porque, quizá, no tiene nada mejor que hacer, salvo ser el explorador de lo invisible. Cada personaje que aparece en el neblinoso camino hacia la verdad es más extravagante que el anterior, parte de un universo anárquico, en el que parece que el único sentimiento real es el miedo.

Lo que esconde Silver Lake está marcado por el estilo perfectamente reconocible de Robert Mitchell. Calmado, presentado al espectador con ese ritmo a fuego lento, pero lleno de tensión, enmarcado en la realidad reconocible, pero al mismo tiempo nebulosa, pasada por el prisma de lo onírico e, incluso, pesadillesco. La envoltura visual de Lo que esconde Silver Lake es tan hermosa como desconcertante, y los continuos desafíos de Mitchell al espectador no hacen sino confirmar la sensación de paseo por la fina línea que separa la cordura del abismo.

Lo que esconde Silver Lake, fotograma

A pesar de la fabulosa factura y de la personalidad única de la película, hay baches importantes que impiden a Robert Mitchell rubricar una obra maestra. En realidad, tras la fachada, hay mucha impostura en Lo que esconde Silver Lake, demasiada pose. Tras el aparente caos de pesadilla, cada parte del filme transmite la idea de todo lo contrario. Cada paso está medido al milímetro, en exceso, con cierta fórmula de la confusión, perpetrada por un Robert Mitchell perfectamente consciente de quién va a aplaudir su trabajo. En ocasiones, el brebaje parece una broma privada, que puede interpretarse como una burla al espectador, convencido de que el director está gritando, con cierto desdén, a los cuatro vientos que es el más listo del barrio. Curioso que es en los momentos en los que busca más complicidad con el público es cuando engrandece esa sensación incómoda.

Lo que esconde Silver Lake tiene cine de sobra para encandilar, pero excesos de más que pueden llevar a la desconexión entre el espectador y lo sucedido en la pantalla. En ocasiones, Robert Mitchell parece un alumno aventajado y sarcástico de maestros del absurdo como David Lynch o el enmarañado estilo literario de locos geniales del estilo de David Foster Wallace; en otras, cada decisión tomada por el cineasta luce como una broma de instituto.

Lo cierto es que no se ven muchas películas como Lo que esconde Silver Lake. Es valiente y descarada, a pesar de los aires de modernidad que exuda en cada plano. Hay mucho cine en la obra de David Robert Mitchell, y, aunque en mi caso no se cumplen del todo las expectativas que generó el visionado de It Follows, reconozco que este nuevo peldaño de su carrera me resulta más excitante que la mayoría de películas que he visto en los últimos meses. La esperanza de que este director va a dar mucho (más) que hablar en los próximos años está intacta.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Lo que esconde Silver Lake (Under the Silver Lake),  EUA, 2018.

Dirección: David Robert Mitchell
Duración: 140 minutos
Guion: David Robert Mitchell
Producción: Michael De Luca Productions / Stay Gold Features / Vendian Entertainment.
Fotografía: Mike Gioulakis
Música: Rich Vreeland
Reparto: Andrew Garfield, Riley Keough, Callie Hernandez, Topher Grace, Jimmi Simpson, Riki Lindhome, Summer Bishil, Zosia Mamet, Patrick Fischler, Laura-Leigh, Grace Van Patten, Allie MacDonald, Rex Linn, Sydney Sweeney, Adam Bartley, Don McManus, John Eddins, Jules Willcox, Nea Dune, Stephanie Moore, Pepi Sonuga, Izzie Coffey, Sky Elobar, Sibongile Mlambo, Jessica Makinson

3 respuestas a «Lo que esconde Silver Lake»

  1. Fantástica película. Tramos de genialidad, quizás no falló el director, fallo el presupuesto, para unas escenas pobres, como la del voyeur del Dron, la del rey saliendo de la trampilla. O lo peor de todo un desenlace carente de magia sin presupuesto… Pero logra tenerte en vilo, me recuerda a la genial ventana indiscreta, a la naranja mecánica y yo creo que remasterizara la obra quitando ese rey cutre y mejorando escenas.

  2. Maravillosa película. Tiene la genial habilidad de hacerme sentir inteligente como espectador y no un estupido sin remedio como en el cine de Hollywood. La extravagancia de los personajes es exquisita. Esa paranoia crítica que nos proponía Dalí nos llevó directamente al propósito de su método: hacer valer los delirios paranoicos como verdades reales.

  3. Hola, a ustedes no les pasó, que lo de conseguir lo del ascenso en espíritu, en una caja de concreto, se puede relacionar con la paradoja del gato de schrödinger?
    Pd: Me gustó tu reseña

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