Críticas

Intrigas de pasillo y alianzas estratégicas

La cordillera

Santiago Mitre. Argentina, 2017.

Cartel de la película La cordilleraDifícil ejercicio de equilibrismo el que realiza Santiago Mitre en  La cordillera, con un pie en el thriller político y otro en el psicológico, un pie en Polanski y otro en Hitchcock. Vuelve aquí –aunque con un formato muy distinto– a temáticas de sus dos trabajos anteriores: El estudiante (2011) y Paulina o La patota (2015). En la primera describía el desarrollo de la conciencia política de un joven universitario casi como excusa para mostrar lo que de verdad le interesa: el aspecto humano de la política y de las ideologías, en qué quedan los principios cuando se encuentran con el egoísmo y con el miedo, con la irracionalidad, también con la nobleza. Y mostraba así el aprendizaje de las habilidades políticas, el arte de la estrategia y el juego de las alianzas. La segunda la protagoniza una abogada (Dolores Fonzi), hija de un conocido  juez, que trabaja como voluntaria en un barrio marginal. Cuando es violada por un grupo de chavales, su incomprensible forma de afrontarlo, el papel de su padre, el recurso al poder, su necesidad de entender, le sirven a Mitre para ahondar en los temas tratados en El estudiante: ¿Cómo encajan la política y la ética personal? ¿Cómo se refleja ese encaje en las relaciones personales y, sobre todo, familiares?

Blanco, interpretado por Ricardo Darín, es en La cordillera un presidente de la Argentina atípico, alguien sin familia política, con una ideología no muy definida, “el hombre invisible” como lo llaman sus críticos. Se encuentra en Chile en una conferencia de países sudamericanos, relativamente aislado en un hotel de los Andes, enfrentándose a una difícil decisión que tendrá muchas consecuencias para los ciudadanos y, por lo tanto, para él. El planteamiento nos prepara para una película muy “política”, de intrigas de pasillo, alianzas estratégicas aderezadas con carísimo whisky y hasta la sombra maquiavélica de los norteamericanos comprándolo todo a golpe de talonario, el petróleo y el corazón de los hombres; todo previsible dentro de su complejidad. Pero cuando  Blanco recibe la inesperada visita de su hija Marina (Dolores Fonzi), se abre ante nosotros el abismo: lo que pasa entre padre e hija es infinitamente más complejo. Se repite así el esquema relacional que encontramos en Paulina: padre poderoso y respetable en conflicto con una hija que cuestiona el sistema. En Paulina ese cuestionamiento era ideológico y racional. En La cordillera es más rabioso y emocional, inseparable del sufrimiento psíquico de Marina, aquejada de mutismo electivo. El conflicto planteado en ambas películas es de una gran riqueza temática, porque hay en él algo de David frente a Goliath con una dimensión de género: la crítica femenina al sistema de dominio creado por los hombres. Blanco moviliza todos sus recursos y hace venir hasta el remoto hotel a un hipnoterapeuta para que ayude a su hija. Aparece así una figura chamánica, el único capaz de bajar al fondo del abismo. Lo que Marina dice cuando por fin habla–, recuerda o cree recordar, pertenece a su sombra, tanto como a la del presidente Blanco, y Santiago Mitre tiene el buen gusto de no explicarlo todo, de no proyectar sobre esas sombras la previsible luz hiperexplicativa a la que nos está acostumbrando el cine. Igual que nos quedamos sin entender por qué Paulina no quería denunciar a sus violadores, no entendemos bien lo que pasa entre Marina y su padre, qué hubo de cierto entre los contradictorios recuerdos de ambos. Lo que ocurre con los trabajos de Mitre es que ese no entender nos deja una sensación muy confusa: en algunos momentos se nos antoja el resultado de una elección valiente, la de no querer dar todas las respuestas, y en otros, nos parece el resultado de la propia confusión del autor. La ambición de querer mostrar lo insondable da como resultado, paradójicamente, una sensación de falta de profundidad.

Ricardo Darín en La cordillera

La escenografía es un acierto de la película. Los interiores del hotel están rodados en estudio y los exteriores están montados mezclando diferentes rincones de los Andes. El conjunto es majestuoso, inquietante y de gran fuerza simbólica. La altura desde la que se decide con arrogancia el destino de los otros (nos hace recordar al foro de Davos) es también el escenario donde se desciende a los abismos personales.

Qué decir que no se haya dicho ya de Ricardo Darín: su versatilidad, su fotogenia, su extraordinaria aptitud para encarnar al hombre común en situaciones excepcionales, el aplomo con que se pone la piel de presidente o la de carterista y ambas parecen la suya; pero todavía no se ha dicho bastante de Dolores Fonzi: una apariencia vulnerable sobre un fondo de roca y un registro amplísimo de estados emocionales la permiten moverse entre las múltiples capas que requieren los dos papeles a los que nos hemos referido.

A ellos se suma Erica Rivas, quien ya hizo un estupendo papel en La luz incidente (Ariel Rotter, 2015) y fue la inolvidable novia del relato Hasta que la muerte nos separe en Relatos salvajes (Damián Szifrón, 2014). Entre los tres arman un juego interesante y disfrutable de complicidades y medias verdades. El conjunto del elenco es muy potente, pero las interpretaciones de Christian Slater o Elena Anaya, por ejemplo, me parecen más impostadas; sus escenas desequilibran una historia que, quizá con menos pretensiones y con el trío de actores que hemos mencionado antes, podría haber sido una buena película.

Tráiler:

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Ficha técnica:

La cordillera ,  Argentina, 2017.

Dirección: Santiago Mitre
Duración: 114 minutos
Guion: Santiago Mitre, Mariano Llinás
Fotografía: Javier Juliá
Música: Alberto Iglesias
Reparto: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Erica Rivas, Gerardo Romano, Paulina García, Alfredo Castro, Daniel Giménez Cacho, Elena Anaya, Leonardo Franco, Christian Slater, José María Marcos, Esteban Bigliardi, Luis Herrera, Claudia Cantero, Héctor Díaz

19 respuestas a «La cordillera»

  1. Hola, acabo de ver esta pieza única de Mitre. Ver el perfil de esos personajes, lo que no sabemos pero podemos intuir de lo que pudo haber hecho un «hombre común» para poder llegar al poder.
    El Blanco de su apellido, no es tan blanco como parece,está manchado de secretos,de asesinatos, y el último de su yerno lo comprueba.

    1. Estupenda película, la veo como una reflexión sobre el poder. Nada es lo que se dice que es, la única realidad es el probable escándalo, la hija con problemas, y la muerte del yerno que amenaza con revelar secretos que harían inviable un gobierno. Todo ello ya sea realidad o fantasía solo es una interpretación que el poderoso deberá manejar. Para mí el colofón como algo cierto, es que los USD quedarán en una cuenta numerada al manejo del poderoso. Ese dinero no podría entrar legalmente a erario del país porque no habría título para ello. ¿Sería una donación o un pago por servicios políticos prestados? Ambos desdorosos para cualquier pais. Esperaría comentarios que ojalá me refutaran

  2. De acuerdo con vuestra crítica en lo que respecta a la falta de desarrollo de los secretos entre padre e hija. Hubiera iluminado lo diabólico, del hombre que accedió al poder quien sabe porque medios y dejando a cuantos en el camino, incluso a su hija. Algo importante por revelar con la sutileza que el film exhibe para ampliar el espectro de toda corrupción especialmente en nuestra Sudamérica.

  3. Puf ! Darin me encanta pero el argumento de la pelicula está cogido con pinzas, se quedan muchas cosas en el aire y la verdad que la historia de la hija esta de sobra.

  4. La película, en mi opinión, pinta a un hombre de poder, inescrupuloso, en una posición oportuna en un escenario político favorable, que sabe aprovechar para su beneficio propio, apartándose del resto, lo que pinta que tipo de persona es y porque su hija tiene los traumas que tiene ya que sabe de las andanzas de su padre y de lo que es capaz por propia vivencia o por relatos de su entorno, quizás de su mismo marido, que ella ( Dolores Fonzi) los ve como vivencias propias. En fin, una película que deja un sabor amargo al mostrar de alguna manera que para este tipo de personas, prevalece el propio interés antes que el de su país. Asi lo veo yo.

    1. En mi opinión la trama dice mas en los silencios y en lo implícito, que en lo explícito. El relato es recorrido por los códigos de la traición y las deslealtades, los intereses espureos ( la relación entre el Presidente y su colaborador interpretado por Gerardo Romano es reveladora al respecto). Creo que la trama de triller psicológico que marca la relación entre padre e hija se torna un tanto confusa y caótica. Pero es interesante como esboza lo que no se puede ver ni recordar. Queda la suposición de que la hija es el fusible wue expone el trauma de lo que el Presidente Blanco oculta por llegar al poder. Pero esto es solo una de las lecturas.

  5. No me gustan las peliculas tan sutiles que una inteligencia comun como la mia no puede entender, las partes en otro idioma deberian ser traducidas si no me dan a entender que son obras para algunos solo, perdi mi tiempo en verla, mi humilde opinion

  6. Me encantó, lo no dicho es un personaje más, parte del misterio de las personas, que solo ellas conocen a nivel consciente o inconsciente. Todo lo demás son conjeturas, adentrarse en el mundo del otro, que jamás conoceremos y menos en las esferas altas del poder,con todo lo que ello implica.
    Imponente el escenario natural y psicológico. Una sorpresa grata esta película. Impecables todos los actores.

  7. Tenía todo para ser una gran película, pero…. Demasiados misterios sembrados que no tienen respuesta. Dejar tantas líneas argumentales abiertas a interpretación me parece un engaño o una falta de talento para desenredar una trama compleja que en realidad no tenía rumbo. A menos que se les haya acabado el presupuesto y ya no pudieron agregarle los 20 minutos que le faltaron a la historia. ¿Será?

    1. El ejercicio del poder es un misterio, nuestra democracia trata de develarlo. Sucede que quien lo ejerce es un ser común y corriente, pero hay un sistema de sacralización de quien lo ejerce a pesar de la secularización de su ejercicio. Llega al punto de que Blanco, un don nadie por el hecho de ejercer el poder podrá definir lo bueno y lo malo, el pasado y el futuro, de ahí tanto cabo suelto

  8. Dicen que cabos sueltos, pero en política casi todos los cabos son así. Recuerden a JFK, Nixon, Jorge Eliécer Gaitán, hay muchos más pero los del sur del continente ya no los recuerdo, lo mejor no existen

  9. Cuando en la cumbre los presidentes votan las opciones me quedé esperando la continuación de la película y resulta que había terminado. Creo que Mitre nos dejó la tarea a los espectadores de continuarla en nuestra imaginación, como esas historias con varios finales. Me defraudó!!!

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