Críticas

La batalla perdida de Xavier Gens

The Crucifixion

Xavier Gens. Reino Unido, 2017.

Cartel de la película The CrucifixionXavier Gens se pasea por las carteleras con doble ración de su cine. Por un lado, podemos ver La Piel Fría (Xavier Gens, 2017), producción española, y por otro lado, The Crucifixion, perpetrada desde el Reino Unido. Toca fijarse en esta última película, una de horrores demoníacos en parajes de siniestro exotismo de la Rumanía rural.

Ha llovido desde que Gens se desmarcó como figura visible de aquella hornada de directores franceses que dieron forma a lo que se llamó nuevo extremismo francés. Autores que tanto talento visual como capacidad para la polémica pusieron en el foco una forma distinta de entender el cine, que comprendía diversos géneros y expresiones. Sobre todo producciones de corte terrorífico, planteadas como brutales demostraciones de violencia, envuelta en un fastuoso aspecto visual, demostraban que no todo estaba dicho en el género, y que este tenía capacidad de reinvención para remover estómagos y conciencias.

La película que presentó a Xavier Gens al mundo, Frontière[s] (2007) todavía conserva el impacto inicial, cargado de intención social y macabro sentido del horror físico. Pero, por desgracia, aquel prometedor joven salvaje y atrevido se ha visto diluido en una carrera errática, desafortunada y alejada de cualquier atisbo de riesgo. Como tantos otros de sus contemporáneos, dio el salto a los verdes pastos de Estados Unidos para rebotar continuamente contra la nada, y ahora se ha convertido en todo un trotamundos que no acaba de definir su estilo, recuerdo constante de lo que podía haber sido.

The Crucifixion implica el retorno de Gens a los transitados caminos del horror. Visita lugares comunes, de sobra conocidos por todos, sin la mínima intención de cambio o ruptura con el cliché. El resultado es un disparate inverosímil que, más que sobresaltos, produce sonrojo ante la cantidad de trabajo extra que se le pide al espectador para que se crea una sola escena de este circo.

La infumable historieta que presenta The Crucifixión viene precedida por esa fuente de infamia que suele ser la etiqueta «inspirado en hechos reales». Lo curioso es que, para tener base en la vida real, lo más imperdonable de la película sea, precisamente, el aroma de incredulidad que regala al espectador. Todo chirría, desde la ambientación a las soluciones, de la imposible protagonista incrustada en un horror contextual, a la pléyade de desconcertantes secundarios que recorren el irrisorio escenario perpetrado por Gens y su equipo.

Fotograma de la película The Crucifixion

La trama se inspira, de manera muy lejana, en el incidente que acabó con un sacerdote en la cárcel tras provocar la muerte de una mujer presuntamente poseída por una entidad diabólica. En la ficción de The Crucifixion, una periodista, impulsada por motivaciones personales, decide dar cancha a la historia y trasladarse al lugar de los hechos para descubrir la verdad tras la desgracia. El enfrentamiento (cutre) entre fe y razón está servido.

Para empezar, hay que tragar con la presencia de la intrépida reportera en el meollo de la cuestión. Todo su trasfondo resulta bastante sospechoso, y no hay manera de entrar por el aro de esta simplificación hiriente del trabajo editorial. Nada más empezar, ya toca un acto de fe.

La cosa no se queda ahí. El entorno destinado a dar credibilidad a la historia exige que el público mire para otro lado de manera constante con la intención de disculpar tal cantidad de idioteces. The Crucifixion cae en ese tópico casi insultante de presentar a los países del este de Europa como parajes que apenas han escapado de las garras del medioevo. La magia y la superstición campean a sus anchas en lóbregos paisajes de pesadez gris. Resulta muy difícil dar un atisbo de veracidad a la extravagancia que Gens pretende vender como realidad rural, y es que resulta casi doloroso que la representación de esta parte del mundo no escape de una mitología que apenas ha cambiado desde los aldeanos enfurecidos armados con antorchas tan recurrentes del relato gótico.

En este anacronismo ya hay bastantes problemas, pero entramos entonces en el imperdonable terreno de las contradicciones. En la Rumanía rural del siglo XXI imaginada por Gens, la gente se viste como si estuviese a punto de subir al Mayflower, pero el cura del pueblo es un modernísimo hipster motero, por poner un ejemplo. Es imposible disimular la sonrisa ante un intento tan torpe de dotar de tridimensionalidad al personaje, arrojado al foso del ridículo por culpa de las buenas intenciones.

Todos estos tropiezos ya son gasolina suficiente, The Crucifixion no aprueba un visionado serio ni aunque se entre en la sala con una tableta de diazepan en el cuerpo. Se perdonaría el despropósito si en algún momento hubiese algún toque de autoparodia, de conciencia acerca de la soberana tontería que se está llevando a cabo. Por desgracia para nosotros, no hay nada de esa humildad, de complicidad con el público. Al contrario, la seriedad arrogante y el proselitismo agobiante hacen del visionado un auténtico ejercicio de resistencia.

The Crucifixion, crítica

El contenido de The Crucifixion resulta desagradable por la ingenua superioridad que destila cada frase de un guion, que parece escrito por el catequista más iluminado de la parroquia. No se confundan, entiendo que en esta clase de películas hay que hacer de tripas corazón. O se ignora el tufillo a sermón o es imposible el sano disfrute de los sustos de turno. Hay obras que son capaces de camuflar ese tono a base de demostraciones de buen cine de género. Sin ir más lejos, Expediente Warren nos dejó un gran sabor de boca a los aficionados al horror, al mismo tiempo que hacía una ficción de la simpática vida del matrimonio protagonista, basada en la estafa espiritual que les ha dado fama en la vida real. El problema de The Crucifixion es que se ha construido tan mal la artimaña que, al final, da la sensación que una hora y media de película no es más que un intento delirante de disculpar a unos fanáticos asesinos condenados y encarcelados.

Basura, en la que no se salva ni el mundo visual de Xavier Gens, deslucido por esa irrealidad que rodea cada escena. No hay nada que justifique el visionado de esta película, que cae en todos los tópicos que ya vimos en la primera película de este subgénero, El Exorcista, a la que no se acerca ni por casualidad. Ni personajes, ni escenarios, ni mensaje, ni reflexiones. Mejor a otra cosa. Será por películas.

Tráiler:

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Ficha técnica:

The Crucifixion ,  Reino Unido, 2017.

Dirección: Xavier Gens
Duración: 90 minutos minutos
Guion: Carey Hayes, Chad Hayes
Producción: Motion Picture Capital / Premiere Picture / The Safran Company
Fotografía: Daniel Aranyó
Música: David Julyan
Reparto: Sophie Cookson, Corneliu Ulici, Brittany Ashworth, Matthew Zajac, Diana Vladu, Florian Voicu, Radu Bânzaru, Javier Botet, Olivia Nita, Alexis Rodney, Iván González, Radu Andrei Micu, Emil Mandanac

Una respuesta a «The Crucifixion»

  1. Diría que falta decir, para la versión original, que todos viven anclados prácticamente en el medievo, pero sin embargo hasta el campesino más marginado habla perfecto inglés con la periodista americana. Para mí este hecho hace que la película sea aún más inverosímil y ridícula, el resto de tópicos y clichés es algo que al final una se espera, pero este tema es la gota que colmó el vaso.

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