Festivales 

BAFICI 2022 – Competencia Argentina

La 23ª edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente tuvo lugar entre el 19 de abril y el 1º de mayo del corriente año, en un contexto de mayor presencialidad, lo que permitió el regreso a las salas de cine para disfrutar de la extensa programación: 290 películas, de las cuales 223 pudieron verse online, a fin de habilitar una mayor participación de los espectadores a lo largo del país.

La presencialidad posibilitó el uso de algunas de las salas de cine más emblemáticas de la ciudad, que siguen resistiendo al paso del tiempo, como el Multiplex Monumental Lavalle, el Cine Lorca y el Cine Cosmos, el Gaumont y la Sala Leopoldo Lugones. Junto a una decisión tan certera y evocativa, la sede principal del Bafici se mudó a uno de los centros culturales más importantes de la ciudad, el Teatro General San Martín.

A diferencia de ediciones anteriores, que contaba con la Competencia de Cine Latinoamericano, este año se dispuso volver a las tres competencias tradicionales: Internacional, Argentina y Vanguardia y Género que, sin duda, dejó un lugar vacío y esperado para quienes valoramos el cine de América Latina.

La apertura del festival comenzó con la proyección de Pequeña Flor, del realizador argentino Santiago Mitre (El estudiante, La cordillera, La patota), seguida del cortometraje Ahora ya sé dónde encontrarte, de Diego Berakha. Paralelamente, en el Anfiteatro del Parque Centenario se realizó la apertura del Baficito con El ascenso y caída del chop chop show, de Diego Labat.

La apertura

 

Pequeña Flor, la película de Santiago Mitre que abrió el Festival, se inspiró en el libro homónimo de Iosi Havillo y fue adaptada por Mitre y Mariano Llinás. Protagonizada por el actor uruguayo Daniel Hendler y la actriz francesa Vimal Pons, a quien tuvimos la oportunidad de entrevistar durante el festival, la propuesta nos ofrece una comedia negra que dialoga con varios géneros y se aleja del formato de sus películas anteriores, pero no del espíritu independiente, versátil y ecléctico que caracteriza la programación del Bafici.

Pequeña flor

José (Hendler) es un dibujante que se trasladó al interior de Francia contratado por un empresa, junto a su pareja, Lucie (Pons), con quien recientemente han tenido una hija, y con la que ella no logra conectarse del todo en su rol de madre. Junto a su casa, su vecino es un excéntrico bon vivant (Melvil Poupaud) que le pondrá un poco de ritmo jazzero y sofisticación a la rutina diaria que va sumergiendo a la pareja.

Relatada en off por quien será el asesinado en las próximas escenas, la película comienza a mostrar sus múltiples facetas. Al tiempo que responde a ciertos tópicos de la comedia de rematrimonio, como definió Stanley Cavell, la trama toma un giro inesperado cuando el vecino asesinado vuelve a la vida al día siguiente y todo se repite con la misma naturalidad y violencia que el día anterior, pero con un nuevo método para matarlo, como si se tratara de un juego de prueba y error, en el que va in crescendo lo grotesco de la situación.

La incomunicación es otro de los ejes que dificulta los vínculos y aleja sentimentalmente a sus protagonistas, a quienes escuchamos hablar mitad en francés y mitad en castellano. Mientras José se muestra tranquilo, paciente e introspectivo, Lucie es verborrágica, intensa y apasionada. Ambos, buscarán escapar de lo que eran, revertir sus roles e ir en busca de estímulos que cambien su presente y los conecte desde otro lugar.

Como expresó Javier Porta Fouz, el director del festival durante la conferencia de prensa, Pequeña Flor es “salvaje, divertida y feroz”, adjetivos que funcionan para un director como Santiago Mitre, que comenzó su carrera en el Bafici. Con muy buenas interpretaciones, la historia de amor que atraviesa el relato halló en el sentido del humor, como en lo fantástico e incomprensible, la estimulación necesaria para redescubrirse como pareja y ser ellos mismos.

A fin con el tono y fusión de géneros que nos ofreció la película de apertura, la programación seleccionada para la Competencia Argentina se destacó por la diversidad temática y formal de películas, muy distintas entre sí, que oscilaron entre la ficción y el documental, de la mano de los cineastas habituales del festival, como el talentoso y creativo Raúl Perrone, Gastón Solnicki, Johnatan Perel, Víctor Cruz o Diego Levy. Junto a ellos, las nuevas voces y miradas de los realizadores y realizadoras que debutan con sus primeras películas completaron la muestra.

 

Reseñas

 

Sean eternxs, de Raúl Perrone (Argentina, 2022)

Sean eternxs

Cada estreno cinematográfico de Raúl Perrone, nuestro cineasta independiente por excelencia, es una invitación a (re)descubrir nuevas formas de experimentar con la imagen y el sonido, como también de reafirmar que otro cine es posible y no está agotado como arte, al contrario, sigue siendo un campo fértil para narrar historias y registrar la realidad como cronista de su tiempo. El cineasta de Ituzaingó vuelve a la gran pantalla con Sean Eternxs, una maravillosa película y, sin duda, la mejor de la competencia argentina, que navega por la incertidumbre que depara el porvenir para algunos jóvenes del conurbano, en este caso, los pibes y pibas de su localidad, que cargan con las marcas de las falencias, la estigmatización social y el desamor. Ellos y ellas enfrentan el tiempo que se diluye en el sinsentido, pero también reflejan el disfrute que sienten en los bellos momentos, porque también los hay, junto a amigos y amigas, en las calles, en una heladería o en un cine de Ituzaingó.

El polideportivo del barrio abre sus puertas durante las vacaciones de verano, los micros llegan y los jóvenes colman el lugar. A partir de allí fluyen las imágenes que se componen de instantes lúdicos y placenteros de cara al sol, donde los vemos nadar en la pileta, practicar deportes, divertirse o, simplemente, charlar y fumar tirados sobre el pasto. El efecto de la armoniosa placidez se contrapone con la carga de violencia y privaciones que narra uno de los pibes en off –uno de esos mismos protagonistas, cualquiera sea, que haya en ese espacio de encuentro– y la contención de la que carecen en su hogar. Entre lo que se escucha y lo que se ve, la imagen cobra un nuevo sentido y multiplica su efecto sobre lo bello, pero también sobre la carencia. El uso del fuera de campo funciona maravillosamente, dialoga con el cuadro, lo resignifica y estimula al espectador en diversas direcciones. De esa manera, la fusión entre los sonidos y la imagen es una suerte de comunión que estará presente a lo largo del relato.

La música también juega un rol fundamental, una característica que se destaca en todas sus películas, pero esta vez la banda sonora se orienta hacia composiciones más clásicas que le aportan un tono poético y nostálgico a imágenes elaboradas con una estilizada fotografía en blanco y negro. Su efecto, no solo nos atraviesa y emociona, sino que juega a interpelarnos con un resultado mayor que el buscado en muchos documentales sociales y políticos. Impulsado por una constante necesidad de renovación y búsqueda de nuevos significados, el gran trabajo de edición combina todos los elementos audiovisuales que llevan al espectador a una experiencia sensorial.

La cita de Yo, un negro, de Jean Rouch, el tremendo blues interpretado por una joven frente a sus vecinos, el show de un joven con su guitarra eléctrica tocando una nueva versión del himno nacional o las burbujas del agua bañando los cuerpos de los jóvenes son algunas de las instancias que rescato. Lo maravilloso de Sean Eterxs no solo es debido a cómo Perrone potencia el lenguaje y la experimentación formal ante la realidad que transmite o en la manera de conectarnos con las experiencias dolorosas de los pibes y pibas, que duelen menos al ser compartidas o acompañadas de una murga que enciende la noche y da color a las imágenes, sino también por dar luz y voz a quienes luchan a diario y buscan en esas instancias de felicidad una bocanada de aire que los impulsa a seguir, aunque no importe hacia dónde.


 

Julia no te cases, de Pablo Levy (Argentina, 2022)

Julia, no te cases

La exploración de los lazos familiares y los vínculos afectivos es un tema recurrente en la filmografía de Pablo Levy, quien junto a su hermano Diego, exhibió en pasadas ediciones del Bafici: All inclusive, Masterplan, Novias, madrinas, 15 años. Esta vez en solitario, Pablo construye un documental sobre su madre Julia, indagando en el rol de la mujer, en el significado del matrimonio, la familia, los deseos postergados, las imposiciones sociales y el atreverse a ser libre, a pesar de todo.

Compuesta por un gran archivo de fotos familiares y filmaciones caseras de toda su vida, las imágenes se completan con los audios en off de las conversaciones que mantuvo con su madre, sin que ella sepa el verdadero propósito de esas charlas. En sus declaraciones, confesó las contradicciones del amor de pareja frente a las aspiraciones personales; la desilusión de lo que significó el matrimonio, al tiempo que añoraba ser madre, siendo el estado de felicidad más pleno que halló en su vida.

Bajo el formato de un diario íntimo, el documental se nutre de pocos elementos formales y herramientas discursivas, a través de las cuales recorre la vida entera de su familia, de la que el realizador forma parte y, ahora, se vuelve un testigo de aquello que, tal vez, se dispone a comprender de otra manera. Confesiones, secretos y sentimientos encontrados forman parte de las elecciones y de los actos que se ponen en juego a la hora de definir lo que elegimos afrontar, como en la escena de Los puentes de Madison (que se inserta en el documental), en la que Meryl Streep debe tomar la difícil decisión de dejar a su marido para irse con su verdadero amor.

En Julia no te cases, título que responde a la frase que la abuela de Pablo Levy le dijo a su madre siendo joven, el pasado y el presente dialogan exponiendo la intimidad y los deseos de una mujer que, como muchas otras de su misma generación, actuaron según lo esperable y se adaptan, en mayor o menor medida, a los condicionamientos que impidieron abrir esa puerta que daba curso a su libertad.


 

Después de Catán, de Víctor Cruz (Argentina, 2022)

Después de Catán

La película se presenta a sí misma como un ensayo cinematográfico, una clasificación que se destacó por su carácter reflexivo, a través del cual, el realizador indaga cuáles fueron los motivos de no poder concluir un documental que comenzó en 2012, sobre la contaminación ambiental en la localidad bonaerense de González Catán.

A diferencia de sus películas anteriores, Boxing Club, Taranto, Dorados 50, ¡Qué vivas 100 años!, el uso de la voz en off guía el relato hacia una zona más intimista y personal que comienza en una ciudad de China durante el 2019, en la que se vive a un ritmo frenético. Esa fugacidad temporal lleva a descartar todo aquello que no sigue ese ritmo y deviene en basura; y la basura se oculta y se olvida, como sucede a miles de kilómetros en la localidad bonaerense de González Catán, una zona contaminada tras décadas de acumulación y mal manejo de los residuos sólidos que se vuelcan en la zona, en manos del Ceamse. A través de entrevistas realizadas a la gente de la zona, se alertaba sobre las enfermedades y las muertes producidas por la contaminación. Cuando Cruz retoma el documental en 2018, compara la situación actual y nada ha mejorado, a pesar de la lucha sostenida de los vecinos. “La basura es sinónimo de mercancía y lo que cambia es su valor –comenta el realizador–. La basura son despojos como los despojos de mis películas”.

Cruz es un gran defensor del medio ambiente y la ecología, como demostró claramente en Taranto, de la que se ven imágenes al inicio de la película, sin embargo, el ensayo tomó algunos desvíos en relación al tema ambiental. Uno de ellos fue la referencia a un corto de Alberto Fisherman que se inserta en la película, codiciado por otros coleccionistas, como Fernando Martín Peña, con quien Cruz tuvo un intercambio de palabras. El otro desvío está asociado al rumbo que va tomando el relato, al ganar espacio los planteos existenciales sobre su profesión y la importancia de documentar la realidad, la cual parece, según Cruz, “que a mucha gente parece no importarle nada y le restan valor, como si fuera una basura”. Esta dura comparación va impregnando la película de un tono nostálgico e introspectivo. ¿Da lo mismo registrar o no la realidad con el fin de aportar algo para cambiarla?, una pregunta que sobrevuela a lo largo de la película y da cita al título de un film de Jonas Mekas “As I was moving ahead occasionally I saw brief glimpes of beauty” (2000) que significa “En el camino, de cuando en cuando, vislumbré breves momentos de belleza”.

Si bien los planteos son interesantes e invitan a abrir un debate al respecto, el tema central sobre la basura y el desastre ambiental que abandonó allá, por 2012, sigue quedando inconcluso, porque Después de Catán se transforma en una reflexión sobre el cine y su rol como cineasta.


 

Camuflaje, de Jonathan Perel (Argentina, 2022)

Camuflaje

El director de 17 Monumentos (2012) y Responsabilidad empresarial (2021), premiado como Mejor Director de la Competencia Argentina en el Bafici 2021, vuelve a tratar distintos hechos relacionados con la etapa más oscura de la historia argentina: la dictadura cívico-militar durante los años 1976-1983.

En esta oportunidad, la historia gira en torno del escritor Félix Bruzzone, quien asume el papel de un corredor obsesionado con Campo de Mayo, la unidad militar más grande de la Argentina, ubicada en la Provincia de Buenos Aires, y el sitio donde desapareció su madre, en 1976. Félix creció lleno de preguntas y decidió ir en busca de respuestas que le permitan rearmar su vida y comprender el pasado. A través de un recorrido por el lugar, donde mantiene distintas conversaciones con personas de la zona, nos adentramos en el interior de un espacio inquietante y, a la vez, dotado de belleza natural, en una suerte de exploración y revisionismo histórico.

A diferencia de las películas anteriores, donde Perel se destacaba por un estilo narrativo minimalista, de escasos elementos y un uso reiterado del plano fijo que invitaba a contemplar las imágenes, en Camuflaje todo es movimiento, un constante devenir del protagonista, que no para de correr por los alrededores de Campo de Mayo. Félix corre en busca de cierta reparación, aunque ahora encuentre los restos de lo que fue ese espacio en los setenta. Estar allí parece acercarlo, aunque más no sea, a su madre, detenida y desaparecida cuando él tenía apenas tres meses. Félix vive con su familia a pocas cuadras de ese lugar enigmático, que alberga, además de la escuela militar y el hospital, una reserva ecológica, un río y los vestigios de uno de los mayores centros de detención clandestino que funcionaba en ese predio, más conocido como El Campito, señalado con un cartel junto a los pilares de “Memoria, Verdad y Justicia”.

Más que insistir en la mirada detenida sobre un mismo lugar, Perel invita al espectador a recorrer la inmensidad de un espacio lleno de preguntas, secretos y vigilancia. De día, los autos pueden atravesarlo, y de noche, el ejército lo cierra. Un sitio camuflado, que algunos conocen, otros niegan, descreen o no les interesa lo que sucedió allí durante la dictadura, como vemos reflejado en los distintos testimonios y actitudes sobre el lugar.

Algunos dicen que correr es escapar, puede haber algo de cierto en eso, pero en este caso, Félix corre de cara a una historia siniestra que decide enfrentar más allá del dolor y la impotencia de la pérdida, y Perel da cuenta de la ambigüedad y la multiplicidad de significados que puede tener un lugar para la sociedad a través del tiempo. Frente a la fragilidad de la memoria, el negacionismo o el desinterés, Camuflaje vuelve a visibilizar un lugar colmado de muerte y oscuridad.


 

El monte, de Sebastián Caulier (Argentina, 2022, 87)

El monte

Entre las ficciones que ofrece el documental El monte, de Sebastián Culler, es un propuesta que fusiona varios géneros, a través de los cuales desarrolla una historia que hace referencia a leyendas nativas, a los vínculos familiares y a la sabiduría de la naturaleza del monte formoseño.

Desde el inicio, la voz en off de una mujer narra el poder de ese monte que habla a través del viento y solo es escuchado por quienes él elige. Hasta ese lugar llega un joven (Juan Barberini) a visitar a su padre (Gustavo Garzón), quien ha decidido dejarlo todo y radicarse allí. No solo dejó su casa y el consultorio donde ejercía como médico, sino que se alejó de los vínculos y de todo lo material. Preocupado por el estado de abandono y la pérdida de memoria que va notando en su padre, intentará sacarlo de allí y llevarlo a la ciudad. Sin embargo, la experiencia de los días que comparten en el lugar, el espacio de reencuentro, que forman como padre e hijo, más el hallazgo que va descubriendo en ese monte encantado, cambiarán el rumbo de las cosas y de la percepción sobre la naturaleza.

El relato fantástico se abre paso para dejar al descubierto la dificultad de vincularse y los deseos individuales de cómo querer vivir. Con muy buenas interpretaciones y un acertado manejo de la tensión, Culler da libertad a sus personajes y los enfrenta a sus propios designios. El monte propone un espacio enigmático y mágico, donde la fuerza de la naturaleza es la principal protagonista.


 

Paula, de Florencia Wehbe (Argentina/Italia, 2022)

Paula

Luego de Mañana tal vez (2020), la realizadora cordobesa Florencia Wehbe presentó la película junto a su equipo y ante la sala colmada del Multiplex Lavalle. En Paula ofrece una mirada cercana y sensible sobre los conflictos en el mundo adolescente en relación con el cuerpo, la aceptación y el poder de la imagen en la etapa de crecimiento.

Paula (Lucía Castro) está en tercer año, vive con sus padres, su hermana mayor y está a meses de cumplir sus 15 años. Junto a su grupo de amigas fuman a escondidas, se intercambian ropa, hablan de chicos y van a las fiestas de quince que comenzaron a tener. Pero a diferencia de sus amigas, su madre y su hermana, Paula tiene problemas de sobrepeso y el intercambio de ropa o el chico que le gusta se vuelven un problema frente a su imagen. Ante la necesidad de no diferenciarse, Paula se anota en las aplicaciones que ayudan a bajar de peso en tiempo récord, sin medir las consecuencias. Todo sea para llegar espléndida a su festejo de cumpleaños e igualarse a las demás.

La imposición que ejerce la mirada de los otros, los condicionamientos sociales, la dificultad de ser aceptada tal cual se es, como el rol de los padres frente a una hija que no perciben del todo, forman parte de los conflictos que transita la protagonista, en una película que responde a las historias enmarcadas en el coming of age, donde el atravesar una crisis es parte del crecimiento y la maduración. En ese camino, la contención en los planos donde aparece Paula muestran a una realizadora empática y cercana a su protagonista.

Dedicada a todas las Paulas, como se anuncia en los créditos, la película responde muy bien a una de las características del llamado cine cordobés, el cual acostumbra a reflejar temas contemporáneos que transitan los jóvenes y adolescentes en el marco de un presente competitivo, desigual y adicto a las imágenes inalcanzables.


 

El campo luminoso, de Cristian Pauls (Argentina, 2022)

El campo luminoso

Podemos plantear que el documental del guionista y cineasta Cristian Pauls (Ojos del cielo, La noble igualdad, La patria y Tiburcio) tiene una clara orientación etnográfica, pero, al mismo tiempo, es una muestra de cine dentro del cine que une espacios de tiempos bajo un mismo objetivo: conocer la comunidad indígena de los Pilagá en el chaco formoseño.

Los archivos hallados sobre la expedición encabezada por el científico sueco Gustav Emil Haeger hacia Formosa en 1920 contó con un registro fotográfico impecable y uno de los primeros antecedentes fílmicos que dieron vida al documental Tras los senderos indios del Río Pilcomayo, reeditado en 1947. Asimismo, el diario de viaje escrito por Haeger, es leído en off en su lengua original, para servir de guía en “la nueva expedición” que da origen a la película. A más de cien años de aquella travesía, las filmaciones y las fotografías halladas tendrán su correlato en el presente.

A partir de entonces, comienza un largo y minucioso viaje, en el que se intercalan las imágenes del pasado junto a los hallazgos que van encontrando en el camino, que los conduce hasta los descendientes de los Pilagá, con quienes conversarán e intentarán aprender su lengua. Pauls interviene conversando con ellos y también con una lingüista, sobre las particularidades de la lengua mataco-guaicurú hablada por los indígenas Pilagá, quien destaca la importancia de la lengua como identidad de cada pueblo nativo, los cuales han sufrido la imposición del lenguaje español al ser evangelizados.

Mientras escuchamos en off cómo planifica el documental que vemos hacerse, Pauls se aleja de los convencionalismos del género y pone en diálogo las muestras del pasado con los registros que toma del presente de una población escasamente poblada, en la que algunos se enfrentan al sometimiento, defienden su lengua y se aferran al poco territorio que les dejaron.


 

El Nacional, de Alejandro Hartmann (Argentina, 2022, 80)

El Nacional

Dentro del ámbito educativo, referirse a “El Nacional” es hablar del Colegio Nacional de Buenos Aires, una de las instituciones más prestigiosas, contradictorias, elitistas y emblemáticas del país. Desde sus aulas, han egresado presidentes, políticos, profesionales y artistas, como Alejandro Hartmann, ex alumno y director de la serie Carmel: ¿Quién mató a María Marta? como también de las películas Autopista Central, Reset y El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas, exhibida en otra sección del festival.

Rodada en 2018, mientras el hijo de Harmann cursaba allí el UPD (último primer día), varios acontecimientos del ámbito social, político y académico repercuten en el colegio. La aprobación de la ley del aborto, el cambio en el rectorado a cargo del “controversial” Gustavo Sorosoli y el empoderamiento femenino formarán los ejes que guiará el documental.

A fin de enfatizar la observación e insertarse entre los estudiantes, los pasillos, las tomas y las aulas, la cámara participa sin intervenir, registrando los acontecimientos con naturalidad y fluidez. El objetivo es dar cuenta de hasta dónde uno de los colegios catalogados de “progresistas”, que cuenta con el mejor nivel de profesores y enseñanza, resulta, en palabras de los estudiantes, un lugar poco inclusivo, jerárquico y antipopular, entre otras cuestiones que invitan a realizar modificaciones acordes al cambio de paradigmas y amplitud de derechos que se fueron gestando en la sociedad.

El registro de la resistencia contra a las estructuras clásicas que intentan sostenerse será una de los aspectos que más se destacan en el documental. El Nacional no brinda las respuestas que los alumnos proclaman, más bien escucha, se acerca, toma distancia y expone las voces y los cuerpos de los pibes y pibas que militan por lo que creen.


 

Amancay, de Máximo Ciambella (Argentina, 2002)

Amancay

La llaman Pity. Ella ensaya como actriz, piensa en la madre que no fue, calza un zapato más grande, pero no ensaya su rol de amiga. Él anda sin rumbo, huye de los compromisos, indaga sobre su infancia, atesora al padre, pero ante todo, es amigo de ella. La amistad, las vivencias compartidas, la sexualidad, el amor y la noche que acoge a los jóvenes en una ciudad tan presente como ellos son los temas que dan lugar a la primera película en solitario de Máximo Ciambella, luego de El árbol negro, codirigida junto a Damián Coluccio.

Pity y su amigo salen, se encuentran en bares, charlan, fuman, asisten a una clase de baile, intercambian ideas y hasta comparten el juego de la copa. También se ven con otros amigos y amigas con los que se muestran auténticos, libres y presos de ellos mismos, todo el tiempo. La cámara funciona como un cronista de sus vidas, sin otra intención más que acompañarlos en su devenir.

El registro en blanco y negro aporta cierto preciosismo visual a las imágenes de una ciudad que acoge a sus criaturas y las suelta en la noche que se abre paso. Bajo ese cuidado estético, Ciambella construye, con fluidez, una película pequeña, con historias simples y cotidianas, sin otra intencionalidad más que esa.


 

A Little Love Package, de Gastón Solnicki (Austria/Argentina, 2022)

A Little Love Package

El director de Suden, Papirosen e Introduzione all´oscuro presenta una película singular, en la que combina el aspecto narrativo con el ensayístico.

Rodada en Suiza, donde reside, los diferentes planos fijos con los que elige iniciar la película nos llevarán a comparar el cambio que sufrieron los cafés vieneses ante la prohibición de fumar en 2019, una ley que modificó radicalmente el sentido de reunirse junto a otros en el bar. Lo que responde a una sucesión de imágenes de distintas personas en soledad, ejerciendo su ocupación sin la festividad anterior a la prohibición.

Luego, una voz en off participa a lo largo del relato presentando y uniendo imágenes que parecen inconexas. Esa voz, de origen latino, desentona con la imagen, pero nos presenta a las dos mujeres que protagonizan una historia libre y experimental. Ambas deambulan por la ciudad, una es Angeliki (Angeliki Papoulia, la actriz preferida del cineasta griego Yorgos Lanthimos), que busca un departamento para mudarse con su hija, y la otra es Carmen (Carmen Chaplin, nieta de Charles Chaplin), quien se ocupa de orientarla según sus gustos y preferencias. También nos enteramos que se han vuelto confidentes y que comparten sus secretos, mientras la música clásica armoniza los espacios y enfatiza la belleza compositiva de las imágenes

De la búsqueda de un hogar, el foco girará en torno a Carmen, quien deberá viajar a visitar a su padre enfermo y al cuidado de sus hermanas, a las que ella ayuda económicamente. Su llegada no hace más que incentivar los reproches y los saldos pendientes de ese reencuentro, que también se volverá una despedida.

A Litte Love Package se aleja del cine narrativo convencional, ofreciéndonos un ensayo audiovisual con acciones mínimas que se hilvanan a través de un sólido lenguaje narrativo. Solinicki elabora su micromundo cinematográfico compuesto siempre de música, pasajes urbanos, refinamiento, pianos, seres de distintas procedencias, al mejor estilo Jarmusch, y bares, donde se fuma.


 

Smog en tu corazón, de Lucía Seles (Argentina, 2022)

Smog en tu corazón

Entre las comedias de la Competencia, Smog en tu corazón no solo intenta acercarse a una forma paródica de asumir el humor, sino que es la primera entrega de una trilogía que exhibe el resto de sus capítulos en otra sección del Bafici.

Un complejo de tenis es el espacio donde se desarrolla “una historia” que reúne al administrador del lugar con sus empleados, y una tenista sin nombre que se autodefine de esa manera. Mientras vamos conociendo sus particularidades, en la pantalla se inserta el off que escuchamos de uno de ellos, en un lenguaje inventado que se vuelca a una libreta e intenta ser un libro.

Smog en tu corazón intenta hacer bandera del sinsentido y del absurdo, donde ya no importa preguntarnos qué estamos viendo, porque la película no propone un análisis, sino más el dejarse llevar por los efectos de la reiteración de los diálogos, las obsesiones de sus protagonistas como de la anomalía de sus comportamientos.

Lucía Seles crea un micromundo libre, anárquico y diferente a todas las propuestas de la competencia, que apela, a lo largo del relato, a desestructurar todo intento y similitud de coherencia y corrección sobre las formas y la complejidad narrativa del cine políticamente correcto.


 

El contexto de pandemia inspiró a muchos realizadores a reflexionar sobre un tema que modificó la experiencia en el mundo. El cine más reciente se ha nutrido de muchas películas que brindan su mirada sobre el aislamiento, los contagios, la negación a las vacunas y las pérdidas humanas que dejó tras su paso. Algunas propuestas de la Competencia Argentina lo hicieron desde la ficción con La edad media, de Alejo Moguillansky y Luciana Acuña, y el documental El Futuro, de Ulises Rosell.

 

El Futuro, de Ulises Rosell (Argentina, 2022)

El futuro

La nueva película de Ulises Rosell se aleja del retrato individual, como hizo en El etnográfo (2012), sobre el rol del antropólogo inglés John Palmer con los wichis, o en López (2021), sobre el trabajo y trayectoria del fotógrafo Marcos López, para ofrecernos un documental observacional de carácter colectivo que da testimonio sobre cómo se transitó la pandemia en diversas regiones y sectores sociales de nuestro país.

Compuesta por varias historias, El Futuro permite visibilizar la labor del personal de la salud como de las dificultades en el interior de los hospitales; de los protocolos organizados en los centros de transbordo como Constitución; también de la vivencia de los cartoneros que sobreviven más allá de la pandemia y de las marchas opositoras de los porteños con sus cacerolas y bocinazos alrededor del obelisco. También registra, en Ushuaia, las complicaciones en el sistema sanitario y la experiencia de los trabajadores de los cementerios; para finalizar en el Chaco profundo, donde las comunidades aborígenes ofrecen una mirada distinta sobre el covid y la vacunación.

En un constante fluir de imágenes y con un riguroso trabajo de fotografía, el documental permite demostrar en qué medida la pandemia profundizó temas como la desigualdad social, la falta de presupuesto en la salud pública, el desempleo, la oposición política y el oportunismo de algunos sectores. Si bien la duración de las historias no es pareja, ya que varían en función de aquello que se quiere expresar con mayor claridad, en otras, solo se limita a guiar la mirada del espectador sobre los detalles y actitudes que reflejan el comportamiento y el perfil social.

Sin ningún tipo de intervención, Rosell observa los hechos de forma cercana y vivencial, bajo un formato que, no solo lo identifica, sino que le permite captar situaciones espontáneas de forma más natural, como si la cámara no estuviese presente. El futuro intenta demostrar cómo el flagelo de la pandemia atacó por igual, sin distinción de clase, creencia, e ideología, extrayendo lo mejor y lo peor de nosotros mismos.


 

La edad media, de Alejo Moguillansky y Luciana Acuña (Argentina 2022, 90)

La edad media

El estado de confinamiento fue una experiencia inusual que algunos sobrellevaron mejor que otros, es el caso de la familia protagonista de la nueva película codirigida e interpretada por el director Alejo Moguillansky (El escarabajo de oro, La vendedora de fósforos y Por el dinero) junto a su esposa y coreógrafa, Luciana Acuña, y su hija, Cleo Moguillansky, en clave de comedia.

Narrada en off bajo el punto de vista de Cleo, una niña preadolescente que sigue sus clases de colegio online y ama todo lo relacionado con la luna, se va reflejando el interior caótico de un hogar alterado por el encierro y los días de convivencia. Ante la imposibilidad de revertir el presente y la necesidad de reinventarse, comienza a ser inevitable la crisis que enfrenta el matrimonio de artistas ante la falta de productividad, la dificultad de sostener los trabajos y la adaptación a la nueva virtualidad. Mientras la tensión aumenta, Cleo, junto a su perra Juana, buscará pasarla mejor y, de espaldas a sus padres, planificará comprarse el telescopio que vio publicado, con la ayuda de un motoquero que va a su casa.

Con instancias coreográficas de la mano de Acuña, lecturas en voz alta de Esperando a Godot, de Beckett, la dupla de directores logran sostener una comedia que fluye con naturalidad y se codea con cierta puesta teatral. Con buenas interpretaciones, La edad media ofrece una mirada positiva frente a la crisis que atravesamos, al ser tomada como una oportunidad de cambiar y redescubrirse.

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