Críticas
Crash
La casa al final de la curva
Sharp Corner. Jason Buxton. Canadá, 2024.
La crisis matrimonial, la repulsa con uno mismo, la devastación de la autoestima por el complejo de inferioridad, el fracaso en las expectativas laborales, las negligencias como padre y la conformidad social, son algunos de los temas que se abordan en este ejercicio de suspense psicológico bastante perturbador y tremendamente inquietante. Se trata de un turbio drama que penetra en el carácter y personalidad de un individuo asolado por la mediocridad y buscando su sitio en el mundo. Un cambio de vivienda y su correspondiente mudanza y el atractivo paraje que rodea su nueva casa, al borde una carretera y en medio de un trazado peligroso y vertiginoso, ofrecen las claves insólitas para que el principal personaje masculino de esta obra encuentre aquello que le hace feliz y le motive para seguir adelante.
La casa al final de la curva (Sharp Corner, Canadá, 2024), de Jason Buxton, es una inquietante y peliaguda desdicha de profundo dolor sobre un individuo que desarrolla una obsesiva patología acerca de socorrer a la gente accidentada delante de su domicilio, situado a las afueras de una ciudad y colocada en un lugar poco deseable para fomentar la convivencia y los rigores familiares.
Josh (Ben Foster) vive junto a su mujer Rachel (Cobie Smulders) y su hijo en común un momento de triunfo fabuloso acompasado de una existencia de persuadido entusiasmo. El motivo de la felicidad conquistada con esfuerzo se debe a la compra de un hogar nuevo. Este hito, en una ubicación complicada y lejos del mundanal ruido es una de las grandes metas de la clase media alta. Un lugar ideal, de ensueño, para culminar los requisitos ortodoxos del pilar fundamental de la familia.
La pareja representa a ese grupo social satisfecho que tras años codo a codo ahorrando dan un salto cualitativo y emprenden una nueva etapa en su trayectoria que confirma un estatus deseado y que propicie el reconocimiento de sus amigos.
Josh y Rachel tienen buenos trabajos y toman la decisión de aprovechar una oferta sobre la que creen la casa perfecta en medio del campo cuyo precio de venta es muy ventajoso. Cuando oímos que lo barato es caro porque adquirimos un inmueble por un costo por debajo del mercado inmobiliario y sobrevienen un montón de terribles calamidades, a veces relacionadas con casas encantadas o embrujadas, es un axioma muy ajustado porque define los sobresaltos que se van a producir desde los primeros compases de la acción y que van a estropear los planes iniciales del matrimonio.
Para empezar el descenso a los infierno, la primera noche, tras terminar el ajetreo del traslado de las pertenencias y después de mandar al niño a la cama, los personajes se sienten cómodos y orgullosos. Una situación de plenitud que les empuja a hacer el amor con ganas y pasión en el suelo del salón. La excitación es mutua y en el ardor desprejuiciado, ella toma la iniciativa y se pone encima de él para manejar el ritmo y el placer. Al punto de alcanzar el clímax, oímos el rumor de fondo de un coche circulando a alta velocidad y tomando la enrevesada curva con descuido. El vehículo se estrella contra un árbol y del furioso impacto una de las ruedas delanteras se desprende de su eje y entra con inusitada violencia por el cristal del salón asustando de muerte a la pareja y dejando su acto en un nivel secundario. El shock es tremendo y el impacto emocional es brutal.
Este hecho dramático se había repetido en el pasado y va a alterar el equilibrio de Josh y Rachel. La mujer, muy perspicaz, más madura que su cónyuge, lo vincula, sin equivocación, con el generoso descuento en la compra/venta de la casa, ocultado por la agente de la gestión.
El diseño de sonido es un factor muy importante en la película. El rugido de los motores y la escalofriante acústica de una frenada a destiempo provocan tensión y temor. Este adrenalítico golpe deja a Josh conmocionado. El grave incidente, de secuelas trágicas, y la imposibilidad del propietario de la vivienda de socorrer a los accidentados, le provoca un socavón horrible y un trauma inmanejable. A partir de aquí tiene una fijación enfermiza por el papel de sanador.
La película da un viraje de guion y de tono. Se impone el tremendismo y el relato se trasviste de incertidumbre y locura y adquiere un toque terrorífico semejante, salvando las distancias, a una de las novelas o cuentos de Stephen King. Cercana, si me lo permitís el atrevimiento, a Cementerio de animales (Pet sematary, 1989, USA), de Mary Lambert, pero desde una óptica más cercana a los desarreglos del ser humano y los avatares incontrolables de la mente.
Esa primera colisión y sus sangrientas consecuencias dejan Josh trastornado. Se transforma en un ser nihilista, despreocupado en el trabajo y desatiende a su mujer. Sus sentimientos se opacan y comienza a vivir al límite, en un estado desmadejado. Se construye una existencia paralela asociada al quehacer de los paramédicos.
Su grado de deterioro y neurosis es incomprensible. Entra en barrena, se desquicia y echa por tierra todo. La forma de expresar su patología confusa es mostrada con un estilo delirante y arrebatado, cercano a la locura, en plan traumático, como algunos de las vulnerables criaturas inconsolables de Edgar Allan Poe.
En este aspecto, la película es espeluznante y sobrecogedora. Qué manera de tirar al desagüe su porvenir, fulminar su matrimonio, alejarse se su hijo y comprometerse a ser un salvador en busca de su redención.
Me ha parecido un título que te pellizca. La encuentro referenciada a otros filmes con los que puede dialogar y entablar un cara a cara. Me estoy acordando ahora de un largometraje de producción norteamericana que me dejó fulminado, Casa de arena y niebla (House of Sand and Fog, 2003, USA), de Vadim Perelman.
No podía faltar la música tenebrista a cargo de Stephen McKeon y una muy aceptable fotografía del operador Guy Godfree, con una tonalidad de colores muy adecuados para retratar la atmósfera malsana y perturbada que vive el desnortado (o no), Josh, tan preocupado por lo inmediato y tan despreocupado de lo general. Por cierto, Ben Foster está genial, en su rol de ángel salvador. Aunque su personaje carece de toda empatía.
Tráiler de la película:
Ficha técnica:
La casa al final de la curva (Sharp Corner), Canadá, 2024.Dirección: Jason Buxton
Duración: 110 minutos
Guion: Jason Buxton
Producción: Coproducción Canadá-Irlanda; Alcina Pictures, Shut up & Colour Pictures, Workhorse Pictures, Vertical Entertainment
Fotografía: Guy Godfree
Música: Stephen McKeon
Reparto: Ben Foster, Cobie Smulders, Gavin Drea, William Kosovic, Alexandra Castillo, Reid Price, Julia Dyan y Jonathan Walton