Críticas
Un lugar en ninguna parte
La buena suerte
Gracia Querejeta. España, 2025.
Gracia Querejeta, hija del mítico productor de cine Elías Querejeta, considerado uno de los grandes nombres de la cinematografía española, gran renovador del cine español e impulsor artístico de la carrera de consagradas firmas de nuestro cine, mantiene el gusto por el cine. Su actividad como narradora no decae, sigue siendo meticulosa, sencilla, emotiva y pulcra. Gracia posee una elegante y sensitiva voz autoral, cuya humildad parece más ocultarse que revelarse. Pero en el interior, en el armazón nuclear de sus relatos resuena un eco humano tangible y una serena profundidad para merodear aspectos humanos y estratos actuales. Es una mujer realizadora que capta con tacto y al vuelo las esencias vitales y las circunstancias de la vida. Me gusta su sencillez en el trazo, sus puestas en escena elocuentes y sólidas, y su manera de mirar lo que nos rodea, siempre atenta a las constantes motoras de sus personajes. Propone historias de a pie, de las que interesan. La cineasta madrileña sigue en la brecha, sin perder un ápice su estilo transparente y buscando, a veces, en las cosas pequeñas, un punto de partida para lanzarse por el camino creativo.
Su interés por los asuntos mundanos que atañen y afectan a la gente de paso o aferradas a unas raíces, están muy presentes en su último y sugerente trabajo, La buena suerte (2024, España), que nos trae a la observadora que lleva dentro Gracia Querejeta que se sirve, a su vez, de un maravilloso y espinoso texto homónimo de la novelista Rosa Montero. La película se presentó en la 28 edición del festival de cine hablado en español de Málaga cuyo pase dejó el poso de rigor y austeridad, casi nuevo en la filmografía de la madrileña, que la aleja de la sofisticación pera la acerca a lo prioritario, a lo básico, a la desnudez más atractiva. Es una pieza sin conservantes ni edulcorantes.
La premisa que plantea la idea de la escritora Montero y el argumento del largometraje y su lenguaje audiovisual, en el terreno personal, me atraía bastante. Conectaba con un hombre hecho añicos, su desesperación, y me comunicaba con su decisión de perderse en las entrañas de un minúsculo pueblo perdido en medio de la nada. Un tipo con todo el confort social y económico conquistado como arquitecto de cierto renombre que de manera inesperada y abrupta se apea de un tren sin aparente justificación en un paraje rural. Este gesto atolondrado y su consiguiente reacción adquiriendo una vivienda en la aldea en la que se ha detenido sin preocuparse de su estado y habitabilidad, me lleva al recuerdo de algún western y la figura del forastero. Un extraño e inconsciente (o no) comportamiento que, desde luego, oculta algo. Ese algo, de fuerte impacto emocional, que roza el dolor insoportable, es lo que determina su acción y la consiguiente reacción para sobrellevar el mal trago y encontrar una salida a su inquietante encrucijada. La suma de estos alicientes son los que me hacen estar ligado a la peripecia afectiva de su personaje principal.
La autora de Una estación de paso (1992, España), y la guionista María Ruiz, hacen una lectura más o menos fiel de la novela. Se cambia la geografía de la localización. En la pantalla el epicentro se sitúa en Alcanadre (La Rioja), apenas veinte kilómetros de mi domicilio. Aquí, en esta villa apacible, en la que solo pasa el tiempo, Pablo (Hugo Silva), se acomoda en el ascetismo para pasar inadvertido y regurgitar su daño. Necesita retroalimentarse y tratar de encarar el percance que padece con la distancia suficiente como para pensar y actuar con prudencia. Aunque su situación, como sabremos más adelante, no es fácil y tiene que lidiar con un mazazo terrible, de los que te dejan tumbado en la lona del ring y necesitas tiempo para calibrar la desgracia.
Pero los pueblos son los pueblos y tienen sus elementos propios, con los que no se cuentan de antemano, que pueden venir bien, regular o mal. Y la estancia puede ser llevadera o complicada. Y, claro, el guion tiene que mostrar sus palancas de tensión para que la dramaturgia convulsione y la estructura entre presente y pasado edifique el drama que nos quieren contar.
En el lugar en que se detiene Pablo irrumpirán las escenas cotidianas y entre ellas un lado humano y otro insidioso. En el primero sobresale una chica encantadora, Raluca (Megan Montaner), lectora de libros de auto ayuda (ojo a este factor), empleada como cajera en una gran superficie comercial y con un mundo muy cuajado como para ayudar a Pablo en su exorcismo y viaje de ida y vuelta al desorden. También, en un tono menor, Felipe, al que da vida, nunca mejor, el grandísimo actor, Miguel Rellán, en el papel de vecino entreverado, gruñón y cascarrabias, pero mejor persona. Y ahí Rellán juega en su terreno. En el lado antipático, está el broncas del pueblo, «El Urraca» (Ismael Martínez), picajoso, entrometido e imbécil. Entre medias, ni blanco ni negro, dos números de la Guardia Civil que parecen salidos de Fargo (1996, USA), de los hermanos Coen. Pulula más gente, pero estos son los destacados. Aunque no quisiera desenterrar de la ecuación al bueno de Josean Bengoetxea ejerciendo de inflexible policía.
Pues sí, La buena suerte habla de lo que se traduce de su título. Lejos del mundanal ruido y en un rincón apartado del pulso de la vida, un tipo como Pablo, herido en lo más profundo del corazón por un asunto familiar muy directo, reestructura su pesar (muy profundo), conoce la segunda oportunidad en el amor (Megan Montaner es la mejor terapia para remontar) y se enfrenta a las vicisitudes amargas como un desdichado.
Gracia Querejeta, cineasta, lo he dicho más arriba, precisa y sutil se centra en lo básico, en un maridaje de géneros (hoy en día en boga) y ofrece una historia, aparentemente sin sustancia, pero desarrollada con un registro estético funcional y una noción del relato transparente. Suficiente para entretejer un argumento sobre los dolores de la vida y los cortocircuitos, y cómo superarlos.
Tráiler de la película:
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Ficha técnica:
La buena suerte , España, 2025.Dirección: Gracia Querejeta
Duración: 90 minutos
Guion: Gracia Querejeta y María Ruiz
Producción: Tornasol Media, Arlas PC, Trianera PC AIE
Fotografía: Juan Carlos Gómez
Música: Vanessa Garde
Reparto: Hugo Silva, Megan Montaner, Miguel Rellán, Eva Ugarte, Ismael Martínez, Francisca Horcajo, Álvaro Rico y Josean Bengoetxea.