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Dune, de Alejandro Jodorowsky

Dune-Moebius

 

El cine es un arte capaz de generar leyendas que trascienden la pantalla. Historias que aumentan el poder de fascinación de un medio ya de por sí cautivador conforman una especie de universo casi onírico, donde habitan todas esas ideas que quedaron relegadas al olvido. Películas desaparecidas, escenas que quedaron fuera del montaje final o incluso proyectos de los que no se llegó a rodar ni un plano se transforman en narraciones con vida propia, tan emocionantes como la mejor de las películas que vemos en pantalla.

Hoy queremos mirar atrás, a la búsqueda de uno de esos sueños perdidos, una gigantesca idea que devoró cualquier atisbo de realidad, y cuya leyenda se ha perpetuado hasta nuestros días. Una historia de cine sin película, que a estas alturas no sabemos interpretar como un ejemplo de megalomanía o si las limitaciones de la época acabaron con las pretensiones de sus creadores. Nos trasladamos a un cosmos de imaginación y audacia; de lucha contra los elementos a la búsqueda de la libertad creativa. Un hombre, Alejandro Jodorowsky, acompañado por un grupo de visionarios, quiso poner en jaque al cine como arte y como negocio. Todo quedó en un viaje tan extraño como hermoso, ejemplo de lo mejor y lo peor del arte de hacer películas.

Bienvenidos a Arrakis. Bienvenidos a Dune.

Dune, de Frank Herbert

La novela original se publicó en el año 1965, y no tardó en convertirse en un referente de la ciencia ficción y de la literatura fantástica. En esta saga, Frank Herbert narraba las peripecias de Paul Atreides, heredero de una noble casa, despojado de sus privilegios y arrojado al planeta Arrakis por sus enemigos, los Harkonen. En el peregrinaje por tan inhóspito lugar, Paul trascenderá su propia humanidad y se convertirá en algo más, en un profeta destinado a tener el universo conocido en su manos, pues descubrirá los secretos de la Melange, la especia de la que depende el equilibrio del imperio, y que se produce unicamente en Arrakis, el planeta conocido como Dune.

Dune-JOdorowskyHerbert mezclaba en su novela elementos de lo que se reconoce como el viaje del héroe, con influencias claras en los textos religiosos de las creencias mayoritarias. Entremezcla el mesianismo con un universo fascinante y lleno de matices, presentado en unos personajes para el recuerdo. El ecosistema de Arrakis todavía resulta impresionante a pesar de los años, y los gigantescos gusanos de la especia, rugiendo entre las interminables dunas del peligroso planeta, forman parte del imaginario de los aficionados a la ciencia ficción de todo el mundo.

Por supuesto, Dune marcó a toda una generación, la de mediados de los 60. Su componente espiritual llamó la atención de jóvenes que, precisamente, se abrían por primera vez a experiencias religiosas más allá de las preconcebidas dentro de sus estructuras sociales. El contacto con Oriente, la psicodelia e incluso el uso de drogas para expandir la consciencia tenían sus referentes claros en las páginas de Dune. Además, su influencia se vería a lo largo de la literatura fantástica de los siguientes años, e incluso en películas como La Guerra de las Galaxias es sencillo encontrar similitudes. Aparte de los puntos en común con el citado viaje del héroe, la secta Benne Gesserit bien podría ser una inspiración previa en clave femenina para la creación de los místicos Jedi, con sus propias profecías sobre la predestinación y el equilibrio.

Alejandro Jodorowsky y el Kwisatz Haderatch, un encuentro inevitable

Alejandro Jodorowsky ya era un cineasta de éxito cuando se decidió por Dune como proyecto. Una larga trayectoria multidisciplinar a sus espaldas le había concedido crédito de sobra para que ciertos productores confiaran en la extraña forma de concebir el arte de este polémico y personal autor. De las tablas del teatro había dado el paso a la creación cinematográfica con la perturbadora Fando y Lis, que provocó las iras de espectadores y críticos en el legendario pase del Festival de Acapulco. A pesar de las furibundas reacciones en contra, Jodorowsky halló poderosos aliados que encontraban la enfermiza poesía que la película atesoraba, como por ejemplo Roman Polansky, que defendió públicamente la obra de Jodorowsky, basada en un texto de Fernando Arrabal (compañero espiritual de fatigas en el grupo artístico fundado por ambos junto con Roland Topor, el movimiento Pánico).

Con El Topo, un western místico, llamó la atención del público internacional, e incluso consiguió que John Lennon se fijase en el curioso cine del director chileno, financiando su siguiente película, La Montaña Sagrada, una especie de manifiesto espiritual en imágenes. Surrealismo y esoterismo se daban la mano en un filme extraño, hipnótico y, en ocasiones, premeditadamente incómodo.

Una historia de componentes místicos y simbólicos tan evidentes como Dune estaba destinada a un visionario como Jorodowsky. Efectivamente, la aventura del joven duque Atreides se convirtió en el proyecto que durante más de cinco años se convertiría en una lucha encarnizada contra los elementos para el mítico equipo liderado por Jodorowsky. En la mente del director, no había ningún límite; lo único que importaba era la historia, envuelta en una visión cinematográfica que trascendía los medios técnicos y narrativos de la época. Dune era la película destinada a cambiarlo todo, a expandir conciencias, a ser algo más que una película. El Dune de Jodorowsky aspiraba a la experiencia psicodélica, a la alucinación colectiva, a un antes y un después. Para ello, se rodeó de un grupo de genios dispuestos a derribar barreras.

Un equipo de leyenda

Dune-NavePara dar forma a su visión sobre la obra de Herbert, Jodorowsky entendió que necesitaba el talento de artistas concienciados con el reto. No bastaba con lo que se había visto en las pantallas de los cines hasta el momento. La libertad para la experimentación en el diseño de la película fue la base del trabajo de estos auténticos exploradores, dispuestos a una especie de cruzada en busca de su propio grial, en forma de imágenes capaces de trasportar al espectador de manera casi real a los lejanos paisajes de Arrakis.

Jodorowsky se rodeó de nombres que son básicos para entender la evolución del cine fantástico en años posteriores. Dan O´Bannon se encargaría de los efectos visuales. Llamó la atención de Jodorowsky gracias a la película Dark Star (John Carpenter, 1974), y se integró al equipo acompañado por Chris Foss y el revolucionario artista suizo HR Giger. Al frente de estos visionarios de la imagen, la leyenda: Jean Giraud, alias Moebius.

Moebius llegó al mundo del cine a través de sus experiencia previas como dibujante de cómics. Fue fundador del grupo artístico conocido como Los Humanoides, que cambiaron la concepción del noveno arte en toda Europa. Rompiendo con los modos de la tradición franco belga imperante, destinada al público infantil y adolescente, Los Humanoides (grupo al que también pertenecía el propio Jodorowsky) se encargaron de llevar al cómic a un nuevo nivel, más adulto y arriesgado, en las páginas de la mítica revista Metal Hurtlant. Tal fue su importancia que llegó a editarse en suelo estadounidense, e incluso contó con una película animada inspirada en las historias de la publicación, con un nombre mucho más potente, Heavy Metal (Gerald Potterton, 1981). Una de las historias publicadas en Metal Hurtlant, «The Long Tomorrow», se convirtió en un antes y un después a la hora de entender la ciencia ficción. En apenas unas páginas, Moebius conseguía un futuro creíble, pesimista y solitario. El modo en el que entendía la arquitectura urbana y la decadencia de las ciudades inspiró a películas tan importantes como Blade Runner (Ridely Scott, 1982) o El Quinto Elemento ( Luc Besson, 1997).

Su genio a la hora del planteamiento de una historia en imágenes sirvió para concretar las aspiraciones de Jodorowsky. Moebius se encargó del diseño de personajes, pero además dibujó un completo plan de rodaje, a base de elaborados storyboards que clarificaron lo que el equipo quería mostrar en la pantalla del cine. La idea de romper límites se expresó en imágenes sobre el papel, gracias a una de las mentes más brillantes con las que ha contado el mundo del cómic, que llevó esa personalidad arrolladora a lo que podía haber sido la película más ambiciosa en lo visual de la historia del cine hasta el momento.

Por desgracia, los problemas financieros eran una realidad aplastante, y tan sólo en los preparativos, el equipo había gastado dos millones de dólares. Sin un plano rodado. Aún así, los planes de Jodorowsky no se salían ni un ápice de su sueño, y no estaba dispuesto a claudicar.

El reparto

Por supuesto, una producción de tal calibre debía contar con un plantel de actores a la altura, por muy locas que fuesen las elecciones de casting o las cantidades exigidas por las estrellas de turno. Para su obra magna, Jorodowsky puso el listón muy alto. Para el reparto, el director chileno tenía en mente a actores de la talla de Orson Welles, estrellas del rock como Mick Jagger o figuras tan extravagantes como Salvador Dalí, que exigió ser el actor mejor pagado de Hollywood, en una de sus tantas excentricidades. Por supuesto, el equipo de Jodorowsky aceptó las condiciones del genial pintor, pero ajustando su imposible sueldo a la cantidad de tiempo que apareciese en pantalla (esto es, apenas unos minutos de metraje).

Dune-GigerPara la banda sonora de Dune, Jorodowsky pensó en Pink Floyd, cuyos sonidos eran capaces de producir la clase de sensaciones casi místicas que el director buscaba con su película. El problema surgió por la total falta de implicación de los músicos con el proyecto, y la relación de la mítica formación con la película terminó casi antes de haber empezado. En lugar de los alucinógenos paisajes sonoros de Pink Floyd, Jodorowsky encontró la inspiración musical para el viaje por Arrakis de la mano de Magma, formación francesa de rock de vanguardia, cuyos discos conceptuales tenían mucho que ver con la ciencia ficción.

Todos los puntos estaban conectados. El gran problema seguía siendo el dinero, puesto que todo apuntaba a una monstruosidad financiera que los modestos productores originales no estaban en condiciones de financiar. Había que mirar hacia Hollywood.

El fin del sueño

Para dar a conocer el proyecto, Jodorowsky y sus guerreros (así se refería a su equipo entonces) enviaron un libro que contenía todos los diseños y dibujos realizados por el impresionante equipo de artistas a las productoras más potentes de la industria. Este libro, auténtico objeto de culto, se paseó de mano en mano entre los ejecutivos de los estudios, sin que nadie se atreviese a dar el paso. Las pretensiones artísticas de Jodorowsky no convencían a los inversores, que pedían una importante mutilación de las aspiraciones del equipo original. La película de Jodorowsky rompía con todo lo establecido en cuanto a los modelos comerciales impuestos por la insdustria americana. La monstruosidad que proponía el director chileno era un filme de catorce horas, con pretensiones artísticas y visuales que se adelantaban a su tiempo. Nadie veía clara la posibilidad real de rodar y estrenar algo parecido.

Poco a poco, el proyecto se desinfla. La producción queda paralizada, y pasan los años. Finalmente, los derechos de la novela recaen en el productor Dino De Laurentiis, que reinicia el proyecto con ideas diametralmente opuestas a las del equipo de Jodorowsky. En el año 1982, se estrena Dune, dirigida por David Lynch, una película extraña, que aunque contaba con cierto ambiente propiciado por el talento visual de Lynch, estaba muy lejos del riesgo ofrecido por el proyecto inicial. De Laurentiis impuso su modelo comercial y cercenó las posibilidades de las capacidades oníricas de Lynch, dejando para el recuerdo una mala película, que aspiraba a vivir del éxito de la épica espacial de Star Wars más que de las propias posibilidades de su propuesta.

El duro despertar

Jodorowsky perdió la oportunidad de adelantarse en unos cuantos años al efecto que un poco más tarde produciría la saga espacial de Lucas. Pero, aunque la película como tal no llegó a buen puerto, lo cierto es que su influencia es innegable. El equipo formado por O´Bannon y Giger abandonaron Dune para unirse a un nuevo proyecto, donde pondrían su talento al servicio de un joven y ambicioso director, Ridley Scott. De la oscura imaginación de estos dos artistas nacería la criatura espacial por antonomasia. De las profundidades del desierto de Arrakis a la inmensidad espacial del Nivel-427, los diseñadores arrancaron el horror lovecraftiano de sus sueño milenario y aterrorizaron al mundo con Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979).

Dune-EstudioJodorowsky, por su parte, no abandonó el mundo del cine. Vendrían películas como Santa Sangre. Pero el director nunca olvidaría que tuvo la oportunidad de rodar algo tan grande que cambiaría la concepción del cine. Es más, siempre ha defendido que gran parte del cine fantástico de hoy en día bebe de aquel famoso libro que contenía el proyecto, y que rodó de mano en mano y de estudio en estudio. Una afirmación osada… pero quién sabe.

Muchas de las ideas místicas que introdujo en Dune, se plasmaron con posterioridad en otra obra maestra del cómic, El Incal, de nuevo acompañado por Moebius. Se adentraron todavía más en la concepción del futuro planteada por el dibujante francés, y unificaban el gusto por la ciencia ficción y el esoterismo del maestro Jodorowsky. En esta imprescindible muestra de valentía gráfica, se iniciaba el complejo mundo de Jodorowsky plasmado en la viñeta, que ha estado explorando a lo largo de toda su carrera acompañado por alguno de los mejores dibujantes del medio.

Dune ha entrado en la leyenda por lo que podía haber sido. ¿La obra que hubiese definido el arte de hacer películas? ¿Una absurda exageración pretenciosa e inabarcable por el común de los mortales? Nunca lo sabremos. Pero gracias a su esencia de sueño, nos permitimos esta elucubración, este juego acerca de la leyenda, que hace grande al cine. Ahora, esa leyenda nos pertenece a todos, es el sueño de aquellos a los que nos gusta este aspecto de la historia del séptimo arte, la de aquellos anhelos creativos que permanecen en la biblioteca de lo que no pudo ser, pero quizá sea por eso que ha permanecido en el tiempo. Con otra forma, con otro espíritu, pero con la misma idea presente de experiencia más allá del cine. En eso, a pesar de que nunca veremos una imagen de este película, Dune ya es un triunfo.

 

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2 respuestas a «Dune, de Alejandro Jodorowsky»

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